El Sr. Laserna fue mi profesor durante la E.G.B. (que no quiero ni averiguar a lo que corresponde actualmente) y nos daba clases de asignaturas nada ortodoxas, por cierto de mucho mejor provecho que algunas de las tradicionales, completando un planning de lo más curioso.
Una de éstas eran las clases de Urbanidad que nosotros nos tomábamos como anécdotas divertidas porque, a los ocho o diez años, nos sorprendían sus ocurrencias como dejar salir antes de entrar.
Lo cierto es que algunas enseñanzas quedaron grabadas y ahora, cuando camino por la acera y se acerca una persona mayor, la dejo caminar del lado de la pared y yo voy por la parte exterior, la de la calle, para dejarle educadamente la zona de más seguridad.
De hecho, es la misma regla de protocolo que seguirá un caballero que acompaña a una dama por la calle. Es la ventaja de ser mujer: si un florero cae de una ventana o un estúpido al volante pasa demasiado rápido sobre un charco, recibirá los daños el caballero, que por algo se supone que es nuestro protector.
Insistía mucho de que nuestro lado correcto al cruzarse con alguien en una calle o pasillo es la derecha, como todos sabemos, y sobretodo evitar los codazos, tropiezos y empujones. Pues será que no había estado nunca en Japón donde la gente va por su izquierda. Y además a toda velocidad porque siempre hay prisa.
En el país nipón, en los pasillos de las galerías comerciales, en el metro o en las calles comerciales donde está a tope de gente instintivamente los occidentales vamos por la derecha y todo el mundo se te echa encima porque vas por el lado erróneo según sus costumbres. Bueno, es lo divertido de viajar.
Una vez, el profesor nos dividió en altos y bajos (esa edad no es equitativa: los hay muy altos y muy bajos, todos mezclados) y nos sacó un paragüas. Fue divertido averiguar que, cuando hay que utilizar el paragüas y cruzarte con la persona que viene en tu dirección, el bajito baja el paragüas y el alto lo eleva un poco para así no chocar.
¿Verdad que en Madrid todos son así de corteses? Vale, en Barcelona tampoco todos. En fín, son normas sencillas de cortesía para interactuar con la gente que nos rodea que no cuestan nada de seguir y aportan vibraciones muy positivas. Voto por sustituir el latín por este tipo de enseñanzas.
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