Ocho escritores y artistas famosos que tuvieron vidas amorosas no convencionales

Hoy es el Día de San Valentín, un día para celebrar el amor. Sin embargo, no solo aquel de los ramos de flores y los ositos de peluche del que tanto nos han hablado las comedias románticas. El día de los enamorados es el día del amor en todas sus formas, porque cada vínculo y cada relación es única e irrepetible. La vida real está llena de ejemplos, como, por ejemplo, la de estos artistas y escritores famosos que se amaron siempre a su manera. Tuvieron relaciones abierta o secretas. Decidieron no casarse, hacerlo muchas veces o no asentarse en una vida cómoda aún a riesgo de morir en medio de una aventura. Eso sí, como sucede cuando el sentimiento es auténtico, sin poder dejar de quererse hasta el último día de sus vidas aunque hiciera años que ya no estaban juntos.

Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir

La pareja de filósofos estuvo 50 años juntos aunque, a temporadas, ambos vivieron con otras personas. Fueron dos de los pensadores más influyentes de su época y la suya una de las relaciones menos convencionales del siglo XX. Un romance más intelectual que pasional en el que la igualdad era total. Se veían todos los días para leer juntos y debatir sobre sus ideas. Sartre nunca publicó nada sin que Simone de Beauvoir lo hubiera leído y criticado previamente.

Se quisieron a su manera: con admiración, complicidad y siempre dándose espacio. Nunca se casaron, algo que era chocante en la época, aunque todavía más escandaloso resultaba que tuvieran una relación abierta. Claudine Monteil, amiga de la pareja que ha escrito varios libros sobre ellos, ha contado públicamente que, cuando los conoció en los años 70, Sartre tenía una agenda de una hora para cada mujer y que se reservaba las comidas y las tardes para Simone de Beauvoir.

Ella también tuvo amantes a los que quiso mucho, como el escritor estadounidense Nelson Algren y el escritor francés Claude Lanzmann. Durante el funeral del filósofo, tras morir a los 74 años, Beauvoir se desmayó y tuvo que ser hospitalizada durante dos semanas. Finalmente, lo único que la salvó de la tristeza fue escribir sobre los últimos años de la vida de Sartre.

Emily Dickinson y Susan Gilbert

La relación de Emily Dickinson y Susan Gilbert, escritora, matemática y editora, se ocultó durante mucho tiempo, dificultando la comprensión de la obra de la poeta. Sin embargo, lo cierto es que muchos historiadores creen que ambas mantuvieron una estrecha relación amorosa y literaria a lo largo de toda la vida, a pesar de acabar siendo cuñadas.

De Dickinson se han conservado 1.789 poemas de los cuales, alrededor de 300, están dirigidos a Susan. En estos y en su extensa correspondencia se dirige a ella con apelativos íntimos y cariñosos como Sue, Susie, Dollie, Daisy, June (junio), Bumble Bee (abejorro) o Sister (hermana). Emily decía que su amor por ella era como el que sentía Dante por Beatriz.

Se intercambiaban poemas a diario y se tienen evidencias de que las sugerencias literarias de su amiga fueron las únicas a las que Emily hizo caso, llegando a hacer hasta siete versiones de un mismo poema y consultándole cada vez si estaba de acuerdo con los cambios.

El Museo Emily Dickinson fecha el inicio de la relación en 1850, cuando la poeta tenía 20 años, y duró hasta la muerte de esta en 1886. Casi cuarenta años de una intensa conexión intelectual, no exentos de drama cuando Austin, el hermano de la poeta, decidió cortejar formalmente a Gilbert. Finalmente, se casaron en 1856, y fueron vecinos de Emily hasta el final de sus días.

Jane Austen

Aunque las tramas de sus obras giran en torno al tema del amor y, además, se trata de historias que terminan en matrimonio, la escritora no se casó nunca y solo se enamoró una vez hacia el final de su vida. Su sobrino James Edward Austen-Leigh, en su libro Recuerdos de Jane Austen, habla de un misterioso hombre al que la escritora conoció en unas vacaciones en el mar y que fue el único del que "se enamoró alguna vez".

