Nacidas para brillar: las joyas que marcaron un antes y un después en la historia de la moda

Nacidas para brillar: las joyas que marcaron un antes y un después en la historia de la moda
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En 2011, la actriz Anne Hathaway se presentó en la ceremonia de los Oscar enfundada en un vestido rojo con escote palabra de honor. Aquella noche, junto a James Franco, presentaba la gala, pero no fue su paso por aquel escenario lo más recordado (la audiencia en esa edición cayó en picado), sino el complemento con el que pisó la alfombra roja antes de entrar al Dolby Theatre: un fino collar de Tiffany’s valorado en 10 millones de dólares.

Ni su corona en ‘Princesa por sorpresa’ habría alcanzado el poderío y repercusión de aquel accesorio, uno de los más caros lucidos en la historia de estos premios, que consiguió eclipsar el look de la actriz y hacerse con todos los flashes. Porque las joyas, a veces, logran eso: epatar, dejar sin palabras y deslumbrar. Y, con ellas, quienes las lucen.

 

El caso de Hathaway no es único. La historia está repleta de ejemplos de joyas más famosas que sus portadoras, de looks que fueron icónicos gracias a unos pendientes y de collares y brazaletes que eran, al final, portadores de sueños. Aquí repasamos algunos de ellos.

Un escaparate a la elegancia

El cine y la moda son vasos comunicantes: lo que uno muestra, la otra lo lleva a la calle y viceversa. Así ocurrió con la escena de desayuno más famosa: la de Audrey Hepbrun frente a las vitrinas de Tiffany’s. Ella, que miraba con deseo las pulseras de la joyería mientras comía un cruasán, llevaba puesto un vestido negro y un excesivo collar de perlas que, en su piel, resultaba el colmo de la elegancia.

La sombra de aquel estilismo es alargada —no hay más que ver que, carnaval tras carnaval, alguien de tu entorno intenta emularla— y todas, en algún momento, hemos querido ser Audrey y dar con la joya clave que remata cualquier look y lo eleva a la categoría de lookazo, como sucedía con sus perlas.

Si hablamos de actrices, Hollywood clásico y joyas tenemos que volver la vista hacia Elizabeth Taylor. La mujer que se puso en la piel de Cleopatra y adoraba las esmeraldas llegó a recibir 8 anillos de compromiso en su vida. Todos ellos, claro, con piedras preciosas por doquier. Pero en su historial joyero destaca una pieza: la perla Peregrina, un collar que había pertenecido a las coronas española, francesa e inglesa y que Richard Burton consiguió para la actriz… cuando la joya era propiedad de Alfonso de Borbón.

 

Esa pieza, una gargantilla que llega a la mitad del pecho, y que la actriz lució en filmes como ‘La fierecilla domada’, es el tipo de accesorio por el que se apuesta hoy cuando se quiere conceder todo el protagonismo a un solo elemento. Bien lo saben diseñadores como Alber Elbaz, que, en su colección para Lanvin en la primavera de 2012 dejó que enormes collares (con potentes formas de animales) llevasen las riendas de buena parte de sus propuestas.

Un puma en la selva de la moda

Eso es Cartier, la firma de joyería que compite con Tiffany’s y Bvlgari por el trono del lujo. Es una de las más presentes en las alfombras rojas de medio mundo y la que presta sus creaciones a las asistentes más prestigiosas. La historia de su fama es también la de un idilio con el cine y la moda.

María Félix, una de las actrices más conocidas en la edad de oro del cine mexicano, no solo era una estrella de la época: también era una tremenda amante de las joyas (y de las más ostentosas) que encargó a la firma una gargantilla de diamantes, oro y esmeraldas con forma de dos cocodrilos. Ligera, precisamente, no sería la pieza, pero sí vistosa y todo un icono.

 

Algo similar le sucedió a Cartier con Nina Dyer, modelo y esposa primero del barón Heinrich Thyssen Bornemisza y, después, de Sadrudin Aga Kahn. Este segundo le regaló, como homenaje a la costumbre que tenía de llevarse a sus panteras allá donde fuera, unas joyas con forma de estos animales. El modelo, después, se convirtió en el icono de la casa y en uno de los más copiados y versionados por firmas grandes y pequeñas. Cuando pienses por qué Cartier es “la firma de las panteras”, ya sabes la respuesta.

 

De regalos millonarios como ese está empedrado el suelo de la historia de la joyería. Otro ejemplo es el del collar corto y con piedras de colores que el Sha de Persia encargó a Bvulgari para su mujer, Soraya. Lo lució Keira Knightley en los Oscar de 2006 y, al igual que Hathaway en su momento, acaparó todas las miradas y entró de cabeza al podio de las mejor vestidas.

Fortunas que se llevan puestas

Charlize Theron y sus brazaletes de 4,5 millones de dólares; Angelina Jolie y sus pendientes y anillo de esmeraldas de 3,5 millones; Gwyneth Paltrow y su pulsera de 1 millón; Nicole Kidman y su enorme collar de diamantes valorado en 7 millones… Ellas son algunas de las que han pisado las alfombras rojas con toda una fortuna encima y han dejado sus conjuntos grabados a fuego en nuestras retinas.

 

Sí, sabemos que tú no eres Cate Blanchett y no tienes todos los días un sarao al que acudir con una millonada encima, como hizo ella en los Oscar de 2016. Pero seguro que tienes más de una pieza a la que guardas un cariño especial: esa gargantilla heredada, ese anillo de oro rosa en el que invertiste tu primera paga extra, esos pendientes que guardas para cuando se gradúe tu hermana pequeña… hasta esa pulsera de la amistad que grabasteis tus amigas de campamentos y tú es digna de ser custodiada con especial cuidado.

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Imágenes | Unsplash - Kaci Baum

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