Teniendo en cuenta que sois lectores de Embelezzia, supongo que todos estaréis de acuerdo conmigo cuando digo que la elegancia y el refinamiento son cualidades que deberíamos ir aprendiendo a apreciar desde la más tierna infancia. Por ese motivo, hasta ahora era una costumbre bastante habitual que los abuelos o padrinos regalasen con motivo del nacimiento o del bautizo de un nuevo bebé en la familia, el clásico sonajero o la cucharita de plata.
Para hacer de estos momentos concretos un recuerdo único que perdurase en el tiempo, los plateros u orfebres solían grabar estas pequeñas piezas de plata con la fecha o las iniciales del niño. El objetivo era perpetuar la emoción de un día muy especial en el tiempo.
Desde su nacimiento, a mediados del siglo XIX, la maison Christofle ha ido desarrollando un universo lleno de objetos emblemáticos, realizados en plata para acompañar los primeros pasos de los más pequeños de la casa. Stefany Bellamy ha diseñado para Christofle objetos refinados y exclusivos, reflejos de una elegancia y de un savoir-vivre que se transmite de padres a hijos, como una herencia, o como una promesa de lazos que unen de forma perenne a quien los regala con quien los recibe.
Con su servicio de té en miniatura, inspirado en la línea Albi de Christofle, los responsables de la firman pretenden aportar un toque de lujo a las meriendas de los más pequeños de la casa, cuando quieran jugar a las casitas.
Colocados sobre una resplandeciente bandeja, la tetera (que más bien parece una cafetera), la jarra para la leche y el azucarero de plata, probablemente, se conviertan en espejos donde se verán reflejadas la ilusión y la emoción de los peques, que estarán encantados de emular a los mayores, rodeados de brillos.
Personalmente, he de confesar que tengo el gusto partido entre la atracción y el rechazo. Viendo las fotos que Christofle ha colgado en su página web, en las que podemos ver la estupenda merienda infantil que organizó para presentar esta línea, me parece todo una pocholada.
La elección del espacio, el montaje de la mesa, el guiñol, el taller de pasteles... todos son instantes preciosos para el recuerdo. Por otra parte, no puedo evitar escandalizarme un poco ante la idea de hacer vivir a nuestros hijos en una realidad que ya sólo es válida para unos pocos afortunados. Aunque, por otro lado, también sería una pena que se perdiesen la visión de un estilo de vida, que aunque no es para todos los días, no podemos dejar de obviar, fingiendo que nunca existió. ¡Qué complicado es todo!
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