El mal olor en cualquier calzado es uno de los problemas más incómodos a los que enfrentarse. Cuando llega el momento, la situación es tan incómoda que da apuro descalzarse o hasta cruzar las piernas por si el olor es muy fuerte. Pero siempre hay opciones para evitar ese mal olor.
Mi compañero Sergio recomendó el mes pasado una serie de pautas a seguir para evitar el mal olor muy interesantes. A las que habría que unir una más destinada a los propios zapatos o zapatillas, según el calzado que usemos.
En verano, el olor de los pies es mayor, puesto que sudan más, y la opción de los calcetines está casi descartada a la hora de vestir, o bien son muy bajos y finos, o aún son peores para evitar este mal olor. Así que como alternativa probemos a usar las plantillas.
El contacto de nuestro pie directamente con la superficie interior del zapato hará que ésta se estropee con mayor rapidez; en el caso de sudar mucho, el desgaste será mayor y deteriorá el zapato por dentro, sin que se pueda arreglar.
En cambio, si elegimos una plantilla para evitar este desgaste, podremos cambiarla, extraerla, lavarla, etc. Y con ello protegeremos tanto la calidad de nuestro calzado como el olor.
El gato es mínimo y los beneficios son inmensos. Eso sí, hay que elegir una plantilla de nuestro mismo número, que se adapte al zapato y que sea lo más fresca posible (hay una gran variedad de materiales). Siempre está bien comprarse los pares un poco más grandes para poder añadir una plantilla a su interior, porque de la otra manera, la plantilla estorbaría al no haber casi espacio para el pie.
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