Ya anunciamos hace un tiempo, que siguiendo la estela de otras celebrities metidas a diseñadoras, como las hermanas Olsen, Sienna Miller, o Sarah Jessica Parker, la polémica Lindsay Lohan, a la que precisamente hace unos días se acusaba de haber robado un abrigo de visón valorado en 11.000 dólares en una fiesta en un selecto club de Nueva York, se ha lanzado a la conquista del mundo de la moda.
Además de por protagonizar películas, Lindsay es famosa por sus escándalos, estamos más que acostumbrados a sus idas y venidas a centros de rehabilitación debido a sus múltiples adicciones, a sus incansables juergas, y a sus continuos y casi compulsivos cambios de look, de rubia a morena, de morena a pelirroja, y vuelta a empezar, pero lo que no cambia es su pasión por las tendencias, aquella niña de Tú a Londres y yo a California, es a sus casi veintidós años una de las fashion más victim de Hollywood.
De orígenes italianos e irlandeses, Lohan, que además de actuar y ser una de las actrices mejor pagadas del momento, también canta, aunque con bastante menos éxito, puede permitirse con los 8 millones de dólares que se embolsa por película ser una habitual de las boutiques de Rodeo Drive y parte del extranjero.
Pero esta vez no era ella quién asistía a la presentación de una línea o la inauguración de una tienda, esta vez, la que convocaba a sus amigos y conocidos en Robertson Boulevard, era ella, y el motivo no era ni una película ni un disco, sino el lanzamiento de su propia colección de leggins a la que ha bautizado con el nombre de 6126.
No es por restarle méritos, ni mucho menos, que una no sabe prácticamente ni coserse un botón, pero no sé yo si tiene demasiada complicación eso de diseñar mallas, todas lisas y negras, a mi entender no creo que tenga mucho misterio la cosa por muy a la última que esté, o estuviera, porqué aunque ella no se las quite, hace ya algún tiempo que no se llevan.
Pero bueno, por algo se empieza.
Vía | hollywoodcrap