A Rosie Huntington-Whiteley le pasa un poco como a Miranda Kerr: que de profesión son técnicamente modelos, pero no pertenecen a la élite de maniquíes que dominan el mundo de la moda. Ellas son más chicas Victoria y menos de belleza rara. Menos trendsetters hasta la médula y más de estilo convencional. Rosie me gusta especialmente porque dentro de lo comercial es especialmente hábil para combinar prendas e inventarse estilos.
No es Sasha Pivovarova con sus estrañas mezclas eslavas, ni Freha Beja con su deje siempre andrógino. No tiene las rarezas estilísticas de Coco Rocha o tira de punk divertido a lo Chanel Iman. Pero me gusta. Porque es british en su justa medida.
Y es que como buena inglesa, a Rosie le encantan esas combinaciones tan propias de Kate Moss: vestidos largos con toreras broacadas o de pedrería que suele adquirir, cómo no, en Topshop.
¿No me digáis que no peca un poco de boho folk?
Aunque cuando quieres es la más lady de todas.
A pesar de ser brutalmente sexy no abusa demasiado de su condición y los minivestidos le quedan cortos y apretados en su justa medida.
Suele elegir muy bien los complementos.
Y es gra fan de los tejidos brillantes.
Este año la hemos visto en multituda de actos, y destacó especialmente el día de la presentación de la colección de Matthew Williamson para H&M.
Personalmente, mis musas particulares en el terreno de las modelos han sido siempre Karen Elson y Erin O'Connor, pero ellas juegan ya en la liga icónica.
Como recién llegada, fresca y de estilo accesible y copiable, me quedo sin embargo con Huntington-Whiteley.
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