Vivienne Westwood, la dama del punk y algunas anécdotas de Sexo en Nueva York

Ayer por fin ví la película. Sí, las más comentada, las más vista antes de ser visionada, la más amada, la más vapuleada, el capítulo de serie más largo de la historia: Sexo en Neva York. Y lo hice en un cine medio vacío, con el noventa por ciento de mujeres, alguna madre con hija, un nutrido grupo de adolescentes, un par de parejas perdidas, un hombre suelto, una treintañera sola, y una curiosa abuela con su cuidador.

Dudo que todos los presentes fueran fans de la serie, pero cuando la sintonía empezó a sonar, la gente tarareaba y aplaudía, llamádme tonta, pero fue un momento mágico, a la gente no le importó que la cinta se cortara antes de empezar y que tardara veinte minutos en arreglarse, la única preocupación era el no poder ver lo que tanto ansiaban.

No voy a entrar en críticas cinematográficas, pero os invito a opinar, estoy más o menos con Colino, la película es lo que es, ni tan ácida como la serie original, ni tan pastelosa y desvirtuada como muchos detractores nos quieren hacer creer, a ratos parece un publireportaje, sí, nunca en la serie se habló tan abiertamente de empresas o marcas, pero es un auténtico placer disfrutar de los estilismos y de la esencia de cuatro amigas incondicionales que a la mayoría no nos importa que se pongan Manolos o vistan de Prada. Eso sí, buscad un cine cómodo.

Una de las cosas que más me ha gustado de la película es la omnipresencia de Vivienne Westwood (todos habéis visto ya el famoso vestido, y no os digo cuál es mi momento frívolo lagrimilla, ya lo veréis, tiene que ver con él) , cuya amistad y parecido razonable con Patricia Field es alarmante (fijaros, ¡son idénticas!), y no solamente físico, sus historias tienen puntos en común, ambas, en sus respectivos e interconectados campos, son unas visionarias. Ambas tienen algo que decir.

Vivienne, empezó como Patrizia, o más bien viceversa, con una pequeña tienda en un barrio bohemio y alternativo en una ciudad de moda. Westwood, sin embargo, regentaba un negocio que se convirtió en referente, SEX, y fue parte activa del llamado movimiento punk que tanto influenció en su estética y en su manera de ver la vida. Era la esposa del manager de los Sex Pistols, un hito en la historia de la música y todo un símbolo para una generación.

Vivienne los vestía con cadenas, pinchos, candados, navajas de afeitar y elementos fetichistas y pronto empezó a hacerse un nombre en los ambientes vanguardistas underground. Había estudiado diseño en una conocida escuela de Londres y sus excéntricas mezclas de elementos del patrimonio cultural británico como la bandera o el tartán (los cuadros escoceses) con elementos estrambóticos y surrelistas, le valió convertirse rápidamente en icono.

Ella puso de moda los corpiños encima de las camisetas, mezcló como nadie elementos femeninos con prendas masculinas, es amante del barroco, el rococó y sobre todo, la época victoriana, y desestructura cortes clásicos al milímetro. Sus talismanes son los tacones, los corsés y los mariñaques. Fue pionera, atrevida, transgresora, urbana, muy comprometida con los movimientos sociales y sobre todo, muy rockera.

Y todo eso se respira treinta años después en sus diseños que son, su forma de vida, su esencia, su filosofia, su legado en la tierra.

Larga vida a la reina.

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