En todos los países francófonos, la cena de Navidad se termina degustando uno de sus famosos troncos que ellos llaman “bûches de Noël”. Esta tradición culinaria reproduce un rito ligado a la celebración del solsticio de invierno que se instauró en la Edad Media, y que ha acabado extendiéndose por toda Europa hasta nuestros días.
La costumbre quería que se quemase en el hogar un gran tronco que debería consumirse lentamente. El tronco debía provenir de árboles frutales, y para que garantizase una buena recolección al año siguiente se regaba con vino, leche, miel o con sal. Con el tiempo, la familias empezaron a esconder en estos troncos castañas, ciruelas pasas o chucherías para que los niños las encontraran.
Situado en la calle que lleva el nombre del santo patrón de los panaderos y pasteleros (Saint Honoré), el hotel Mandarin Oriental de París, debía, por fuerza, presentarnos una propuesta de “Haute Pâtisserie”. Sus “Sarments” (sarmientos) forman un elegante manojo de biscuits de chocolate, sin harina, fruto de la colaboración de su Comptoir des Pâtisseries con el diseñador belga Ronay Fischler. Se trata de una creación que sólo se fabrica por encargo.
El bosque, los troncos, el fuego… detrás de toda esta temática de las “bûches de Noël”, los pasteleros y chocolateros parisinos intentan atraernos hacia muchos de estos tesoros de la pastelería para acabar el año “quemando” todo lo malo.
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