Ibiza sobrevive. Con cierres a las 17.00 de la tarde, toque de queda a las 22.00, mesas de 4 en las terrazas y aviones medio vacíos con turistas que no lucen. En la Isla en la que todos se sienten un poco más libres, la libertad pasa malos momentos. Sin embargo, en medio de este temporal pandémico, Ibicine, el festival de cine español, decide seguir el camino de que nos encontremos: actores, directores, prensa. De forma presencial. Cómo hacía mucho tiempo.
No ha sido fácil. Pero aquí estamos, unos cuántos. Disfrutando del cine con medidas anti Covid y mascarillas, en una entrega de premios que va ganando peso. Paco León es el principal homenajeado de esta edición. Cuándo nos dicen que recoge un Premio de Honor en Ibicine a toda su carrera, la primera impresión es que es "demasiado joven" y verdaderamente, lo es. Le queda mucho por hacer, cómo él mismo dijo en la recogida del premio. Pero también es cierto que lleva mucho hecho y que es un gran momento para mirar atrás y hacer balance de una carrera que nos ha hecho reir, pero también pensar. Y nos ha llevado a otras vidas durante más de 20 años.
Eres del 74, joven por supuesto. Pero aún pareces más joven. Por fuera, pero sobretodo, por dentro. Cómo haces para mantener tu mente abierta joven, ¿se puede hacer algo o viene de serie?
Paco León: Yo creo que me queda todo por hacer. Me siento joven. Creo que está en la mente, en las ganas, en la curiosidad y en las ganas de explorar cosas que no conoces, en meterte en camisa de once varas. No sé si esto rejuvenece, sí creo que es una actitud juvenil y desde luego es la pasión de la gente joven.
Este homenaje viene a reconocer tu carrera muy completa. En estos años has sido humorista, actor, director, productor... ¿de todos estos roles, quién eres de verdad?
P. L: Me siento un cómico muy inquieto. De base soy un actor cómico. Pero siempre he generado mis propios proyectos. Si hay que escribir, se escribe. Si hay que producir, se produce. Si hay que dirigir, se dirije... Y está muy bien porque exploras todo el potencial de tu creatividad. Mientras me dejen, lo haré. Es lo más interesante. Si tienes una vida solamente hay que exprimirla al máximo. Y me quedan muchas cosas que hacer. Todavía hay mucho que exprimir.
Hagamos balance: tu carrera comienza en 1.999 y se dispara con Homozapping, ¿qué ha sido lo mejor y qué ha sido lo peor?
Tengo un problema de memoria: no soy nada nostálgico y se me olvida muy pronto lo malo. Me quedo con lo bueno. Es una suerte porque tengo la bandeja de entrada limpia siempre. Lo que sí, echando la vista atrás reconozco que hay mucha parte de mi carrera que no es conocida y que también es muy importante para mi. He hecho teatro independiente, danza contemporánea... muchísimas cosas que no han sido visibles. He tocado disciplinas que me han enriquecido como artista, como actor. Es verdad que desde Hommozapping se me vio mucho. Pero antes, después y mientras tanto, siempre ha habido un trabajo por debajo, menos conocido, que es importante por que es el oficio.
De todo lo que has hecho, ¿que te hace sentir más orgulloso?
P. L: Los proyectos propios. Son más difíciles de sacar adelante. Implican mucho más, te juegas mucho más, te expones mucho más. Mis películas con mi madre Carmina o revienta, Carmina y Amén. Kiki, aunque fuera un encargo. Arde Madrid... Me he implicado mucho.
En este recorrido te has puesto en muchas pieles. ¿Cuál ha sido la piel que más te ha costado ponerte y la que más te ha costado quitarte?
P. L: Quitarme ninguna. Ni la piel de Luisma, en la que estuve diez años. A la gente le cuesta más que a mi, pero yo hago zas y me la quito. Y todas tienen su complicación. Para mi el trabajo de María José, de La casa de las flores, (que por cierto se va a hacer una película de cierre de la serie, que era un secreto de Netflix). Era una comedia, pero el personaje no es nada cómico. Tenía que buscar una seriedad en un personaje trans, y además representaba a un colectivo. Fue delicado.
¿Cuál es el “pecado” de tu profesión y qué virtud la salva de todo pecado?
P. L: Esta profesión es una guerra de vanidades en las que todo el mundo está show on, enseñando y aparentando cosas que realmente no son. Pero también su virtud es que dentro de esto, hay mucha honestidad y la gente crea desde el corazón. Entre la vanidad y la honestidad, nos movemos.
¿Y qué nuevo reto se te pone por delante?
P. L: Una película que me tiene ilusionado y acojonado porque es una película muy diferente y me voy a enfrentar a cosas que no sé hacer. Otra vez.
Eres un famoso muy querido, ¿qué se siente al ser tan querido?
P. L: Es una sensación muy bonita sentirse así. Antes me daba miedo ir por la calle, por si me robaban... Ahora hay como un halo de seguridad, no tengo miedo. Como Sabina: ¿qué yonki va a querer atracarme a mi, al Luisma? Es un escudo de protección.
Pero esto tiene su cara b: para los cómicos que tenemos la suerte de sentirnos queridos, es más complicado sentir el respeto. A los actores dramáticos se les respeta más y se les quiere menos y a los cómicos se les quiere más y se les respeta menos.
Tu madre como ha vivido todo esto de la pandemia. Por su edad ¿ha pasado miedo?
P. L: Con mucho sentido del humor. Con su prudencia y su miedo, pero tomando medidas y apurando el límite de libertad que hemos tenido. Salía con su amiga con una cinta métrica de costura de dos metros para pasear alejándose lo suficiente. Siempre con humor. Nos hemos visto menos, claro, pero ahora entra en Masterchef Celebrity y va a ser una experiencia inolvidable para todos, también para sus hijos.
Fotos: Cuco Cuervo Coordinación: Villarrazo Comunicación.
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