Cada vez que se acerca un puente o un fin de semana largo merece la pena reflexionar sobre la cantidad de tiempo que le dedicamos al trabajo: ¿Acaso no sería mejor que todos los fines de semana durasen tres o incluso cuatro días? ¿Qué pasaría si pudiéramos dedicar la mayor parte de la semana a otras actividades que no tengan que ver con el trabajo? ¿Y si pudiéramos dedicar la mayoría de nuestro tiempo a hacer lo que queramos?
Pero si nos hacemos estas preguntas se nos puede acusar de creer en una utopía: puede sonar bien, pero trabajar menos horas no es algo factible en la práctica. De hecho, es algo que supondría menos consumo y más dificultades económicas.
Para algunos defensores de la ética laboral el camino hacia la salud y la felicidad se basa en la rutina laboral y no en trabajar menos. Gracias al trabajo estamos más sanos y somos más felices. Este tipo de ideología a favor del trabajo se utiliza para legitimar reformas en materia de protección social que buscan coaccionar a que las personas en paro trabajen de lo que sea, sin importar el sueldo y la calidad del trabajo. También supone una barrera ideológica cuando planteamos pasar menos tiempo en el trabajo, puesto que trabajar menos supondría una amenaza para nuestra salud y nuestra felicidad y no sería una forma de mejorarlas.
Sin embargo, la idea de trabajar menos no solamente es factible, sino que es la base de una mejora de la calidad de vida. El hecho de que no podamos concebir esta idea es una señal de que hemos aceptado el poder del trabajo y su dominante influencia sobre nuestras vidas.
Las consecuencias de trabajar más
Cada vez hay más estudios que demuestran el coste humano de trabajar más horas, entre los que se incluyen los efectos perjudiciales en la salud física y mental. Trabajar muchas horas puede aumentar el riesgo de padecer un derrame cerebral, una cardiopatía coronaria o desarrollar diabetes de tipo 2.
Cuando nos pasamos la mayor parte del tiempo trabajando, también perdemos tiempo que podríamos compartir con la familia o con nuestros amigos. Sin embargo, lo que realmente nos perdemos es la capacidad de ser algo más que nuestro trabajo y hacer cosas que le den significado a nuestra existencia, puesto que muchas veces nuestras vidas están demasiado ligadas al trabajo y nos deja poco tiempo y energía para buscar formas alternativas de vivir. En resumen, nuestra capacidad para descubrir nuestros talentos y nuestro potencial se ve mermada por el trabajo que hacemos. El trabajo no nos hace libres, sino que nos encadena al trabajo y hace que sea más difícil encontrar una salida.
Todo esto hace que sea necesario trabajar menos. Deberíamos poner en tela de juicio la ética laboral y fomentar formas alternativas de vivir que tengan menos que ver con el trabajo. Además, si una reducción de la jornada laboral significa reducir el tiempo no productivo del trabajo conseguiremos centrarnos en lo que realmente importa. Trabajar menos no solo va a significar trabajar mejor, sino que también nos dará la oportunidad de disfrutar mejor de la vida.
Obstáculos para trabajar menos
El progreso tecnológico ha avanzado de forma continuada durante el último siglo, aumentando la productividad. Sin embargo, el aumento de la productividad no ha supuesto una reducción de la jornada laboral. Por lo menos en los últimos tiempos, este aumento de la productividad ha significado un aumento de ingresos para los dueños del capital, muchas veces a costa de no subir los sueldos a los trabajadores.
La falta de progreso a la hora de reducir el tiempo que pasamos en el trabajo en la economía capitalista moderna pone de manifiesto la influencia de la ideología y del poder. Por un lado, los efectos del consumismo han creado fuerzas poderosas a favor de que trabajemos más horas y los trabajadores se les persuade constantemente para que consuman más, haciendo que tengan que trabajar aún más para estar a la última en cuestiones de moda y destacar sobre el resto.
Por otro lado, la debilidad del proletariado ha creado un ambiente óptimo para que cada vez se impongan más horas de trabajo. La reciente revelación de las prácticas laborales en Amazon nos muestra el poder del capital a la hora de imponer condiciones laborales deficientes, entre las que se incluyen cargas excesivas de horas de trabajo. Los efectos del aumento de la desigualdad también ha hecho que cada vez más gente crea en las virtudes de trabajar muchas horas, aumentando la necesidad económica de trabajar más.
David Graeber se atrever a afirmar que la tecnología ha avanzado al mismo tiempo que se ha multiplicado el número de puestos de trabajo "de mierda" o sin sentido. Por eso no se ha cumplido la predicción de Keyne de que todos trabajaríamos 15 horas a la semana en el siglo XXI gracias progreso tecnológico.
Por el contrario, vivimos en una sociedad donde se crea trabajo que no tiene valor social. El motivo es que, según Graeber, la clase dominante necesita mantener a los trabajadores a raya. Aunque la tecnología nos permita reducir la jornada laboral, una población activa con tiempo libre sería todo un reto político que la clase dominante quiere evitar a toda costa. Trabajar menos, por muy factible y deseable que sea, es algo que no va a suceder por motivos políticos.
Trabajar para el cambio
Tal y como decíamos antes, trabajar muchas horas es perjudicial para la salud y el bienestar de los trabajadores. Sin embargo, también existen costes para los empresarios en términos de menor productividad y menos beneficios, aunque parece que estas desventajas no se tienen en cuenta por mucho que digan los datos. De nuevo, tenemos que referirnos a motivaciones políticas para entender por qué muchos empresarios se resisten a introducir jornadas laborales de menos horas.
Es cierto que ya existen experimentos sobre la jornada laboral reducida. La cadena japonesa de ropa Uniqlo permite a sus empleados tener una semana laboral de cuatro días, algo que ha tenido una acogida muy positiva. Los trabajadores pueden compaginar mejor el trabajo con la vida privada y la empresa se beneficia de la reducción en los costes laborales gracias a la reducción en los costes de contratación.
Sin embargo, si lo analizamos al detalle, el modelo introducido por Uniqlo también tiene sus desventajas. A cambio de trabajar cuatro días a la semana, los trabajadores tienen que hacer turnos de 10 horas durante los días de trabajo (se comprime la semana laboral de 40 horas en 4 días).
No solamente se trata de una prolongación de la jornada laboral, sino que también pone en riesgo los posibles beneficios de trabajar cuatro días a la semana. Los trabajadores pueden acabar agotados tras trabajar cuatro turnos de diez horas y pueden necesitar todo un día para recuperarse. De ser así, puede que no vayan a tener ninguna ventaja en cuanto a su calidad laboral o su calidad de vida y que incluso vaya a peor si sufren las consecuencias de trabajar demasiado.
Irónicamente, propuestas como la de Uniqlo nos muestran los obstáculos que todavía existen hasta que llegue una reducción de la jornada laboral. Solamente si conseguimos reducir la semana laboral a 30 horas o menos podremos hablar de progreso en cuanto a la reducción del tiempo de trabajo.
Para llegar al punto en el que podamos disfrutar de un fin de semana de tres o incluso cuatro días, necesitamos replantearnos la sociedad en aspectos que van más allá de cambiar la ética laboral. También necesitamos comprender que trabajar menos es una forma de vivir menor y necesitamos rechazar la cultura de que el trabajo es lo que le da significado a la vida.
Así que disfruta del próximo puente todo lo que puedes y acuérdate de cómo podría ser tu vida. Una vida que podría ser tuya si conseguimos superar las obstáculos económicos, ideológicos y políticos para conseguir trabajar menos.
Autor: David Spencer
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
Traducido por Silvestre Urbón.
Fotos| Unsplash.com
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