Más figuras ocultas: las mujeres desconocidas de Harvard que catalogaron más de 10.000 estrellas

Hemos hablado muchas veces del papel de las mujeres en la ciencia. Del efecto Matilda, que es como se ha dado en llamar al fenómeno por el que algunas mujeres científicas de la historia han sido ninguneadas y sus méritos se han atribuido a compañeros varones. No es algo exclusivo del mundo científico, por desgracia; también en la arquitectura hemos comprobado que existen mujeres invisibles. Las llamadas «calculadoras de Harvard» son un gran ejemplo de esta invisibilidad. Su historia es emocionante, pionera... y casi desconocida.

Quiénes fueron las calculadoras de Harvard

En la segunda mitad del siglo XIX, mucho antes de los viajes al espacio que permanecen en la memoria colectiva, se pusieron las bases de la Astronomía moderna. Uno de los trabajos que estaban por hacer era la catalogación del cielo, es decir, la clasificación de las más de 10.000 estrellas del firmamento. Un trabajo arduo pero rutinario que acabó resultando mucho más importante de lo inicialmente previsto, ya que en el curso de los trabajos se realizaron descubrimientos indispensables para la comprensión del universo.

La Universidad de Harvard ya competía en la época por ser la mejor institución educativa de los Estados Unidos, pero flaqueaba en el campo de la Astronomía. Hasta que recibió la herencia de un astrónomo aficionado (nada menos que 400.000 dólares de aquellos tiempos) con el objetivo de catalogar las estrellas del universo. Se construyeron telescopios, se iniciaron proyectos... pero faltaba un equipo que se encargara del procesamiento de una cantidad tan titánica de información.

El motivo por el que fueron un grupo de mujeres las elegidas no es demasiado halagüeño: se consideraba una tarea rutinaria que no requería pensar (en aquel momento las mujeres no tenían permitido siquiera matricularse en Harvard), podrían pagarles salarios menores que si fueran hombres y el director del proyecto, Charles Pickering, podía poner a dirigirlas a su propia criada.

Es curioso como una iniciativa que comenzó como una muestra de lo que hoy no dudaríamos en catalogar como machismo dio como resultado el trabajo en equipo de un grupo de mujeres que acabaron sorprendiendo al propio Pickering, que las defendió en muchas ocasiones de los ataques y las burlas de otros profesores de Harvard, que se referían a ellas como «el harén de Pickering».

Los nombres que se esconden bajo el genérico de «las calculadoras de Harvard» son los de Annie Jump Cannon, Henrietta Swan Leavitt, Cecilia Payne, Antonia Maury o Williamina Fleming (la antigua sirvienta de Pickering), pero no fueron ellas quienes firmaron sus descubrimientos. El catálogo definitivo de estrellas lo publicó Pickering como «Catálogo Henry Draper» en honor al benefactor con cuya donación comenzó todo.

El equipo también mejoró y rediseñó el sistema de clasificación de estrellas, un avance que fue ignorado durante décadas, hasta que se estableció finalmente como «Esquema de Clasificación de Harvard» y que sigue en vigor en la actualidad. También descubrieron herramientas de cálculo de distancias entre las estrellas y la Tierra, lo que ayudó a comprender el tamaño del universo. E incluso establecieron las bases (de las que muchos estudiosos se burlaron también) para el descubrimiento de que las estrellas están compuestas de hidrógeno.

Las calculadoras de Harvard tardaron décadas en ver reconocida su aportación a la Astronomía, algo similar a lo que les ocurrió a las mujeres en las que se inspiró la película Figuras ocultas. Muchos de sus descubrimientos fueron publicados por hombres. Y sus salarios, en la época, eran superiores a las de otras trabajadoras mujeres, pero muy inferiores a los de cualquier hombre que se dedicara a la investigación. Cobraban entre 25 y 50 centavos la hora, un sueldo similar al de un oficinista varón.

La visibilización de las mujeres pioneras

Es curioso cómo la relevancia de mujeres pioneras se difunde en ocasiones entre el gran público. Ninguno hemos estudiado a las calculadoras de Harvard en los libros de texto de asignaturas de Ciencias, pero hay iniciativas que se han propuesto que las conozcamos. Lo hizo Miguel A. Delgado en su libro Las calculadoras de estrellas (Destino, 2016). Y lo hacen ahora las responsables de diseño de la marca Animosa.

Sí, ahora podemos llevar a las calculadoras de Harvard hasta en la ropa. Ya os hemos hablado en otras ocasiones de cómo Animosa es una marca de ropa y complementos que pretende visibilizar la figura y el pensamiento de grandes mujeres de la historia. Y junto a sus colecciones dedicadas a Frida Khalo, Coco Chanel o Hipatia de Alejandría, encontraremos en breve a las calculadoras de estrellas. Será en esta camiseta y esta sudadera que quieren homenajear a unas mujeres que cambiaron el curso de la historia.

Imágenes | Harvard College Observatory, Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, Harvard University y Animosa.

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