Ayer mismo daba por finalizada la Semana de la Moda de Londres, uno de los circuitos internacionales que más fuelle está perdiendo en estos últimos años, y ya está en los ránkings por debajo de la Pasarela Cibeles. Una pena. Londres siempre fue una ciudad transgresora y de vanguardia y sigue dando grandes diseñadores como Erdem, Aquascutum o Duro Olowu, pero también alberga propuestas desalentadoras y de escasa salida comercial.
Pero el front row de la ciudad del Támesis va a contracorriente y cada día está más nutrido de gente interesante, fiel refeljo del espíritu desenfado y atrevido de la capital británica. Las celebrities que se sientan en las primeras filas no son famosas de segunda. Almenos son hijas del rock, como Peaches Geldof, Lizzie Jagger, y Kimberly Stewart. Agyness Deyn, que siempre da mucho juego a falta de miembros de la realeza (allí les pasa como en España, que no van, bueno, van las hijas de Sarah Fegurson, pero no cuentan). O, como no, Alexa Chung.
La misma que va a todos los festivales habido y por haber. La misma que se codea con las élites y es una especie de Cory Kennedy en versión refinada (y limpia). Esta semana además de sentada al lado de Emma Watson o Mischa Barton, la hemos visto desfilar para Vivienne Westwood.
Y lo hizo bastante bien, de hecho se supone que es modelo, o lo era, aunque su carrera se limite a un par de portadas en la edición teenager de Elle y Cosmopolitan, y campañas publicitarias de marcas no relacionadas con la moda.
Y junto a su amiga Daisy Lowe, hija de Gavin Rossdale, actual marido de Gwen Stefany, con la que aquí la vemos en el backstage. Estupenda, con un vestido marinero de rayas, de esos sencillitos de algodón, y una torera de tercipleo ribeteada. Me encanta.
Me parece igualmente genial como lleva este maxi-jersey de cenefas: sin nada debajo y con mocasines (aunque yo los sustituiría por cualquier otro calzado. Las bailarinas de más arriba me parecen perfectas con este look también).
Pero si hay algo que le gusta a Alexa, son las faldas de talle alto y con vuelo combinadas con camiseta y cárdigan. Así como los bolsos bandolera o cartera de maestro, en piel de color caramelo y de aspecto obviamente envejecido.
Y los blazers, por supuesto. De tweed o pata de gallo. Y esos pitillos que le sientan tan bien o tan mal, depende de como se mire. Aunque me siguen fallando los zapatos: sandalias con calcetines, va a ser que no, gracias.
Mejor me quedo con el vestido de estampado Paisley en tonos anaranjados.
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