Se trabaja mejor con el estómago contento y, tras el menú dedustación Arola Tapas que os conté hace pocos días, ya estoy preparada y serena para explicaros el ambiente que se respira en el restaurante Arola en Sintra, ubicado en el Hotel Pehna Longa, Portugal.
Lejos de cualquier aglomeración de gente y tráfico, en este fabuloso hotel de 5 estrellas en plena naturaleza (del que hablaremos en breve) es donde se puede descansar y comer un menú elaborado con mimo en un ambiente íntimo y familiar. No es el gran restaurante formal sino al contrario: intimista, contemporáneo y acogedor.
El ambiente huele a relajación, supongo que influído por estar en una de las mejores zonas turísticas de playa en Portugal. La decoración en blanco y aluminio como anfitriones de todos los pequeños comedores da sensación de relajación simplicidad muy agradable. Las vistas a la montaña que permiten los grandes ventanales y puertas acristalados son el fondo de decoración perfecta. Lo veréis en una foto inferior.
Si algo describe este hotel es el espacio abierto: un inmenso terreno de 220 hectáreas. Uno de los caminos que salen de la puerta principal llevan al edificio del restaurante (foto superior) y abriendo la puerta te encuentras la recepción del restaurante y la cocina vista: lo pudimos obserbar todo, todo y todo.
Una decoración entre minimalista y moderna, sin elementos superfluos. Las luces indirectas azules bajo la barra y decorando la barra de entrada le daban un cierto aire futurista. Muchas ventanas transparentes, como a mi me gusta: que corra el aire y la luz natural. Pasad ahora mentalmente por el pasillo hasta el fondo de la foto. Ahí hay una sorpresa de muchos grados.
Es la bodega vista. Botellas bien elegidas que aguardan ser descorchadas por los clientes que pueden escoger sala de comedor a derecha e izquierda de ésta. Se me antojó como un monumento al buen beber, la misma idea decorativa de la transparencia y la simplicidad del lugar.
Al final del pasillo está la zona central de comedor, un lugar tan agradable que te encuentras como en casa. Hay la posibilidad de una mesa en la sala o en un apartado privado como el que véis en la foto inferior. Una cortina semi-transparente hecha con tiras de cadena metálica cierra el comedor-burbuja sin privarte ni de la luz natural ni de la vista.
Como podéis comprobar en la foto, es curioso cómo realmente los comensales disfrutan de su privacidad sin sentirse encerrados. La experiencia me encantó. Puedes optar por cerrar completamente la cortina o sólo parcialmente.
Si os fijáis en la foto superior, el comedor-burbuja queda a la derecha y podéis imaginar las vistas del comedor comunitario. Como suele pasar, las fotos no hacen justicia a la luz y el paisaje que nos hicieron compañía. El blanco de la decoración y la vajilla acentúa más aun esa claridad.
La vista desde el ángulo donde está la camarera, la terraza es perfecta para aperitivos o cafés tras la comida. Supongo que en verano apetece estar al exterior toda la comida. Nada como el contacto con la naturaleza estando de relax y ocio.
Lo que parece una carpa al fondo del jardín es un espacio fijo donde se celebran sobretodo bodas y recepciones, formando parte del edificio del hotel. Al principio estaba completamente al aire libre pero el capricho del tiempo en cualquier estación del año acabó de convencer a los organizadores a cubrirlo de manera permanente pero siempre con la máxima idea de transparencia y vistas.
El restaurante es un lugar donde dejar pasar el tiempo lánguidamente, dejar el reloj en el bolsillo y disfrutar de sus cócteles y platos.
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