Decepción podría ser el resumen sintético para quienes sean muy vagos y no quieran leerse el post entero. Dita Von Teese sería el segundo término en esa frase. La fiesta Cointreau en Madrid sería el tercer elemento para terminar esa sinopsis vertical que cada día más buscamos en Internet por el escaso tiempo disponible.
El otro día estuve con unas amigas en la fiesta que Cointreau (ricos cócteles) organizó en Madrid (a la cual os dimos la oportunidad de asistir con el Club Cointreau) con motivo de la presentación de su explosiva embajadora: Dita Von Teese. Así que solo por el hecho de conocerla en persona había que prestarse a ir a la fiesta, #sinseryonadadeeso, que la verdad, es que estos saraos me aburren como el que más y nunca voy.
Sé que muchos de vosotros tenéis en un altar a Dita Von Teese, por mi parte no, ni antes ni después de la fiesta. No me impresionó como esperaba.
Fue elegante, fiel a su estilo vintage eterno con unas joyas dignas de alguien con una imagen pública de su talla pero nada más. Vestido violeta de manga larga transparente. El reiterado contraste entre su melena negra, labios rojo pasión y tez blanquecina (no, no es tan clara como parece, y sí, es más baja de lo que aparenta). El de Madrid fue su look más comedido de todos en su gira mundial.
Lo que no dejo de sorprenderme de estos eventos es la cantidad de fotografías y flashes que se disparan cada segundo. Todo tiene que ser captado, todo tiene que ser contado o plasmado en una instantánea para mostrar a los nietos (hoy en día a los visitantes de cada blog). Cada centímetro de los looks de las personas son fotografiados sin perder detalle. ¡Qué tiempos aquellos en los que no existían las cámaras digitales (menos aún las réflex)! La privacidad existe y más aún disfrutar de una noche sin fotografías.
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