Una mala experiencia de compra: en busca de unos gemelos de compromiso


Os voy a contar una muy mala experiencia de compra. Además, en un momento que debería ser más que especial. La ha compartido una de nuestras lectoras más fieles, Noelia. ¡Gracias de verdad! Os sitúo, buscaba un regalo de compromiso para su chico y eligió unos gemelos.

Un regalo clásico, elegante, un acierto. Pensó en acercarse a Tiffany & Co., y tras ver en la web muchos modelos increíbles, se acercó. No había casi ninguno que fuera de su agrado y, salvo un par, todos los que ella había visto no estaban en España. Colecciones internacionales. Tenían que enviarlos, si es que lo hacían, tardando cinco días y haciéndola ella, no la joyería. Muy buena atención, eso sí.

Decidió acercarse a la calle Serrano de Madrid, el lugar casi con más joyerías por metro cuadrado. En Nicol’s no le mostraron ningún modelo con un precio inferior a los 3.000 euros, la fabricación propia fue su excusa; en Grassy, hasta maleducadas las dos responsables, mirando mal, y dando por supuesto que nuestra lectora no iba a comprar. Señoras, es una joven periodista que trabaja en un canal internacional.

Al final, en Cartier, en el córner de El Corte Inglés, el lugar que se ha convertido en el rincón del lujo de Madrid. En Cartier le mostraron todo sin compromiso, atendiéndola en exclusiva, y pudiendo elegir cualquier colección. Le mandaron a casa por mail el diseño elegido para volver a verlo, consultarlo. Y regresó.

El packaging resultó espectacular, la sorpresa, perfecta. ¡Felicidades! Desde aquí mi más sincera enhorabuena a la nueva pareja comprometida.

Un dato que añadir, y del que nos queda mucho por aprendir no sólo en Madrid. En Nueva York, por poner un ejemplo, las mujeres que acuden al Meatpacking District (la zona más exclusiva) a comprar van con la ropa más cómoda que encuentran, sin maquillar para no manchar ninguna prenda. A nadie miran mal, atienden sin dudarlo. Y todas compran.

En Madrid, a mi también me ha pasado en Prada y Bottega Veneta, te revisan de arriba a abajo, casi un excrutinio, condicionan tu estancia en la boutique y salvo en muy pocas ocasiones, el servicio es casi reservado a sus rostros conocidos.

Desde aquí, en serio, revisemos los comportamientos del siglo pasado, anticuados, porque nunca sabemos quién entra a una tienda, ni qué busca, ni lo especial que puede ser esa búsqueda para esa persona, ni lo que puede pedir. Las sorpresas existen. Y una mala impresión puede echar para atrás la imagen de toda una firma.

Imagen | Cartier

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