Al enterarme de que el matriarcado de las Kardashian había pagado la friolera de doscientos cincuenta mil dólares al polémico David LaChapelle para que las inmortalizase en una fotografía con la que poder felicitar las Navidades, os aseguro de que no daba crédito.
Había oído hablar de las Kardashian, sobre todo de Kim, por su dudoso buen gusto a la hora de vestir, sobre todo durante el embarazo. Pero cómo no sabía de dónde procedía su fortuna he estado investigando un poco, y cuando me he enterado que las firmas llegan a pagar hasta veinticinco mil dólares para que Kim envíe un twit a sus más de catorce millones de seguidores en Twitter, no podía creerlo.
Conociendo la trayectoria de LaChapelle seguro que el encargo de realizar la clásica postalita navideña en la que apareciesen todos los miembros de la familia, le produciría, como poco, prurito.
Así que, con toda probabilidad la decisión de reforzar la idea de matriarcado, dejando fuera de la foto a todos los maridos o ex, y situar a todas las féminas vestidas de negro en lo que parece la hoguera de las vanidades camuflada de decadente casino, haya sido suya.
El resultado: ¡espectacular!, para que vamos a negarlo. Pero dudo de que las Kardashian hayan sabido interpretar la feroz y solapada crítica de esta puesta en escena, en la que el ojo de LaChapelle ha sabido capturar todos los excesos y la excentricidad humana.
Ahora que, para quien vive principalmente de prestar su nombre y su imagen, este tipo de acciones serán probablemente imputadas a gastos de representación o publicidad. ¡Extraña humanidad! ¿No os parece?
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