El desfile del "Kaiser de la moda", se celebró el día 2 de julio en un irreconocible Grand Palais, convertido en ruina y con un escenario que deja ver una ciudad futurista. Demasiada puesta en escena para una colección que defraudó a la mayoría y no se mereció el calificativo de Haute Haute Couture.
En una paleta que recorre desde el blanco más blanco al negro más negro, pasando por una declinación de gris, azul marino, beige, greige y rosa palo, Chanel nos mostró una colección en la que parece que Karl ha perdido fuelle. Reminiscencias ochenteras como los vestidos, túnicas y chaquetas, siempre enmarcados por cinturones, funcionan como trío, mezclando los tweeds bordados de cintas, el ante, el tul o incluso la seda.
La colección en la que todo tiene cabida: chaquetas con hombros puntiagudos y mangas estrechas, o con hombros redondeados y mangas anchas; cuello oficial o a ras de cuello; faldas rectas y flexibles o trapecio y plisadas; vestidos largo tubo o evasés; contornos rectos o volúmenes envolventes que no hace sino volver una y otra vez a otras épocas de la moda.
Alguna novedad en las faldas y los vestidos con efecto 3D, bordados con lentejuelas o flores metalizadas, revestidos de cristales, pintados de círculos y de líneas geométricas superpuestas. A lo mejor Karl Lagerfedl necesita un merecido descanso, ya que esta colección no es para nada a lo que nos tiene acostumbrados o quizá sea una forma de transmitirnos cómo es el gran teatro del mundo según Karl Lagerfeld.
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