Según Cassandra, la hermana mayor de Jane, este hombre del que no se sabe casi nada pidió permiso para volver a ver a la autora tras su muerte pero el reencuentro fue imposible ya que él falleció de forma repentina antes de que pudiera producirse.

Aunque se le conoce otro romance más sonado de juventud, que inspiró la aclamada Orgullo y prejuicio. Un amor frustrado con Thomas Lefroy, el pariente irlandés de una amiga. Ambos tenían 20 años cuando se conocieron y se quedaron prendados el uno del otro. Bailaron, hablaron hasta altas horas de la noche y coquetearon pero la situación económica de ambos hizo imposible que su historia de amor pudiera avanzar.

Thomas pertenecía a la rama pobre de los Lefroy y de él se esperaba que se casara con una mujer que salvara la situación financiera de su familia. Sin embargo, Jane Austen era hija de un clérigo. Su amistad duró un año, durante el cual sabían que todo tendría un punto y final. Poco antes del mismo, ella escribió a su hermana: “Ha llegado el día en el que voy a coquetear por última vez con Tom Lefroy. Mis lágrimas fluyen mientras escribo sobre la idea de la melancolía”.

Tres años más tarde, él se casó con Mary Paul, una rica heredera con la que tuvo cuatro hijos y tres hijas, llamando Jane a la mayor. Esta historia se llevó a la gran pantalla en la película La joven Jane Austen, con Anne Hathaway en el papel de la autora de Emma y James McAvoy como Thomas Lefroy.

Frida Kahlo y Diego Rivera

Lo de Frida Kahlo y Diego Rivera fue un amor tormentoso marcado por las infidelidades y la obsesión que Frida llegó a sentir por el muralista, tal y como se puede leer en las cartas que la pintora escribió. Se llevaban 20 años y se conocieron cuando él ya había cumplido los 35 y Frida tenía 15. Sin embargo, no se casaron hasta 1929, cuando tenían 43 y 22 años, respectivamente.

Estando casados, Diego tuvo un romance con Cristina, la hermana de Frida. Aunque aquella tampoco era la primera infidelidad de Rivera, que sumieron a su esposa en una depresión. Sin embargo, la pareja no podía vivir separada y decidieron seguir juntos en una relación abierta, algo poco común en la época.

En 1937, León Trotski, huyendo de Rusia, llegó a México. Rivera le ayudó a establecerse en el país y Frida inició una relación con él. Dos años después, los artistas decidieron divorciarse definitivamente pero nunca perdieron el contacto. Cuando ella murió, Diego dijo que lo más maravilloso que le había pasado en la vida había sido su amor por Frida.

Freddie Mercury y Mary Austin

Reconocido como uno de los mejores cantantes de rock de la historia y por ser un icono homosexual, el gran amor de la vida de Freddie Mercury fue una mujer. Se trata de Mary Austin, que permaneció en su vida hasta que Mercury falleció a los 45 años, enfermo por el SIDA, como consecuencia de una neumonía. De hecho, ella es la única que sabe dónde se encuentran sus cenizas, escondidas a petición del artista para evitar el fetiche de los fans.

La pareja se conoció antes de que Queen triunfara, cuando ella tenía 19 años y él 24. Pocos meses después se fueron a vivir juntos y, en 1973, el cantante le pidió matrimonio. No obstante, la boda nunca llegó a celebrarse. Conforme la carrera de Mercury empezaba a despegar, pasaba cada vez más tiempo fuera y Austin sospechaba que la engañaba con otras mujeres. Finalmente, le confesó que era bisexual.

Aunque a partir de aquel momento se separaron como pareja, la relación de amor y amistad continuó y Mercury le compró a Austin un piso delante de su casa para que pudieran verse por la ventana, además de encontrarle trabajo como administrativa dentro de la banda de rock.

Ella fue la primera persona a la que el cantante le confesó que tenía SIDA y, a su muerte, le dejó la mitad de su fortuna, su mansión de 28 habitaciones en Londres, así como las ganancias por derechos de autor que se produjeran en el futuro. Mucho más de lo que le dejó a Jim Hutton, la pareja con la que estuvo hasta su muerte en 1991.

