Versátiles y llenos de nutrientes, los huevos son ese ingrediente básico que no puede faltar en ninguna cocina para que pueda ser funcional. Sin embargo, como producto fresco de procedencia animal que es, es importante almacenarlo correctamente en casa y saber bien cuándo ya no es seguro su consumo. Un desconocimiento que a veces puede llevarnos a deshacernos de huevos en buen estado por precaución. Así que vamos a arrojar un poco de luz sobre las dudas normales de cuánto tiempo pueden durar en la nevera o si se pueden comer semanas después de su compra.
Todos los huevos que compramos en el supermercado llevan una fecha de consumo preferente. Esta señala un margen de seguridad para su ingesta porque, generalmente, los huevos frescos aguantan en buen estado 28 días desde su puesta.
Esto significa que, si los compramos el mismo día que han sido envasados, todavía nos quedaría alrededor de un mes para poder consumirlos tranquilamente. No obstante, es cierto que este es un margen que puede variar según el almacenamiento.
En esta línea, el refrigerado juega un papel clave en la conservación de los huevos. De este modo, si los guardamos en la nevera a una temperatura constante de entre unos 4 y 6 grados, pueden durarnos más tiempo que si los guardamos a temperatura ambiente.
Estamos hablando de que, de este modo, pueden conservarse frescos hasta cinco semanas sin perder sus propiedades. Eso sí, siempre y cuando no se rompa la cáscara. A pesar de que mucha gente cree que los huevos son un producto que no necesitan refrigeración, se recomienda la refrigeración porque, fuera de la nevera, el calor y la humedad aceleran su deterioro.
Otro aspecto importante es evitar los cambios bruscos de temperatura. Sacar y volver a meter los huevos de la nevera puede propiciar la aparición de condensación, favoreciendo el crecimiento de bacterias en la cáscara. Por esta razón, conviene no moverlos del frigorífico y colocarlos en una zona distinta a la de la puerta.
Si tenemos dudas de si un huevo está en buen estado o no, un truco casero para comprobarlo es el test del agua. Consiste en colocar el huevo en un recipiente con agua fría. Si se hunde y queda en horizontal, está fresco. Si flota ligeramente, se puede consumir con precaución. Si sube hasta la superficie, mejor desecharlo.
Foto de portada | Sincerely Media
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