Parece que una de las tendencias que ha pegado con más fuerza esta temporada - aunque quizás no con tanta fuerza como los estampados florales y lo étnico - ha sido El Lejano Oriente, desde la India hasta Japón. Esta inspiración suele ser muy recurrente para los diseñadores puesto que une lo exótico con la belleza de los preciosos estampados y de las originales prendas y formas con las que se visten en aquellos países.
En el desfile de Hermès centraron su colección en la India, luciendo todas las modelos unos nada favorecedores turbantes, para acompañar preciosos saris y trajes con cuello mao. Pero el resto de colecciones se fijaron más en Japón, utilizando vestidos con gran cantidad de tela, holgados y de gran caída al modo de kimonos o haoris (prendas tradicionales japonesas), como Armand Basi, Lanvin o Malo, otros han tomado el obi como prenda estrella (es la faja ancha con la que se ata el kimono), como por ejemplo, Alessandro dell'Aqua, Alexander McQueen o, de una manera muy modernizada, DKNY.
Otros diseñadores han prestado más atención a los estampados típicamente japoneses, como las flores (vistas en el desfile de Carolina Herrera o Alessandro dell'Aqua) o las ramas de árbol (de nuevo Alessandro dell'Aqua). Los brocados utilizados en la colección de Christian Dior o en algunos vestidos de Giambattista Valli también nos evocan aquel país, así como los buzos estilo pijama de Prada.
De manera menos sutil, pero igualmente eficaz, Elio Berhanyer en Pasarela Cibeles decoró con geishas los vestidos de gasa y Alexander McQueen hizo desfilar a algunas modelos con máscaras de samurai. Ese vestido ha tenido un gran éxito entre las celebrities, y se lo hemos visto a Katie Holmes, Sienna Miller y Lucy Liu.