Los diamantes se clasifican por una escala de color que va de la D a la Z
- DEF: diamantes incoloros (los de mayor calidad)
- GHIJ: diamantes casi incoloros
- KLM: diamantes con matices sutiles de color
- NOPQR: diamantes amarillos muy claros
- STUVWXYZ: diamantes de amarillo claro a amarillo
Los diamantes transparentes son más baratos si presentan tonalidades amarillentas, mientras que los diamantes rosas o azules pueden ser notablemente más caros. De todos los colores, los rojos son los más raros y valiosos.
Los diamantes coloreados suelen presentar impurezas o defectos estructurales que son los que causan dicha coloración.
Los diamantes del tipo I tienen el nitrógeno como impureza principal, y se caracterizan por su fluorescencia.
Los diamantes del tipo II contienen pocas o ninguna impureza. Suelen ser de color rosa o marrón. Ese color proviene de los defectos estructurales que se crean durante el crecimiento del cristal. Estos diamantes, muy raros, provienen en su mayoría de las minas australianas, y son conocidos en el argot con el nombre de “Fancy Color”. El grado de color que exhibe un diamante es uno de los factores que afectarán a su precio final.
Los expertos o los laboratorios de gradación poseen un conjunto de piedra maestras (“masterstones”), cada una con un grado de color determinado, que son las que son usadas como referencia. Un conjunto típico de piedras para la gradación consiste en cinco diamantes, cada uno de los cuales se diferencia del anterior por un incremento de dos grados. Por ejemplo: EGIKM. Los diamantes con un rango de color normal, se gradan “a granel” (todos juntos), con la tabla hacia abajo y las facetas mirando hacia arriba.
Los diamantes que tienen colores considerados como de fantasía son gradados aparte, mediante un sistema de color diferente, parecidos a los que se usan para grabar al rubí, al zafiro o a la esmeralda.
Un color pobre no es motivo suficiente para desechar un diamante si el resto de las características estructurales y de tamaño son buenas. Un diamante coloreado puede ser más útil como gema que como diamante de grado industrial.
La talla de un diamante es esencial para que éste refleje la luz, y se determine lo brillante que puede llegar a ser. Una buena talla hará que, entre faceta y faceta, se amplíe el brillo.
Existen varios tipos de tallas. Las más conocidas son la talla marquesa, la esmeralda, princesa, carré, en forma de corazón, de pera, oval o triangular.
La corona es la parte superior de un diamante (vista occipital) y aloja la faceta más grande o “mesa”; así como las facetas en estrella, en bisel y las facetas superiores.
La parte inferior del diamante que aloja las facetas principal, la inferior y el “culet” se denomina “pabellón”.
El “cintillo” o filetín es donde se une la corona al pabellón. Por lo general, tiene una apariencias cerosa, y puede tener varios tipos de grosor (desde muy delgado hasta muy grueso) e influye en el peso final que pueda llegar a tener el diamante.
El “culet” es el punto donde convergen todas las facetas del pabellón. Si observamos un diamante de frente, con la ayuda de una lente, el culet se aprecia como si fuese un punto central al fondo de la piedra. La medición entre la mesa y el culet es la que determina la altura de un diamante.
El pulido se refiere al lustre y al terminado de las facetas.
La simetría es una característica que se refiere a la posición y alineamiento de las facetas. Esta determinante a la hora del brillo.
Las tallas más populares son las redondas que hacen resplandecer el brillo de los diamantes, las cuadradas, que incrementan visualmente su tamaño, y los tipos esmeralda o rectangulares (que son considerados como los más sofisticados).
El quilate es la medida de peso del diamante. El origen de la denominación de “carat” (quilate) proviene de la antigua tradición india de pesar los diamantes con granos de algarrobo pues, aparentemente estos son muy homogéneos en lo relacionado con el peso. Posteriormente, los griegos adoptaron estas medidas. A ellos se debe el vocablo “ceration” (cuatro granos), que los árabes tradujeron por “qirat”.
Pero no sólo el peso será quien determine el valor de un diamante. El color, la talla, la pureza y el equilibrio son las características principales para determinar el valor de esta piedra.
Como os explicábamos al principio, un quilate equivale a 200 miligramos, por lo que un gramo equivale a cinco quilates.
Cada quilate, a su vez, se divide en cien puntos. Así pues, un diamante de veinticinco puntos equivale a un cuarto de quilate, y un diamante de cincuenta puntos es como hablar de un diamante de medio quilate. (Nota: quilate en inglés se dice “carat”, y su abreviatura es “ct”).
Mientras que sólo un diamante entre un millón es de un quilate, sólo uno entre cinco millones tiene dos quilates, y sólo uno entre quince millones llega a los tres quilates. Sin embargo, existen diamantes como el “Hope Diamond” que alcanzan los cuarenta y cinco quilates o el “Golden Jubilee” que llega a pesar la grosería de quinientos cuarenta y seis quilates.
En resumen: El peso en quilates no determina por sí solo el valor de un diamante. Cada diamante, sea grande o pequeño, debe estar tallado para lograr el equilibrio perfecto entre brillo, dispersión y fuego. La precisión de la talla, la simetría y el pulido influyen en gran medida en el aspecto general de un diamante. Dos piedras de igual peso pueden variar mucho en su precio, por las diferencias de calidad.
Curiosidades
La compañía comercializadora de diamantes más poderosa del mundo es De Beers. Se trata de un monopolio que, en alguna ocasión, llegó a poseer hasta un noventa por ciento del mercado de diamantes en el mundo. No venden sus clientes a cualquiera, y convertirte en clientes es algo muy difícil de conseguir. Sólo se consigue cuando vas de la mano de alguien, que responde por ti.
Para fijar el precio de los diamantes existe una guía conocida como Rapaport (Guía de la Bolsa de los Diamantes), cuya creación se debe a Martin Rapaport, un empresario estadounidense de origen húngaro, que en el año 1978 elaboró la primera lista “objetiva” con el precio de los diamantes. Es una manera de evitar la subida de los precios gracias a las publicaciones semanales de unos boletines, valorados en dólares americanos, que permite a los profesionales del sector tener una guía en compra-venta de las piedras.
Las cotizaciones Rapaport toman en consideración tres de las cuatro “C”: Carat, Colour y Clarity. Con ellas se elabora una base a la que luego se añade también la 4 C, la talla y el certificado.
Como institución internacional, la guía Rapaport con frecuencia se ve obligada a enfrentarse con algunos colosos de la industria diamantera empeñados en afirmar que sus piedras son absolutamente incomparables.
La creadora del famoso slogan “Un diamante es para siempre” (A diamond is forever) fue la escritora Frances Gerety. En 1948 la compañía De Beers encargó a la agencia de publicidad N.W. Ayer & Son una campaña que duró muchos años y que se empeñó en hacer creer a la gente que un diamante era el símbolo del amor eterno.
Entre los americanos, un buen anillo de compromiso debe valer el equivalente a dos meses de sueldo. En Japón, tres meses de sueldo.
Todas las monturas deberían estar hechas en función de la medida de la piedra. La piedra queda siempre sostenida por el cinturón, para no impedir el paso de la luz que entra y salde del diamante.
Se ha calculado que, durante toda su vida, una mujer admira su anillo de compromiso como mínimo un millón de veces. Hay que procurar que esta experiencia sea siempre grata.
El diamante, además de ser la piedra preciosa más popular en lo relacionado con las sortijas de compromiso, es la joya indicada para regalar en el aniversario de los primeros diez años de matrimonio, y en el de los sesenta.
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