Hace 200 millones de años en el Himalaya había un enorme océano... ¿parece un cuento verdad? pues lo que empieza así no es más que la historia de la sal L'Himalayen, una sal fósil que se recoge en los vestigios de este océano de cuento del que os hablaba, lo que la convierte en una sal con una pureza extraordinaria y única al proceder de un óceano que no estaba contaminado.
Pero su valor no sólo radica en su pureza sino también en el sabor, textura, y color. Tiene un sabor delicado y sutil más ligero que la sal habitual además su textura no pertenece a la de la sal fina ni a la de la sal gruesa sino que tiene una textura media y extraordinariamente crujiente (lo que facilita su presentación) y en cuanto a su color está caracterizado por el contenido en hierro de esta sal lo que le aporta ese mágico y romántico color rosado que la caracteriza.
Pero L'Himalayen no sólo es apasionante por su historia o su sabor, también por su presentación que potencia todas sus características: se presenta en molinillos de 90 gramos, bien sóla o bien combinada con otras sustancias de igual pureza como vainilla de Tahití o pimienta de Espeleta.
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