Empezó como una ayuda a los productores lácteos pero se les fue de las manos y acabo siendo el excedente lácteo más masivo de su historia
Que el Gobierno federal de los Estados Unidos acumula cientos de toneladas de queso bajo tierra suena a teoría de la conspiración de los bajos fondos de Internet. Sin embargo, es una imagen real. No es que el Gobierno haya querido hacer negocio produciendo y vendiendo su propio queso, ni el resultado de una compra exagerada para consumo oficial ordenada por algún presidente muy quesero. La acumulación quesera federal comenzó como un antiguo plan de ayuda económica estatal que se fue de las manos.
En Estados Unidos se produce y se consume mucho queso. De hecho, es el mayor productor del mundo de este producto. A España no nos llega mucho pero, desde que se abrió la primera fábrica de queso de Estados Unidos en 1851, el país se ha esforzado en liderar la producción mundial. De este modo, el sector lácteo al completo es uno de los motores económicos del país, formado sus productos parte indispensable tanto de su dieta como de su cultura.
No obstante, la acumulación de queso gubernamental responde a los vaivenes económicos de su materia prima: la leche. Todo comienza en las granjas de vacas lecheras y las dificultades a las que se enfrentan los productores cuando las cosas no van tan bien como quisieran.
Gracias a la invención y desarrollo de las cámaras frigoríficas y otras tecnologías refrigerantes, el sector lácteo experimentó un gran crecimiento en las primeras décadas del siglo XX. De este modo, se podía transportar de forma segura la leche y sus derivados por todo el país y los productores se lanzaron a expandirse con las grandes inversiones económicas que ello suponía.
Pero venían malos tiempos para la economía con las dos guerras mundiales. Para cuando llegaron los albores de la Segunda Guerra Mundial, el sector lácteo recibía un trato preferente por parte del Gobierno debido a que sus productos se convirtieron prácticamente en una herramienta patriótica para alimentar a los estadounidenses que iban a combatir en la guerra y a mantener a flote el país.
Las dificultades que pasaban los productores y los racionamientos levantaron las alarmas ante una probable escasez alimentaria. Sobre todo, al Gobierno Federal le preocupaba el suministro a largo plazo, puesto que los quesos no se pueden hacer de un día para otro. Para proteger a los productores, intervinieron los precios para estabilizarlos.
Tal y como cuenta a 'Atlas Obscura' Andrew Novaković, del departamento de Economía Agrícola de la Universidad de Cornell, este plan intervencionista salió bien hasta la década de 1970. Entonces la inflación y una nueva crisis hizo tambalear, de nuevo, la economía nacional. El precio de la leche estaba por los suelos y los productores se enfrentaban a la ruina.
El entonces presidente, Jimmy Carter, aplicó una sobrecompensación en el uso del programa de ayuda a los productores hasta el punto que acabaron creando el excedente lácteo más masivo de la historia de Estados Unidos. De este modo, para 1981 y con Ronald Reagan ya en la Casa Blanca, había más de 25.000 toneladas de queso almacenado.
Según publicó entonces 'The Washington Post', el almacenamiento de todo este queso le costaba a las arcas nacionales un millón de dólares al día. Aunque lo más rentable, probablemente, hubiera sido deshacerse de todo este queso, Reagan anunció que se destinaría al programa de asistencia social para la población más vulnerable y a los comedores escolares. Aunque no fuera a servir de mucho para solucionar la situación a corto plazo.
Actualmente, sigue destinándose un porcentaje del queso federal a los programas sociales. Aunque, en las últimas décadas. se ha recurrido a otros métodos para dar salida a los excedentes. Poco a poco, las toneladas de quesos almacenados fueron disminuyendo y el Gobierno ya no compra ni acapara cifras tan astronómicas de lácteos como décadas atrás.
Pero el país continúa guardando gigantescos alijos de queso bajo tierra, reunidos casi todos en antiguas minas y canteras de Springfield, Missouri. Algunas siguen siendo estatales, otras muchas están alquiladas a empresas privadas, como Kraft Heinz.
Foto de portada | pxhere
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