En el mundo de los cítricos, la naranja es la reina del baile. Aparece en todas las revistas, va a todos los saraos, su flor es símbolo del romanticismo (oh, azahar, azahar), y su zumo es tan famoso por ser bueno para la salud que no necesita un artículo en Mensencia para contar sus bondades.
Por si fuera poco, a la gente simpática le dan el premio naranja, y para los bordes se reservan el premio limón.
Sin embargo, el limón tiene muchísimas propiedades y ha sido utilizado durante siglos en recetas tradicionales de cosmética. Precisamente, en su acidez está la clave de los numerosos beneficios que este cítrico, segundón en nuestros frigoríficos y en el imaginario colectivo, tiene para el ser humano.
El limón, como buen cítrico, es muy rico en vitamina C, aunque también contiene otras como la A, la B y la E. El punto fuerte de esta fruta es que combina sus vitaminas con una gran cantidad de potasio, magnesio, calcio y fósforo, entre otros minerales menos abundante, como el zinc o el manganeso.
Gracias a su composición, el limón es útil como astringente (ideal para las pieles grasas pasarse un algodón mojado en limón y esperar a que seque), exfoliante (en la línea de lo anterior, si le añadimos azúcar y lo frotamos por el rostro tendremos un barato exfoliante casero), blanqueador para piel y dientes (para los dientes, los frotaremos con una rodaja de limón cada día), y también es beneficioso para la circulación porque reduce la presión arterial.
El limón también ayuda a la digestión y ataca a las grasas, de ahí que sea indispensable en muchas dietas. Además, al igual que la naranja, sirve para prevenir los resfriados gracias a la vitamina C.
Combinado con miel el limón es toda una fuerza de la naturaleza. Una cucharada de miel con limón suaviza la garganta cuando estamos resfriados que es una maravilla aunque, eso sí, demasiado limón puede tener el efecto contrario. Unas gotitas bastarán, al gusto del consumidor. Con aceite de oliva, las chicas de Arrebatadora nos descubrieron que alivia la pesadez de las piernas en verano, y en el verano también sirven para ahuyentar a los insectos (mi abuela ponía un limón partido a la mitad con clavos de pimienta clavados en él y mantenía a rayas a bichos voladores varios). Incluso si ya nos han picado, pasar una rodaja de limón por encima de la picadura nos aliviará el escozor.
Los hipertensos añorarán menos la sal si añaden un poco de jugo de limón a carnes y pesacados, aunque en general a todos nos vendría mejor una dieta un poco menos sosa. También sirve para aliñar ensaldas en sustitución del vinagre, todo un giro que puede sorprender a nuestro paladar y sacarnos un poco de la rutina alimenticia.
Estimula las funciones del páncreas y del hígado (¿alguien dijo resaca?), hay quien incluso hace gárgaras de agua con limón para aliviar diferentes molestias bucales, como la gingivitis.
Un baño de agua con limón relaja la piel y la circulación, y bebida - no el agua del baño, hombre, sino preparado en una jarrita - es un refresco perfecto para los meses de calor, sin gas y cien por cien natural, olvidando así las bebidas carbonatadas que provocan tantos gases.
En fin, el limón sirve para prácticamente todo. Después de esto, ¿aún te resistes a probarlo?
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