Cenar en El Bulli, mi sueño cumplido (I)

Dicen que "quien la sigue la consigue" aunque hay ocasiones en las que no se cumple. Entonces das otra oportunidad a tu objetivo, vuelves a la carga por otros derroteros y al final, lo conseguí: mi sueño de cenar en elBulli antes de su cierre definitivo se ha cumplido.

Todavía hay personas buenas en este mundo y una pareja que sí tenían reserva confirmada en el mejor restaurante del mundo me propusieron compartir su mesa para dos. Se convirtió en una mesa para tres porque, por supuesto, acepté muda de emoción.

Hay que haber ido en coche hasta la Cala Montjoi para entender el por qué del diseño de la bolsa del restaurante que veis en la foto principal. Una carretera típica del acantilado de la Costa Brava Nord llega hasta el restaurante, sin señales, sin asfalto y un montón de polvo. El encanto de los lugares especiales de acceso restringido y curvas, como el vecino pueblo de Cadaqués.

Mi consejo: prepárate con antelación a la experiencia

Si eres de los pocos afortunados que tienen reserva estos próximos y últimos meses, te recomiendo que prepares tu visita. Muchas personas acuden a esta cena de menú gastronómico tan ilusionadas como yo pero sin entender lo que supone la experiencia. Como es irrepetible, lee lo que ha publicado la prensa especializada, los diversos libros editados por elBulli y los documentales que alegraron las tardes de domingo de una servidora en TV.

Aun así, no entendí todos los 41 platos que pasaron sin prisa pero sin pausa por la mesa. Me lo advirtió una persona que ha sido comensal en varias ocasiones en elBulli en distintas temporadas y tenía toda la razón. Aunque los camareros, de una profesionalidad y amabilidad excepcionales, te presentan cada plato, saber sobre las técnicas de cocina del equipo de Ferran Adrià maximiza la experiencia.

Dress Code

No existe dress code para ir a cenar a elBulli. Puedes ir como te apetezca y vi todo un abanico de looks dispares en el resto de comensales, un total de 40. Acudir vestida de fiesta no es necesario pero vestir como irías a pasear con los niños al parque, tampoco. Una ocasión especial como ésta merece que sustituyas tu pañuelo de algodón a lo boyscout por una echarpe de seda.

Una decoración de contrastes

Nada más entrar por la puerta y dejar el abrigo al cuidado del personal, te invitan a visitar la cocina. No hace falta que te lo repitan dos veces, por lo menos a mí. Como una flecha, entré en una cocina amplia (350 metros cuadrados), minimalista y moderna.

La foto de rigor con Ferran Adrià es un gesto que se agradece enormemente. Su alegre acogida llena de complicidad con los invitados es sincera y te sientes parte de la fiesta. No quería irme de la cocina: los 47 cocineros trabajando en silencio y sin parar, una instalación de primer orden, ver cómo preparaban la tela de azúcar para el aperitivo en la zona de postres, ... un espectáculo.

Entrar en el comedor es cambiar radicalmente de ambiente decorativo. Han conservado la sala tal como ha sido siempre, con un aire retro encantador. El enlosado de antiguas baldosas, muebles de madera oscura, el pilar de pared seca hecha de pizarra (típico de la zona), las vigas del techo.

Un comedor con dos salas en las que cada mesa mantiene su intimidad. Te sientes como en casa y estás atendido como el rey y la reina de la casa. No quieres irte porque sabes que va a desaparecer. Me sentí una privilegiada desde el mismo momento en que me confirmaron la reserva. No fue una cena sino toda una experiencia de lujo: por la gastronomía y por el ambiente.

En unos días os hablaré de los platos y del menú degustación. Así que, si tenéis reserva confirmada y no queréis que os fastidie la sorpresa de los platos, no lo leáis hasta el próximo agosto cuando elBulli haya cerrado definitivamente sus puertas como un restaurante de lujo que ha marcado un antes y un después en la historia de la restauración .

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