Encuentro con Henar Iglesias, artesana de arte plumario

Ayer, tuvimos la suerte de conocer a la que, probablemente, sea la última artesana en arte plumario de España. Henar Iglesias, de treinta y un años, opto por estudiar matemáticas mientras trabajaba a media jornada en una sombrerería.

Hija apasionada del diseño en todas sus variantes, Henar recibe a Embelezzia en una casa-taller llena de vida donde las paredes encaladas conviven con las vigas de madera y las tarimas de pino. Tras ofrecernos un energético y recién exprimido batido de frutas, comenzamos a hablar.

¿De dónde te viene esta pasión?

Nací en el mismo año en el que mi madre, Charo Iglesias, se empeñó en aprender el oficio de la sombrerería de forma autodidacta - aunque contó con los sabios conocimientos que supieron transmitirle unos sombrereros jubilados. Heredé el oficio observando. Durante mi infancia tuve pocos juguetes: uno de mis primeros juegos fue pasar los alfileres de un alfiletero de un lado a otro. Mi cofre de los tesoros era una caja donde mi madre guardaba antiguos apliques para sombreros realizados en pluma. Recuerdo, sobre todo, una caracola realizada en tarlatana (gasa muy encolada) recubierta por barbas de pluma de avestruz, que se habían ido añadiendo una a una. Era un trabajo fascinante que me tenía hipnotizada durante horas”.
Había cumplido once años, cuando, un buen día, oí lamentarse amargamente a mi madre: “¡Casa Bustos hecha el cierre! Ya no quedan talleres. ¿Dónde se supone que voy a poder seguir abasteciéndome? Sin pensárselo demasiado, alquiló una furgoneta y la llenó hasta los topes. “¡Para poder ir tirando”, dijo”.

¿Y las matemáticas?

El arte plumario no existía como optativa; ni siquiera en Londres, París o Milán. En casa, la formación no era una opción. Mis padres insistían en que tuviese una carrera universitaria. Así pues, me incliné por estudiar matemáticas mientras trabajaba a media jornada en la sombrerería de Charo. Mucha gente sigue sin entender que estuviera tantos años estudiando una carrera tan difícil para luego no ejercer. Supongo que se trataba de compensar el esfuerzo mental con el manual. Aunque, pensándolo mejor, antes de que las manos se pongan a funcionar, hay mucho trabajo mental”.
Aprendí intentando restaurar aquellas piezas, y la experiencia me ha demostrado que para aprender bien este oficio hacen falta, por lo menos, tres años para dominar la técnica, y luego dos años de práctica. En realidad, bien mirado, es como una carrera universitaria. Por eso, suelo decir que me licencie al mismo tiempo en las dos materias (risas). El dominio del color y de la composición se puede ir educando en paralelo aunque, como te decía, para trabajarlos bien hay que dominar la técnica”.

Háblanos de tus creaciones...

A la hora de plantearme una nueva creación, lo primero en lo que pienso es en la composición, en distribuir de manera adecuada todo el material del que dispongo, teniendo en cuenta el color (separo los tonos en cuatro), el tamaño, las texturas, las tonalidades, el espacio (a medida que vas trabajando vas viendo los huecos, que te “piden” dónde poner una nueva pluma)”.
Las plumas se colocan siguiendo un campo vectorial, donde cada vector indica la posición de una pluma. Para el diseño del dibujo se tiene en cuenta que los cambios de ángulo de los vectores sucesivos no sean muy bruscos y se vayan camuflando las zonas encoladas. Esto se complica cuando trabajamos en volumen”.
Las plumas se pueden rizar con las uñas, con cuchillo o tijera (como si fuesen los lazos de un paquete). A las más largas para que se curve el caño hay que aplicarles vapor para que se ablande y ceda, luego se pegan muy bien sobre una superficie de fieltro. El fieltro se plancha y se da forma mediante planchas de hierro de las antiguas, que son las que más presión y calor dan, luego se cose alambre de sombrería en los bordes del fieltro para poder ir dándole forma y volumen”.
Yo prefiero no tener que teñir las plumas, usarlas al natural. Si no queda más remedio y hay que teñir, si es con tinte caliente, a menos de ochenta grados, para que no estropee la queratina. El problema de los tintes fríos que uso, anilinas, que se diluyen en alcohol y se mezcla con agua resultan muy tóxicos y hay que utilizar mascarilla para no intoxicarse, pero consiguen colores muy vivos”.

¿Quiénes son los principales enemigos de las plumas?

La polilla es el enemigo número uno de la pluma. Lo mejor para combatirla es el alcanfor, que es lo que se ha venido utilizando toda la vida, pero recientes estudios han descubierto que es muy nocivo, y que puede provocar cáncer. En la actualidad, en los herbolarios existen unas planchas adhesivas impregnadas de hormonas de polilla que son capaces de atrapar a los machos de las polillas, y que han demostrado ser de lo más eficaces durante tres meses. Otra opción sería proteger las piezas dentro de una vitrina de cristal herméticamente cerrada, si no está sellada entonces deberá llevar dentro unas hojas de laurel, que si está fresco resulta operativo durante seis meses, luego hay que renovar las hojas. Los otros enemigos contra los que tiene que luchar la pluma son el roce y la humedad que es capaz de degradarla mucho. La pluma es como el pelo, envejece más lentamente que el soporte donde está anclada”.

¿Quiénes son, en el mundo, los que más saben de plumas?

Para los mayas, el lujo era algo necesario. En culturas precolombinas, la pluma era pues un lujo que se asociaba con dignidad, poder, y jerarquía. Existían granjas donde se criaban estas aves. Cerca de ellas siempre había niños a su alrededor, para estresarlas y que perdieran las plumas. Sus criadores eran personas muy doctas que sabían hasta qué había que darlas de comer para obtener los colores en el plumaje que necesitase el artista. Lamentablemente, con la llegada de los conquistadores su conocimiento fue mermando, y como la economía era lo que siempre primaba, empezaron a mezclar las plumas con la pintura (por ejemplo, diseñaban cuadros de santos en los que pintaban las caras y las manos, dejando las plumas para el revestimientos de capas, casullas o mitras)”.
En México, aún hoy, el nivel de la artesanía en arte plumario nos das cien mil vueltas. Utilizan la pluma de colibrí tornasolada, teniendo en cuenta los fenómenos ópticos de las reflexiones de la luz que provocan la iridiscencia en las plumas en función del ángulo desde donde se las observan. Los museos están plagados de obras realizadas con arte plumario. La gente se nutre de lo que ve, por lo que es normal que en muchos pueblos sigan existiendo talleres, y que en las familias se herede este oficio. Existen incluso artesanos capaces de reproducir en miniatura grandes obras de artistas internacionales consagrados, por ejemplo, una miniatura del Guernica de Picasso. ¡Espectacular!”.

¿Con qué estás ahora?

Estoy trabajando en un proyecto precioso. Se trata de unos talleres para niños, para que jueguen a aprender un oficio – como yo hice cuando era pequeña. Serían los sábados por la mañana, cada quince días, para que los padres puedan ir de compras o a los museos. La idea sería desayunar todos juntos, y luego ir aprendiendo a clasificar las plumas, a darles formas, a pegarlas, etc. He calculado que para que los niños puedan de verdad aprender, deberían ser niños de por los menos diez años de edad. Además haremos un repaso por otros oficios con otros artesanos”.

¿Un deseo?

Sería divertido participar este año en Casa Decor. Colaborar con algún interiorista consagrado, y hacerle una pared o el techo de una habitación forrado de plumas. Quedaría precioso!”.

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