Un diseñador no da puntada sin hilo, o al menos no debe y cuando Marc Jacobs sale al final del desfile con sus propios pantalones pijama de seda, de Prada, bien puedes imaginarte lo que ocurrió antes, ¿o quizás no?
Me encanta, me encanta. Nada es más inteligente que darle una vuelta de tuerca a la ropa cómoda, esa que no nos hace parecer barbies y nos hace caminar como un robot, y hacerlo de un modo híper chic.
Marc Jacobs lo ha logrado y ha dejado sorprendido al personal. Primero con sus cortes, luego con sus tejidos y por último con sus colores, que engañaron en su primera salida, pareciendo todos una especie de gris con toques rosas pero no sé si un poco de burgundy bajo los tenues focos para, como última salida, hacer desfilar a todas las modelos juntas bajo una luz brillante con la que los colores se definieron y pasaron de ahumados a hermosos.
Qué prendas tan apetecibles y cómodas. La sorpresa de las luces la tomó de la exposición del museo Tate de Olafur Eliasson llamada The weather Project, eso y la música de “Somewhere Over the Rainbow” resonando en los oídos dejaba clara la intención: voy a jugar con vosotros, voy a engañaros con el color y las luces.
Qué alegría que alguien se centre en la moda “familiar”, aquella que parte de prendas utilizadas en el hogar pero las hace salir fuera. Las de Jacobs salen reluciendo.
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