Si tuviera que recomendar un calzado apto para el verano, optaría sin dudarlo por las alpargatas. Lejos de viejos tópicos e incomprensiones, este calzado es de los más agradecidos cuando llega el buen tiempo, no sólo por la ponibilidad de sus pares, sino porque permite lo que toda prenda tendría que conseguir: la comodidad.
Las alpargatas, conocidas por muchos como las palahuer (para la huerta) y también como zapatillas de esparto, es uno de los calzados que cuando llegan las buenas temperaturas salen a la calle, ya que están hechas en la suela o del propio material que las da nombre en una de sus acepciones, el esparto, o de cáñamo, al que se le suma la lona.
La variedad de colores que hay es tan grande como la propia paleta cromática, aunque las alpargatas más habituales sean las azules marinas, rojas (en especial las burdeos), un verde suave o las blancas (poco recomendadas para muchas horas ya que acaban volviéndose negras).
Además de colores lisos, tenemos muchas opciones en cuanto a diseños originales, se ven desde estrellas a divertidos muñecos. Estos pares son para los más atrevidos, yo prefiero quedarme con unas de rayas finas azules y blancas que me compré la pasada temporada.
Por si fueran pocas las ventajas en cuanto a la hora de optar por varios diseños, el precio es otro gran aliciente para optar por unas alpargatas. Dependiendo de qué tipo de zapatillas de esparto sean, los precios también varían. Desde los 5 euros se pueden encontrar algunas sencillas y pueden llegar hasta los 30 ó 40 euros si al diseño se le añade alguna marca o su fabricación sea manual.
Una alpargata azul marina combinada con un bonito chino beige hace la misma función que un buen náutico. Ambos pares cumplen un estilo y lucen perfectos. Nada de pensar que las alpargatas son para mayores, o se reducen simplemente a ciertos estilos pijos que las llevan pisando el talón, son un buena elección para el buen tiempo y para dar frescura a nuestros pies.