La galantería no está pasada de moda ni nunca lo estará. Sólo es más rara de encontrar hoy día lo que, si la practicas, irá doblemente a tu favor por ser de los atrevidos modernos que se permiten ser galantes sin pensar que están haciendo el ridículo.
Entre los adjetivos que van ligados a la galantería, la lista es larga pero ayudan a intentar definirla: caballerosidad, educación, cortesía o gentileza entre otras aunque la que más me gusta es humanidad. Ese gesto que hace de los humanos seres sociables y atentos para con sus féminas.
Definitivamente, la galantería es una actitud, una elegancia en las maneras y en el lenguaje. Añado con especial énfasis: una actitud gratuita. Ser galante no tiene nada que ver con segundas intenciones “a ver qué voy a obtener a cambio“. Cuando la intención es esa, no creáis que no se os ve el plumero de lejos.
Qué entendemos por galantería
La galantería nació en Francia y esa vieja galantería de elegancia de intenciones y maneras fue mal utilizada por los libertinos de todas las cortes europeas para conseguir sus conquistas (las mujeres tampoco eran unos angelitos). Pero nos interesa el presente y qué significa ser un hombre galante hoy día.
Los gestos del galante no varían: es una tradición. Lo que puede variar es la manera de entenderlo por parte de ambos sexos. Por parte de la mujer, a menudo, se siente ofendida por equivocadas ideas sobre el feminismo. Del lado masculino, hay que procurar no rozar las ideas del machismo imponiéndose aquí y allá como un guardaespaldas posesivo.
El galante con éxito es aquel que realiza esos pequeños gestos de manera totalmente voluntaria y natural. Cuando es forzado, hecho sin ganas o por obligación por lo que dirán, pierde todo el sentido y el encanto.
Las iniciativas y movimientos no deben ser bruscos sino suaves, sin revolotear alrededor de la mujer como un gallo nervioso ni asustarla siendo demasiado impulsivo ni efusivo sino controlando la situación, tomándote tu tiempo. Nada más atrayente que un hombre seguro de sí mismo y de lo que hace.
Si quieres ser galante, no preguntes: actúa. No le preguntes si necesita ayuda: ve y dásela. No le preguntes si quiere que le pongas el abrigo, simplemente cógelo y pónselo. Sírvele más vino y, si no quiere, ya te lo dirá y aceptarás su decisión sin insistir.
Algunos se preguntarán porqué sólo le toca al hombre ser galante. La mujer también tiene su parte de trabajo en este juego de educación y atenciones para dos: aceptarlo y colaborar. Ninguna de las dos partes debe hacer sentir mal al otro. Si algo no es bien recibido, hay que tener la delicadeza de hacerle entender que, por ejemplo, no hace falta abrir la puerta del coche pero con un sincero y discreto agradecimiento y una gran sonrisa.
Los gestos galantes que siguen prevaleciendo
Todos tenemos en mente los típicos gestos galantes. Si haces todo lo que voy a contarte a continuación, tienes muchas posibilidades a ser el galante del año.
Las puertas. Si estás en un sitio público (restaurante, sala de exposiciones, entrada al cine) pasa tú primero y mantén la puerta abierta desde dentro hasta que pase tu acompañante femenina. Por el contrario, si entráis en un lugar privado (en casa, la habitación del hotel), abres la puerta desde fuera y la mujer siempre pasa primero.
Esperando en un bar o restaurante a que os den la mesa, cógele el abrigo y el bolso sin miedo a parecer afeminado y así dejarle las manos libres para que coja su copa. Tú puedes manejarlo todo con estilo.
Da igual si has ido a recoger al aeropuerto a tu hermana o a tu vecina: la maleta la llevas tú, pese o no. Es cierto que muchas mujeres reaccionan mal a esa galantería, como si quisieran demostrar que ellas también pueden. Diles que eso ya lo sabes, que está fuera de toda duda pero que le vas a llevar la maleta de todos modos y muy a gusto.
No voy a hablaros de sofisticadas reverencias ni besamanos porque está fuera de lugar en el siglo XXI aunque si en alguna ocasión te da ese puntazo, recuerda que sólo se marca la intención del beso en la punta de los dedos sin que nunca los labios toquen la mano. Y no hay que levantar demasiado su mano sino inclinarse. Coger la punta de los dedos de la mano, no estrujársela
Si vas a abrir la puerta del coche, ingéniatelas para no correr pero que puedas abrirla antes de que ella salga. Un detalle que muchos olvidan es que también hay que cerrarla. Puedes quedar muy mal si le dejas cerrarla a ella.
Algunas actitudes correctas
Si hay algo que enfurece a una mujer, aunque no exista ninguna relación sentimental entre tú y ella, es que te fijes en otra, lances piropos a esa espectacular chica que acaba de pasar. Las mujeres somos sensibles en cuanto a resaltar la belleza de otra fémina, aunque estemos paseando con el hermano de nuestra mejor amiga que es un plasta. Es de muy mal gusto.
Alaba lo bueno y guárdate lo malo. De hecho es una actitud que deberíamos practicar más todos en general: corre demasiado cotilleo suelto por ahí, críticas destructivas y meteduras de pata. Todos esos programas basura de la TV que buscan audiencia sacando lo peor de sus personajes no ayuda nada ni dice nada a favor de la sociedad española. Es pura vergüenza.
Termino (seguro que os habéis dormido ya) comentando el dilema de las escaleras: quién pasa primero. Si es de subida, pasa primero la mujer (y en este caso, la vista al frente no sirve) y, de bajada, primero el hombre. Es una simple y antigua costumbre de protección por si se cae.
¿Eres galante? Personalmente, me fascina cuando un hombre es galante sin complejos. Creo que no hay más hombres galantes hoy día por razones equivocadas: por pensar que está pasado de moda, por simple timidez o por no haberlo leído en Mensencia.
Foto | Alfonso Vargas Saitua
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