No hace falta ser un experto en protocolo ni etiqueta para saber comportarse correctamente en determinados actos públicos. Se dice que hay crisis de educación entre los niños y adolescentes pero a veces los adultos damos el peor ejemplo.
Como os conté un anterior post, cuando asistí al desfile de Alta Costura Noviasen ocasión del Luxury Market estuvimos esperando largo rato a que comenzara el desfile.
Como iba sola y no tenía a nadie a quien acribillar con mi verborrea, sólo me quedaba observar con discreción: muchas sandalias con tacón, preciosas y a la moda; vestidos de cocktail y estolas ligeras sobre los hombros; y complementos más o menos acertados.
Como será que lo que bello llama tanto la atención como los detalles que no deberían existir. Bocas mascadoras de chicle, personas resfriadas en primera fila sonándose la nariz escandalosamente (no visiten nunca Japón o les deportan) y demasiadas gafas de sol utilizadas como diademas.
Me permito recordaros que estábamos en la capilla del Castell de Peralada: si eres creyente o practicante, todo a la vez o nada de ambas cosas, es personal. Pero no resta importancia sobre el hecho de que es un lugar donde hay que mostrar cierto respeto y sobriedad: en caso contrario, no entres.
Aunque la persona apostada en la entrada como responsable de la organización accediera a ello a quien preguntara, ¿cómo se le ocurre a la gente entrar con la copa de cava o la del cóctel de vodka que servían en la exposición?. Algunos sí lo evitaron aunque no supe si al entrar o al salir. Corramos un tupido velo.
Un señor estuvo en el desfile, antes y durante, sentado en su silla con las piernas estiradas sobre la alfombra roja, como en la terraza de su casa. Cuando aparecía la modelo y empezaba a andar hacia donde se encontraba, retiraba las piernas y al rato volvía a colocarlas estiradas: un montón de fotos enseñan sus zapatos.
Aunque son detalles, son importantes y no pasan desapercibidos. Pero lo que realmente me hizo pasar vergüenza ajena fué el abandono del lugar por parte de muchos espectadores (supongo porque no les gustó o se aburrían, no sé cómo) en el momento equivocado.
Es totalmente aceptable que hubiera gente que decidió salir: no es obligatorio que te guste. Pero en grupo, añadiéndose más gente porque los otros desconocidos salían y así aprovechaban (como ovejas tímidas) con las modelos a media pasarela, en un lugar tan íntimo como el que tuvimos la suerte de tener (primera fila, a pie de pasarela): rotundamente no. Es una falta de respeto por su trabajo.
Añadid el ruido de tres pares de tacones altos, que no sonaban nada lejanos sino más bien estrepitosamente cercanos, y tenéis el cuadro visual. Podrían haber esperado entre pase y pase. O salir más discretamente pasando más pegados a las capillas laterales y de puntillas. Pero no tuvieron ese detalle y, en dos vergonzosas ocasiones, estábamos más pendientes de los que estaban saliendo que de la modelo.
En fin, como remate final, no hay que ser un entendido en la materia para acudir a una feria de lujo y a un desfile de alta costura con unos pantalones lástecs y náuticas (todo junto), jersey de rayas marineras bien anchas o con camisa arrugadacomo un acordeón (delante y detrás) que no sea de riguroso hilo y vaqueros rotos (de moderno, nada tenían): eso es pasotismo puro.
Bravo a los jóvenes señores que acudieron con una impecable camisa a rayas anchas de colores estivales y corbata a juego (lucían impresionantemente), y sin vaqueros. Y a las señoras que se tomaron la molestia de maquillarse y (¡ay, por favor!) y peinarse dignamente. Sea un evento de lujo o cualquier evento, hay mínimos que no hay que olvidar.
En Embelezzia | Apuntes de buenas maneras para el gentilhombre moderno