El incontrolable impulso de la humanidad de estudiar y analizar todo lo nuevo ha alcanzado de lleno a la generación Z. Son jóvenes, son inéditos y son el futuro, así que cada manía y hábito que adoptan son de escrutinio público. No saben escribir, odian Tinder, no saben ir a la pescadería y un largo etcétera. Todos los aspectos de sus vidas son analizados y sus quedadas en bares no iban a ser menos. Spoiler: por lo visto, no saben hacerlo bien y molestan a los bartenders.
Según un artículo de la revista 'Vox', los más jóvenes pagan sus bebidas individualmente y después de cada ronda, lo que obliga al camarero a pasar por caja continuamente y le ocupa mucho más tiempo. Si contamos con que un bartender, en hora punta, está atendiendo mesas, barras, cobrando, recogiendo, preparando bebidas y atendiendo pedidos, esos minutos extra se hacen cuesta arriba.
Es innegable que si se pagara todo junto al final se ahorraría muchísimo tiempo a los camareros. Así, ellos podrían atender más rápido a otros clientes, ofrecer mejor servicio y ganar más propina por ello. A esto se suma que muchos vienen de acompañantes y no consumen, solo ocupan espacio en el bar y se lo quitan a potenciales clientes que sí van a gastar dinero.

Ellos culpan de este mal hábito al pago contactless, que hace mucho más fácil y cómodo pagar después de cada ronda tu parte sin miramientos (y sin propinas). También hace todo el proceso más impersonal, sin intercambio de palabras amables de ningún tipo que hace el trabajo de los bartenders más tedioso. Un detalle: cuanto más impersonal más desconectado y, por ende, menos empatía social y menos propina.
Entendemos su punto de vista. Por supuesto que mantener la cuenta abierta de toda la mesa y después pagar todo junto sería lo ideal. Para todo el mundo. El mundo sería más feliz, pero también lo serían los zentennials si pudiera invitar a una noche de copas a sus amigos y después pagar el alquiler.

A ver si se creen que a nosotros nos apetece decirle a un colega que andamos mal de pasta y no queremos tomar nada. O ponernos a hacer cuentas entre varios al terminar una quedada y perseguir a amigos para que nos hagan un Bizum. No se debe a que no queramos pagar todo junto, se debe a que nuestra economía es complicada y no podemos permitírnoslo.
Hay cosas que sí pueden remediarse y, de hecho, deberían porque son de sentido común y de normas de educación básicas. En este espectro está lo de tratar el bar como si fuera el salón de tu casa, pedirte una Coca-Cola y echar seis horas ahí sentado, ocupando una mesa mientras otras personas esperan a sentarse. No hay que olvidar que se trata de un negocio, que hay personas ganando o perdiendo dinero detrás y que ningún abuso es bueno.
Eso sí puede cambiarse y, de hecho, debería. Lo del dinero es otro cantar, porque depende de nuestros ingresos, del coste de la vida y de que invitar a una ronda a todos nuestros colegas puede suponer pasarlas canutas a final de mes. No vengan ahora con lo de "una cerveza no te va a sacar de pobre" o "si no puedes permitirte tomar algo no salgas". En primer lugar, son frases dichas desde el privilegio. En segundo lugar, esa cañita con amigos es calidad de vida y, a veces, tan necesaria como el dormir.
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