Lina Pinzón siempre se había considerado una persona ordenada, sin embargo, cuando limpiaba y organizaba su habitación no le duraba. Tenía la sensación de invertir constantemente demasiado tiempo en el mantenimiento de su espacio personal. Entonces, desde Estados Unidos, una amiga le recomendó un libro: La magia del orden de Marie Kondo.
Desde las primeras páginas, Lina sintió una conexión muy fuerte. Era algo que trascendía el simple método de orden y conectaba con sus recuerdos personales: Al igual que Marie recomienda, su madre siempre se había despedido de los objetos antes de deshacerse de ellos. Incluso de las escobas viejas y mugrientas. Así que, aquella lectura actuó casi como una llamada y, un año después, Lina es la única consultora certificada del método Konmari en toda Colombia.
Del mismo país norteamericano también le trajo su madre hasta Ciudad de México La magia del orden a Ana Bezaury. Ana estaba a punto de graduarse en administración hotelera, sin embargo, había descubierto que no quería dedicarse a ello. El libro la fascinó desde el título, que en inglés se traduce literalmente como “el cambio de vida que trae el orden”, y eso fue precisamente lo que supuso para ella. A la quinta página ya sabía a qué iba a dedicarse profesionalmente.
En el libro Marie habla de su consultoría de organización. Hasta ese momento, a Ana no se le había ocurrido que aquello que siempre había considerado un simple rasgo de su personalidad pudiera ser también un negocio pero lo cierto es que la organización profesional de espacios es algo muy popular en un país meca del consumismo y nido de acumuladores como es Estados Unidos. De hecho, allí nació esta industria en los años 80 con el boom de las tarjetas de crédito.
Dentro de ella, Marie Kondo, la gurú del orden de moda, también tiene su propio programa de formación para aquellos que quieran trabajar aplicando su método. Probablemente, su empresa menos conocida y que completa la triada de su marca junto a los libros superventas y el éxito de su serie de Netflix.
Sin embargo, conseguir el certificado no es fácil. Ser admitido en uno de sus cursos de tres días es el primer paso para poder convertirse en consultores. En marzo tendrán lugar dos nuevos seminarios y ambos llevan meses con las plazas agotadas. Su precio tampoco es apto para todos los bolsillos. Los ofertados este año van de los 2.000 euros al cambio en Nueva York, a los casi 3.000 en Londres. Cifras que incluyen la comida de medio día pero no el alojamiento ni el transporte.
Una vez certificados, y con una buena cartera de clientes, es posible amortizar la inversión ya que cada hora de trabajo de un consultor ronda los 100 dólares. Sin embargo, no es el dinero el verdadero problema a la hora de matricularse. Hay un proceso de selección previo. De primeras, Lina se quedó en lista de espera. Antes, como cualquier otro aspirante, había tenido que ordenar su casa siguiendo el método y mandar fotos del resultado. Es la forma de demostrar que traes Konmari interiorizado de casa puesto que el curso no se enfoca en aprender a ordenar sino en cómo enseñar el método a otros.
El seminario tampoco lo imparte Kondo sino otras consultoras de nivel avanzado. Marie da una clase magistral de una hora y media de duración en la inauguración y vuelve para hablar en la clausura, cuando se hace fotos de forma individual con los alumnos y firma libros. De la experiencia, Ana destaca, sobre todo, la sensación de estar en una habitación con otras 60 personas a las que les fascina ordenar tanto como a ella, un gusto que considera que no es tan común y por el que siempre se sintió rara.
Ya de vuelta en casa, el siguiente paso es buscar clientes con los que cumplir unas horas de prácticas. Necesitan realizar 50 horas en sesiones de cinco cada una y repartidas con, como mínimo, dos clientes diferentes. Después han de mandar unos reportes en los que, a través de preguntas muy específicas, se las analiza para ver si están ejerciendo bien su labor de consultoras.
Completar estas prácticas les da acceso al último paso para poder certificarse: un examen. Tienen dos oportunidades para aprobar y, en el caso de suspender, han de repetir las prácticas antes de poder volver a presentarse.
A pesar de la inversión económica, lo cierto es que no todo el mundo consigue certificarse. Al contrario que Lina, a Ana no le resultó complicado entrar en el seminario pero sí conseguir el certificado. Suspendió el examen la primera vez y se asustó porque completar las prácticas la había llevado un año entero debido a lo complicado de encontrar clientes que se comprometan con el proceso completo. Muchos lo inician y lo abandonan tras unas sesiones aludiendo falta de tiempo.
Una vez aprobado el examen, solo queda abonar un importe de 500 dólares para obtener el ansiado certificado. Una cifra que se paga, a partir de ese momento, de forma anual si se quiere seguir formando parte del programa. Esto significa aparecer en el directorio de consultores de la página web e ir subiendo de rango conforme se vaya ganando experiencia con clientes.
Así, el escalafón más bajo del programa es el verde, con el número de sesiones básico para conseguir el certificado. De ahí la cosa va subiendo al bronce, plateado, oro y platino hasta llegar al master, que significa que has realizado más de 500 sesiones con 50 clientes diferentes. Esto te capacita, además, para formar a otras consultoras.
Por lo tanto, ahora que ya tienen su título, el camino no ha hecho más que empezar para Lina y Ana. A ambas les gustaría ir subiendo de rango porque eso significa recibir más atención por parte de la empresa y poder hacer más cosas en sus respectivos países. Para Lina, la meta máxima sería popularizar tanto el método en latinoamérica que llegara a celebrarse, en algún momento, el primer seminario de habla hispana en sus fronteras.
Por su parte, Ana recuerda cómo al principio nadie la contactaba desde el directorio de la web del programa y cómo la emisión de ¡A ordenar con Marie Kondo! en Netflix ha actuado como revulsivo para que el método se popularice fuera de Estados Unidos y Japón.
Actualmente, en todo el mundo hay 215 consultoras Konmari, más de la mitad se encuentran en Estados Unidos, mientras que en España solo hay una, que no ha respondido a nuestro intento de comunicarnos con ella. Pero, ¿qué tiene este método que traspasa idiomas, fronteras y que ha generado una auténtica comunidad jerarquizada entre quienes lo practican y predican?
La japonesa no solo le ha descubierto una profesión a aquellos que siempre habían pensado que el gusto por el orden era un rasgo de su personalidad que los convertía en bichos raros. También le ha dado un carácter de don y ha hecho que cobre una dimensión humana y emocional. Para Lina, la base de su éxito se encuentra en que ha invertido la ecuación del resto de métodos. No se enfoca en tirar cosas sino en dejar las que te hacen feliz. Así conecta con tus emociones más que con tu parte racional.
Ana añade que no se trata de crear un espacio de diseño o de revista sino de algo más realista, algo más humano. De hecho, lo que la enamoró de Konmari es que es un método gentil que no obliga a nadie a nada.
Es más, respecto a la polémica que se ha generado en torno al número ideal de libros que Marie Kondo habría dictaminado que alguien puede tener en casa y que habría establecido en treinta, Lina nos aclara vía Skype desde Bogotá que se trata de un bulo: "El método no establece ningún número de cosas que alguien tenga que tener. Cada uno puede tener la cantidad que quiera de lo que sea que le haga feliz. Treinta son simplemente los libros que ella tiene en su casa".
Foto: Netflix.
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