Se puede escuchar música clásica en casa, en el coche o en la oficina pero no puede compararse a asistir a un concierto: la emoción no es la misma. Para los que no soléis ir a escuchar un programa en directo, puede que os sintáis algo perdidos con los aplausos.
Aplaudir a destiempo puede resultar embarazoso pero no tiene demasiado secreto. Con un par de indicaciones estarás preparado para sentarte frente a una sinfónica. No aplaudir en determinados momentos del concierto no significa que nos mostremos indiferentes o decepcionados sino que conocemos y respetamos esas normas tácitas.
Cuándo no aplaudir: la entrada de los músicos
Empecemos por cuándo no hay que aplaudir porque será justo al inicio. Cuando salen los músicos de la orquestra para tomar su asiento en el escenario, no se oye ningún aplauso. Se da la bienvenida al conjunto de ellos cuando sale el director de orquestra colocándose en su podio.
También es una costumbre extendida aplaudir la entrada del concertino, el violín que entra cuando todos los músicos están en su posición y antes del director. Si se trata de una ópera, el, la o los solistas harán su entrada al mismo tiempo que el director: aplauso global de bienvenida, por favor.
Cuándo no aplaudir: durante la ejecución de la obra
Donde tienes que evitar a toda costa aplaudir es durante la ejecución de una obra. Es el peor signo de ignorancia que se puede demostrar y no te extrañe que algun asistente te reprenda. Aunque sea hecho sin ninguna mala intención, el bochorno del momento puede ser de lo más incómodo.
Es cierto que nadie nace enseñado pero hay situaciones como el hecho de asistir a un concierto que requieren un mínimo de información que se considera de hecho respeto y educación. Tampoco hay que sentirse mal. Si os pasa y un asistente os riñe u os quiere fulminar con la mirada, será él mismo quien esté faltando a la cortesía interpersonal: una vez, no es para tanto. Si te pasa dos veces, mejor escóndete bajo tu butaca.
Una obra puede tener varias partes y hasta que no se han ejecutado todas, aplaudir no es sólo una falta de cultura musical sino que puedes desconcentrar a la orquestra, al director o a la solista. Cierto que son profesionales y su poder de concentración es envidiable pero no se puede aplaudir, y punto. Lo mismo que hay que esperar que el movimiento esté totalmente terminado, unos segundos de silencio para terminar de saborearlo son de agradecer.
Los programas llevan escritos estos movimientos o partes del concierto. ¿Te suenan los Allegro, Allegro ma non troppo, Largo o Andante? Pues no hay más secreto: es eso. Algunas obras tienen tres, otras cuatro. Es entre esas partes que nunca, bajo ningún concepto, debes aplaudir. Cuando finalice, es el momento. Simplemente, espera a que los demás asistentes más expertos aplaudan: no hay autógrafo por ser el primero en aplaudir.
Ahora ya puedes aplaudir
Acabas de oír Las cuatro estaciones de Vivaldi, o el Concierto para clarinete de Mozart: ya puedes aplaudir, seguro que has disfrutado. Puede que el director y la orquestra sean generosos y hagan un bis o dos, una repetición de uno de los movimientos. Por supuesto debes aplaudir: es un plus que te han ofrecido fuera del programa.
Cuando el programa ha concluído, puede que el director (y los solistas si es el caso) entre y salga al escenario varias veces: lo hará hasta que su público deje de aplaudir o baje la intensidad de los aplausos. No quieras ser muy efusivo con las palmas porque puedes acabar destrozado. ¿Que exagero? Haz la prueba: aplaude durante 10 minutos en casa y lo comprobarás. En realidad aplaudir demasiado fuerte no es elegante.
Una curiosa excepción
Hace años, tuve la gran oportunidad de asistir a un concierto de flauta: Jean-Pierre Rampal y la Orquestra de Cámara Franz Liszt. Un lujo de actuación durante la cual, en medio de un movimiento hubo un desafortunado apagón de luz. Totalmente a oscuras, los músicos estuvieron interpretando la pieza (no recuerdo cuál) un tiempo larguísimo. La maestría de estos artistas nos dejó a todos mudos, escuchando a oscuras con una emoción contenida cómo seguían y seguían tocando como si dispusieran de gafas de visión nocturna o partituras fluorescentes.
Hasta que, obviamente, algunos rompieron ese equilibrio interpretativo. Nunca en mi vida aplaudí tanto tiempo y con tanto respeto. Todavía a oscuras.
Fotos | Cesar, Palau de la Música Catalana, Gian Franco Costa Albertini
En Embelezzia | Festival de música Les Chorégies d’Orange, Francia. Programa Verano 2010, Tannhäuser de Wagner en la Scala de Milán