“Imagine there´s no posessions, I wonder if you can...”. John Lennon ponía en duda nuestra capacidad para desprendernos de nuestras cosas. Qué poca fe en la humanidad tenía este hombre, porque cada vez más gente se está apuntando a la moda de deshacerse de parte de sus posesiones como una forma de abrazar una vida más sencilla. Los americanos lo llaman “decluttering” y un best-seller, The Life Changing Magic of Tydying, de Maria Kondo, nos da las pautas para convertir el cubo de basura en el perfecto compañero de terapia.
He aquí una lista de cosas absurdas que guardamos la mayoría en casa:
-Los vaqueros de cuando íbamos a la Universidad, que no tiramos con la esperanza de que algún día volvamos a entrar en ellos.
-Montañas de cosméticos que no utilizamos (hay tres máscaras de pestañas resecas y un par de paletas de sombras caducadas).
-Una caja de botones sueltos y de “por si acasos” que nunca usamos.
-El carnet de la biblioteca de nuestro colegio (cuando lo vemos nos provoca ternura y tantos recuerdos que no nos atrevemos a tirarlo).
-Tropecientos libros de cocina que algún día usaremos (y ojearemos). De momento nos conformamos con perpetrar una tortilla cada noche o un sándwich de "cualquiercosa".
-Las postales que nos envían nuestros amigos desde el 97. Y un porrón de tarjetas de cumpleaños.
-Ese cuchillo de mantequilla tan feo que nos regaló un pariente cuando nos independizamos.
-Tres cargadores de viejos móviles, doce cables que no sabemos para qué son, a no ser que su objetivo en la vida sea enredarse en nuestros cajones, y los manuales de funcionamiento de decenas de pequeños electrodomésticos que ni siquiera hemos estrenado.
Y la lista podría seguir y seguir. Y seguir. Y venga. Y dale. Tenemos que admitirlo: los seres humanos somos como urracas que lo van recolectando todo. Y las mujeres más. Y es que la mayoría de nosotros acumulamos cientos de objetos que no sólo no utilizamos sino que contribuyen a que el caos en el que vivimos sumergidos sea aún mayor. Ya no está claro quién posee a quién, pero da la impresión de que son nuestras cosas las que van ganando la partida. Dos tercios de nosotros piensan que seríamos más felices si abrazáramos una vida más sencilla, si nos liberáramos del exceso de cosas que acumulamos, pero nos cuesta dar el paso. Y lo peor: resulta que las mujeres que lidian a diario con una casa hasta arriba de cosas tienen mayores niveles de cortisol, la hormona del estrés asociada a la fatiga crónica, al estrés post-traumático y, en consecuencia, a mayores niveles de mortalidad.
¿Quién dijo que las posesiones traían la felicidad?
El escritor James Wallman se ha inventado un término para definir este problema: stuffocation, una mezcla entre la palabra “stuff” (cosas) y “suffocation” (asfixia) y considera este fenómeno al equivalente a la epidemia de la obesidad. Wallman no sólo hace hincapié en el argumento ecologista, que estamos usando más recursos de los que el planeta puede permitirse, o el político, al no preocuparnos por las cosas básicas nos hemos vuelto post-materialistas, sino también en las razones más sociales: tener más cosas no nos hace más felices. Al contrario, puede contribuir a nuestra infelicidad, sobre todo si añadimos a este mejunje el componente económico: que tampoco nos podemos permitir tener todo, todo y todo.
Pero la auténtica gurú de este fenómeno es Maria Kondo, que ha vendido más de dos millones de ejemplares de The Life Changing Magic of Tydying, una práctica guía de sólo doscientas páginas (el minimalismo al poder) para simplificar tu vida y liberarte de todas esas posesiones. Parece que es mucho más duro de lo que es en realidad. Kondo lo vende más con los adjetivos “libertad” y “diversión”, que con la curación o el hecho de que el orden dirija tu vida.
No es que no te guste el estilo churrigueresco de esa estatuilla que te regaló tu suegra, es que estás simplificando tu vida.
No hace falta inventarse una mudanza para perder un montón de cosas inútiles y feas que tienes en casa. Para empezar: todas tenemos en el dormitorio un montón de prendas que hace años que no nos ponemos (hasta 22 piezas de media según un estudio de QVC). Ha llegado la hora de deshacerse de ese vestidito al que te aferras tanto como a esa amiga de la Universidad con la que en el fondo ya no tienes nada en común.
Empieza por el armario de tu dormitorio, cuelga todas tus perchas en dirección contraria y cada vez que uses algo ponlo en su correcta posición. Pasado un mes comprueba todas esas perchas que siguen del revés. Está claro que ropa tienes que enviar directas al contenedor de reciclaje. Y no, no le digas a tu madre que te las guarde en el trastero. Así no estarás solucionando nada.
En el baño también puedes hacer una buena limpieza. James Wallman nos sugiere guardar todos los cosméticos y cremas en una caja de cartón y devolverlos al armario cada vez que los usemos. Pasado un mes sabremos que no necesitamos. Y, por supuesto, a la basura directamente todo lo que esté caducado y pasado de fecha o tenga un aspecto algo sospechoso.
¿Por qué no simplificar tu vida y ganar dinero a la vez?
Gracias a webs como Ebay o apps como Wallapop puedes aprovechar este momento para desprenderte de tus cosas y sacar algo más que paz y orden en tu vida: algún eurillo que otro. Pero, ojocuidado, no destines ese dinero a comprar más cosas porque entonces no habrás solucionado nada.
Seguir los consejos de Maria Kondo es liberador. Tirar cada papel, cada revista atrasada, cada tarjeta de cumpleaños, ese cuchillo de mantequilla en forma de lazo que me regalaron, ese recuerdo de Pamplona, etc. El objetivo no es empezar de cero, abrazar el minimalismo de un asceta en el desierto o que en tu piso sólo estéis tú y el eco. No, el auténtico objetivo que nos cuenta Kondo en The Life Changing Magic of Tydying es decidir vivir sólo con las cosas que nos hacen auténticamente felices. De verdad.
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