No sé si quienes nacieron en una década diferente a los 80 tienen la suerte que tuvimos nosotros, que crecimos entre referencias musicales, televisivas y cinematográficas únicas, con una personalidad que reconocemos ahora como exclusiva y generacional. Aprendimos qué era el mundo gracias a algunas obras maestras como Scarface, títulos más modestos pero inolvidables como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? y un buen puñado de americanadas absurdas y geniales como Viernes 13, Pesadilla en Elm Street o los Gremlins (sí, también estaba Almodóvar, pero aún éramos demasiado inocentes para ver mear a Alaska).
Los 80 fueron por excelencia la década de Spielberg, el mayor fabricante de sueños para masas planetarias que quizá ha existido nunca y, de entre sus títulos, uno de sus trabajos (en este caso tras la producción) ha conseguido convertirse en mito hasta nuestros días: Regreso al Futuro, la ciencia ficción más cachonda de la década junto a algún otro título como Howard El Pato.
El argumento básico de la saga es conocido por todos: las aventuras de Marty McFly y Doc adelante y atrás en el tiempo a bordo de una máquina especial arreglando entuertos familiares, evitando y provocando catástrofes en líneas paralelas del tiempo. Lo de recrear viajes en el tiempo no debe ser fácil, pero su director, Robert Zemeckis, decidió recurrir al disparatado imaginario ochentero, a la energía creativa sin ningún pudor propia de la época, algo desorbitada, para ambientar pasado, presente y futuro con las armas propias de la comedia y la corriente dominante de transgresión despreocupada.
La segunda entrega resulta especialmente buena porque, tras la orgía ochentera de la primera película, viajamos a un año que ahora mismo no nos quedaría tan lejos, un 2015 en California. Los coches vuelan (también los monopatines) y los carteles publicitarios en 3D directamente abordan al peatón en la calle. El vestuario es similar a una resaca de psicotrópicos: todo pretende ser funcional y estridente.
Uno de los mejores artículos son las botas Nike que McFly se calza al llegar, blancas, con el logo iluminado y ¡cordones automáticos!. Las ultrafamosas Nike MAG Shoes son todo un símbolo de la película y un nada oscuro objeto de deseo para coleccionistas y fans de Regreso al Futuro, que llevan todos estos años pidiendo una réplica comercial a los fabricantes (según Fotogramas, Nike podría sacar un modelo similar al mercado en breve).
La chaqueta de ajuste automático del protagonista también es otra gran guasa, con mangas que se repliegan hasta la muñeca y un sistema de secado con una voz automatizada que nos advierte de que "Your jacket is now dry". Es el futuro y todo tiene que ser electrónico: y si es con fines ridículos, mejor.
Doc tampoco tiene desperdicio, vestido como una Vivienne Westwood tecnológica. Es tiempo de estridencia y flúor, de un futuro clásico de formas tecnológicas, funcionales o estrambóticas pero tamizado por la visión propia de la época en la que se rodó la película, lo que ahora le confiere al diseño de vestuario un genial aire retro (vamos, un retrofuturismo de manual).
El resultado es como una mezcla de los mejores errores de Fama ¡a bailar!, LazyTown, Katy Perry o el 'Barbie Girl' de Aqua. Lo único comprensible son los vaqueros de McFly a lo largo de la cinta, el resto son prints escandalosos, cueros y tachuelas en versión supersize y restos de chatarra incrustados por cualquier parte del cuerpo. Y brillos, muchos brillos.
En una ciudad de Lady Gagas sin dinero ni criterio todo se recicla y se reutiliza, y lo que se empleó un día para fabricar el motor de un coche puede acabar como accesorio masculino, pensarían. Regreso al futuro tiene un espíritu muy teen, con guiños a tendencias callejeras juveniles como llevar los bolsillos hacia fuera, un equivalente a los pantalones cagados. La recreación del futuro no es si no cachonda, hiperbólica, aunque también quizá es porque estamos hablando de Los Ángeles... ¿cómo iba a no serlo?
La cinta tiene otras dimensiones temporales que también tienen su gracia, aunque menos. Con la vuelta a un presente que ha resultado alterado por Jeff y el almanaque con los resultados de competiciones deportivas que se lleva consigo del futuro al presente, consiguiendo una magna fortuna, la estética es el mejor de los homenajes a la caspa de Las Vegas, oros y cardados.
También nos lleva a los 50, lleno de James Deans, vaqueros altos con dobladillo y camisas por dentro, pelos engominados, botas moteras, bailes de graduación con trajes blancos y pajarita negra, Johnny Be Good, looks nerd, afeitados apurados y una referencia divertida: "¿alguien ha visto a ese patán de Calvin Klein?, ¿dónde se ha metido?", convertido en un personaje más de la película. Como todos los títulos que os traemos a esta sección semanal, éste también es altamente recomendable (nuestros respetos desde aquí a Michael J. Fox).
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