En estos días, se vuelve a oír hablar de Bridget Jones por todas partes. El estreno de Bridget Jones's Baby, la tercera película de la saga, la ha devuelto a la actualidad... si es que alguna vez se había ido. Parece mentira que haga ya 15 años del estreno de la primera película y 20 de la publicación de la novela que dio origen al fenómeno Bridget. El personaje de Helen Fielding no deja indiferente a nadie. ¿La amamos o la odiamos? ¿Nos divierte o nos horroriza? Y, sobre todo, ¿la consideramos un referente del feminismo o creemos que es un cliché que nos hace un flaco favor al resto de mujeres, utilizando todos los tópicos para definirnos?
Bridget Jones, villana del feminismo
Han sido muchas las voces feministas que se han alzado, desde la publicación de El diario de Bridget Jones en 1996, contra el personaje de Helen Fielding y los valores que transmite. Es algo común al género al que pertenece la novela, el chick-lit, que suele ser tachado de superficial y de retratar a las mujeres como obsesas de las compras, el aspecto físico y la moda.
Bridget Jones es una mujer obsesionada con los kilos de más, las dietas y la búsqueda del hombre perfecto. Cuando algo no le sale bien, ahoga las penas en vino, cigarrillos y helado. La mayor parte de quienes son críticos con el personaje apuntan a estos comportamientos. Helen Elston, por ejemplo, considera que el problema está en el alto grado de dependencia que muestra el personaje. La felicidad de Bridget depende casi por completo de los avatares de sus relaciones con Daniel o Mark.
Otros críticos, como Suzanne Moore, en su artículo Why I hate Bridget Jones («Por qué odio a Bridget Jones»), la acusan de convertir el postfeminismo en antifeminismo. Es decir, de haber aprovechado la independencia adquirida gracias a los logros del feminismo en décadas anteriores para convertirse en un personaje consumista, egoísta y obsesionado con la superficialidad y la búsqueda del príncipe azul. En la misma línea habla Fiona Sturges, en The Observer, acusándola de definir su felicidad solo alrededor de dos variables: el matrimonio y los hijos.
La profesora Imelda Whelehan, especialista en estudios de género, escribió la obra Helen Fielding's Bridget Jones's Diary: Continuum Contemporaries, posiblemente el estudio más a fondo de la novela de Helen Fielding. En él, habla del postfeminismo de Bridget como arquetípico de los 90, con las mujeres ejerciendo su derecho a elegir, a reclamar la igualdad de género y a estar liberadas sexualmente. Pero es también Bridget quien, con esa libertad, elige volver atrás en el tiempo en sus aspiraciones amorosas, y convierte su búsqueda del amor en la persecución de una relación al más puro estilo Jane Austen (las referencias a Orgullo y prejucio son constantes, sobre todo en la novela).
Bridget Jones, heroína feminista
Quienes se sitúan en el bando opuesto, defendiendo la figura de Bridget Jones como representante del feminismo, hablan de choque con la corriente imperante en los años 70, proactiva e ideológica. En contraposición, Bridget no quiere oponerse al sistema, sino encontrar su lugar en el mundo, sin interferencias de su familia para buscarle pareja ni necesidad de dar explicaciones sobre su condición de soltera.
Barbara Ellen, en su artículo Bridget Jones doesn't need to be a perfect feminist («Bridget Jones no necesita ser una perfecta feminista»), niega directamente la raíz del problema. Se pregunta por qué se empeña la crítica en ver a Bridget Jones como la representación de la mujer actual, en lugar de comprenderla como lo que ella considera que es, una recreación cómica. De hecho, se pregunta si el verdadero sexismo no está en pretender que cualquier representación ficcionada de una mujer tenga que atenerse a unos principios ideológicos representativos.
Bertie Brandes escribió en Vice el artículo Liking Bridget Jones Doesn't Make You a Bad Feminist («Que te guste Bridget Jones no te convierte en una mala feminista»), precisamente en respuesta al artículo de Suzanne Moore para The Guardian que mencionábamos antes. En referencia a una de las críticas más habituales a la saga Bridget Jones, el hecho de tratar temas demasiado superficiales, hace un ejercicio de humor sobre la presencia de temas serios en nuestra realidad cotidiana. Bridget Jones no sería Bridget Jones si una de sus novelas tratase sobre su activismo en favor de la liberación de las mujeres libias, dice la autora. Y es que el derecho a tratar temas cotidianos en una obra de ficción no debería ser pasado por alto.
Con todas las opiniones encima de la mesa, queda a juicio de cada una considerar a Bridget Jones heroína o villana. Lo que no se le puede negar es que ha sido un personaje que ha marcado una época y que ha sido mil veces imitado y comentado. Aunque muchas mujeres que vivieron en su adolescencia o primera juventud las aventuras de aquella Bridget capaz de presentarse vestida de conejita Playboy en una fiesta campestre, quizá se sientan ya un poco desconectadas de la realidad que presentan las novelas y películas posteriores... y las que queden por venir, ya que el productor no descarta continuar con la saga.
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