Por qué la generación EGB está tan unida y es irrepetible

Miras a tu alrededor y de repente vuelves a estar en mitad de los 80. O del furor que producen los 80. Exceptuando los cardados tipo Armas de mujer y los calentadores, que afortunadamente se quedaron a vivir eternamente en 1987, parece que todo lo de los 80 nos gusta.

La obra de teatro Espinete no existe, de Eduardo Aldán, cumple su décima temporada en cartel, Yo fui a EGB tiene cerca de un millón de fans en Facebook, Cachitos triunfa cada semana en TV y hasta un humilde juntaletras como yo ha publicado una novela nostálgica, Toda la verdad sobre las mentiras, ambientada en esa época (cómprala, que mi madre dice que es buenísima; y las madres no mienten).

Vivimos una eclosión de lo ochentero que no tiene visos de terminar. En Hollywood, por ejemplo, preparan un remake de Los cazafantasmas después de haber hecho el de El equipo A o Starsky y Hutch, por ejemplo. Sylvester Stallone está a punto de conseguir un Óscar por Rocky. La nueva película de Star Wars está pulverizando récords por todo el mundo… Incluso Cuéntame ha llegado por fin a los 80 después de unos largos preliminares por los 60 y 70.

Incluso puede que cojas un avión y en el vídeo de las instrucciones de seguridad te tropieces con esto:

Madre mía. Qué gusto si se te sentara Alf al lado, ¿no?

¿Y todo esto por qué? ¿Qué hace a los 80 tan especiales? Porque nostalgia ha habido siempre. A todos nos da gustito recordar (hay escritores que se han consagrado simplemente por comerse una magdalena que les recordaba a las de su infancia), y mis padres disfrutaron de lo lindo con series nostálgicas como Aquellos maravillosos años, ambientada en los 60. (Curiosamente a mí también me encantaba. ¿Me estaba educando en la nostalgia de una época que ni siquiera viví en persona?)

La primera razón del éxito de los 80 en nuestros días la tiene indudablemente la televisión. Jorge Díaz, uno de los fundadores del exitoso Yo fui a EGB, apunta a su efecto “el que solo hubiera dos canales de televisión y un solo televisor en cada casa consiguió que cada viernes por la noche toda la familia estuviera sentada frente al televisor viendo ‘Un, dos, tres’ y al día siguiente todos repitiéramos sus chistes”.

Así es: televisores en cada casa por primera vez en la Historia. Hasta los 80 la televisión sólo estaba presente en las familias acomodadas. En los 80, en cambio, se convirtió en un electrodoméstico tan habitual como la lavadora.

De esa manera, el Un dos tres, en efecto, podía tener en 1987 20 millones de espectadores mayores de 14 años. Por comparar, el programa más visto de la semana pasada en España fue El hormiguero, con 3,5 millones de espectadores. Prueba a encontrar en la oficina a alguien que viera el programa de Pablo Motos. En cambio si intentaras encontrar a alguien que viera el Un dos tres tendrías un 50% de posibilidades de que hubiera visto el programa. ¿Hablaremos dentro de 20 años de programas que se emiten hoy con el mismo entusiasmo? ¿O nos costará encontrar alguien que haya visto los mismos programas que nosotros?

Cosas de los 80 que están de moda ahora. Por 25 pesetas cada una.

En realidad las pocas opciones para elegir eran habituales, y no sólo en canales de televisión. En la década de los 80 había menos marcas que ahora -y por tanto era más fácil coincidir en las pertenencias-. Incluso las opciones de ocio eran menores y la sociedad estaba más cohesionada. Todos, a lo largo del país, hacíamos cosas más o menos parecidas cuando éramos niños porque nuestros padres tenían vidas más o menos parecidas. ¿Tus padres se iban de vacaciones al extranjero, por ejemplo? Lo más probable es que no. Los niños de hoy, en cambio, tienen experiencias muy distintas entre ellos.

Es más, y perdonadme si me pongo en modo abuelo Cebolleta: ¿no pasa que hoy los niños tienen todo? ¿Cuánto tardaba un niño de los 80 en tener un Spectrum? Tener algo tras desearlo durante años provocaba que lo valoraras. Tenías muchos sueños, buscabas la fama, pero al mismo tiempo, sabías que costaba, y por primera vez en la historia por una simple razón económica, era posible que lo consiguieras.

Y una vez que lo tenías, fuera una peonza o unos vaqueros, estabas con ellos mucho tiempo. Porque tenían que durarte. De ahí nuestro apego a aquella primera televisión que duró diecisiete años (la mítica Philips K-12) o a la mochila de Banner y Flappy. En cambio si me preguntan de qué marca es mi tele ahora… Digamos que todos estábamos entrenados para recordar porque lo que teníamos era importante para nosotros durante mucho tiempo.

Añadamos a esta ecuación que hemos llegado a un momento en el que los que mandan, los que son capaces de marcar en los medios de qué hablar, o qué series producir, o qué libros editar, son precisamente cuarentones (con perdón), que vivieron esa época; es decir, que son ellos mismos nostálgicos y están poniendo en marcha los proyectos que les recuerdan a su propia infancia.

Una generación muy unida.

Estamos además en un momento en el que la comunicación se ha expandido de una manera brutal gracias a internet. Lo que antes podía ser un nicho -el recuerdo de los años pasados- está al alcance de millones de personas dispuestas a compartir. A todo el mundo le gusta hablar de sí mismo, y el regreso a la infancia permite al mismo tiempo hablar de uno mismo y construir una especie de sentimiento de hermandad con todos los que vivieron aquellos momentos.

El sentimiento generacional es una vía de escape en un momento en el que los nacidos en la década de los 70 estamos inmersos en diversas crisis. La económica puede ser uno de los factores que favorecen la nostalgia ochentera, dice el otro cincuenta por ciento de Yo fui a EGB, Javier Ikaz: a muchas personas “después de un día muy duro les encanta huir al pasado, a una época en la que no tenían responsabilidades”. Creo que en esto también afecta la crisis personal de cada cual, ese “hacerse mayor” unido a la paternidad y la hipoteca que en nuestra generación está más cercano a los cuarenta años que en el caso de nuestros padres, cuando sucedía en la veintena. Esa angustia vital hace que mires al pasado, a aquellos momentos en los que todo era más sencillo, o que tú recuerdas como más sencillo, los años de la infancia.

O también puede ser que los años 80 sean los años que más molan de la Historia, claro está.

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