Anaïs Nin y Henry Miller

El triángulo amoroso formado por Anaïs Nin, Henry Miller y su esposa June Mansfield fue uno de los más controvertidos del siglo XX. Los detalles del primer encuentro que mantuvieron los escritores quedó recogido por la propia Anaïs en sus diarios. Ella tenía 28 años y Miller 40. Hablaron durante horas sobre literatura, filosofía y psicología y se hicieron amantes ese mismo día.

Durante meses vivieron su romance por París hasta que llegó June a visitar a su marido y Miller se la presentó como "una buena amiga". Entonces, en un giro de los acontecimientos, las dos mujeres iniciaron entre ellas una relación paralela y secreta a la que mantenían con Henry Miller. "June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor", escribió Anaïs en sus diarios.

El triángulo duró un año. June Mansfield descubrió que compartía la misma amante con su marido y regresó a Nueva York con los papeles del divorcio firmados. No obstante, los dos escritores continuaron con su relación, a pesar de que Miller quería que Anaïs se mudara con él y de que esta se negara a lo largo de toda la vida a divorciarse de su esposo Hugh.

Robert Capa y Gerda Taro

Gerda Taro llegó a París en el año 1933. Sus ideas, contrarias al nazismo, le hicieron abandonar Alemania e instalarse en la capital francesa a los 23 años. Por aquel entonces, Robert Capa todavía era Endre Ernö Friedmann, un joven judío empeñado en ganarse la vida como fotógrafo. Conocerse les cambió la vida y es que a Gerda se le ocurrió que podían crear la marca Robert Capa, nombre con el que ambos firmaron icónicas fotografías.

La pareja, en vez de asentarse en un lugar, casarse o tener hijo, decidió vivir aventuras. Viajaron a España para retratar la Guerra Civil, sin embargo, aquella aventura marcaría su final. Taro arriesgaba más de lo debido para conseguir sus fotografías y el día 25 de julio de 1937, a los casi 27 años, fue arrollada accidentalmente por un tanque republicano, que acabó con su vida.

Robert se enteró de la muerte de su compañera a través de un periódico, mientras esperaba en la consulta de un dentista en París. La noticia abrió un abismo para Robert Capa, que dijo que ahora que Gerda había muerto, todo se había acabado para él.

Oscar Wilde y Lord Alfred Douglas

En el Londres del siglo XIX la homosexualidad era un delito penado con la cárcel. No obstante, el carácter excéntrico de Oscar Wilde ayudó a que el hecho de que estuviera siempre rodeado de hombres jóvenes a los que daba muestras de cariño y regalos no resultara sospechoso. Sin embargo, en 1890 conoció a Lord Alfred Douglas, conocido con el mote de Bosie (mandón) y que aludía  a su personalidad mimada, vanidosa, derrochadora, caprichosa e imprudente.

Durante cuatro años, Alfred fue amante y pupilo del escritor, que estaba casado con Constance Lloyd. No obstante, la relación secreta metió en líos al escritor cuando el marqués de Queensberry, padre de Bosie, empezó a sospechar de Wilde y prohibió a su hijo que se siguieran viendo. Cuando se negó tomó cartas en el asunto, llegando a acusarlo públicamente de sodomita.

Oscar Wilde lo denunció por calumnias y esto se volvió en su contra. Acabó siendo denunciado él mismo por indecencia y sodomía. De este modo, el autor de El retrato de Dorian Gray fue condenado a prisión y a trabajos forzados. Además, de que el juicio lo llevó a la bancarrota, la sociedad que lo había encumbrado le dio la espalda.

Wilde escribió a Bosie una dolida carta, publicada como libro bajo el título De profundis, donde le reprochaba cómo quererle le había arruinado la vida y le recriminaba que no le escribiera ni fuera a verle a la cárcel.

Cuando cumplió con su condena, Wilde se reunió con Bosie en Nápoles y estuvieron juntos unos meses más. Sin embargo, cuando se les acabó el dinero, Alfred lo abandonó. Además, su mujer se cambió el nombre y le quitó la custodia de sus hijos. Finalmente, el escritor se mudó a París, donde murió a las 46 años.

Fotos | Gtres, Fred Stein, Bohemian Rapsody.

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