Es una de esas caras otrora anónimas que ahora cobra más protagonismo que ninguna otra figura gracias al nuevo estatus de las editoras de moda de las revistas: su nombre es Natalia Alaverdian y trabaja para la edición rusa de Harper's Bazaar. Más cerca del prototipo de belleza mediterráneo que del canon eslavo, Natalia ha sido una de las presas más retratadas por los bloggers que se llevan todos los méritos, los que hilvanan con su cámaras retales de moda de calle.
Su estilo captó mi atención en la pasada Milan Fashion Week de la mano de una excelente combinación de encaje y parka militar.
Ésta. Y desde entonces no he parado de seguirle la pista. Ha sido la encargada de convertir a Chloë Sevigny en Alicia en el país de las Maravillas en la última portada del Harper's ruso; le quitó el maquillaje a Milla Jovovich en una portada casi al natural; transformó a Jacquetta Wheeler en una maniquí estática en las dependencias de Dior, y ha hecho de Isabeli Fontana una lolita en París, pero más allá de sus dotes con extrañas, Natalia es todo un portento con ella misma.
De su gusto por las pieles (falsas o no) se deduce que vive en un clima bastante extremo.
Y parece que le gustan sobre todo las capelinas.
A medio camino entre los rasgos raciales de Giovanna Battaglia y la dulzura de Miroslava Mikheeva-Duma, Natalia es dentro de un estilo tirando a clásico, bastante camaleónica.
Además, a pesar de venir del frío, en verano se defiende estupendamente.
Y el entretiempo lo borda ya sea a base de looks callejeros.
Que del perfecto uniforme de trabajo.
O un estilismo apto incluso para una boda. Me encanta.
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