El maniqueísmo es tendencia y yo estoy cansada de que nos hayamos convertido en el parque de atracciones del resto de España de forma gratuita
No, no creas que este titular, el comienzo del mismo, nace desde la soberbia, por lo menos no desde la mía. Es un fragmento de la sevillana Sevillanía de Los del Río. Y es que a nosotros no nos hace falta abuela, qué te digo. No me gusta negar lo innegable, me gusta afrontarlo y gestionarlo como mejor pueda.
Seguro que has leído u oído en alguna ocasión una frase muy manida de Antonio Gala, cordobés, que dice así "Lo malo no es que los sevillanos piensen que tienen la ciudad más bonita del mundo; lo peor es que puede que tengan hasta razón". Y madre mía, cómo lo tenemos grabado a fuego, ¿eh? De hecho, no me considero una persona demasiado parcial, pero hace unas semanas estaba discutiendo, casi porfiando, con un amigo qué alcázares eran más bonitos, si los de Sevilla o los de Córdoba. Y sin haber visitado los segundos estoy segura de que la respuesta está en los primeros. Y así se lo dije varias veces.
¿Estoy echándome tierra encima con este inicio antes de siquiera ponerme verborreica con lo que de verdad me concierne hoy? No, que va, solo te estoy dejando ver una parte de mí para que comprendas que a pesar de que me encanta mi ciudad, aunque yo soy de un pueblo, puedo ver sus luces, que son muchas, y sus sombras, que en ocasiones logran encapotar el más azul de los cielos, el mismo que recordaba Antonio Machado en ese trocito de papel que encontraron en el bolsillo del abrigo que llevaba puesto cuando falleció en el exilio en Colliure, Francia.
La carta de presentación: Sevilla, una ciudad para algunos sevillanos, al igual que su Feria
Puedes ser dos tipos de sevillano: de bien o de mal. Y es que a pesar de que la vida se mueve en una escala de grises, Sevilla ve en blanco y negro: Sevilla o Betis, Triana o Sevilla, serranito o piripi, Esperanza o Macarena... Y así un largo etcétera que olvida todo lo que rodea a lo que siempre salta a la vista. Tenemos que ser conscientes de lo mucho que aportan ciertos símbolos de la ciudad, pero también hay que saber que sin el resto, estos no se sostienen. Está genial disfrutar del centro histórico, pero los barrios de la periferia también son la vida de la ciudad y soportan muchas de las grandes casas que engalanan las calles más visitadas.
Aunque bueno, casas, casas cada vez quedan menos con esto de la gentrificación, porque a ver quién soporta semejantes precios de los alquileres con la proliferación de los pisos y apartamentos tipo AirBnB totalmente descontrolados. Pero bueno, luego ponemos el acceso a la Plaza de España de pago y ya estaría, ¿no?
Por cierto, la Sevilla en blanco y negro es la misma que no consiguió procesar la propuesta del "polémico" cartel de la pasada Semana Santa del artista Salustiano García. Es la misma ciudad a la que le encanta ser elitista y endogámica, lo lleva en su ADN junto a lo de estrenar ropa el Domingo de Ramos. ¡Y ay! Cómo se mueren algunos por ir escalando de estrato en estrato y pisoteando a todo lo que se encuentran a su paso. Porque claro, así es más satisfactorio, ¿no?
Pues con la Feria sucede lo mismo. No, no entres a compararla con la de Córdoba, Jerez o El Puerto. No merece la pena. Esta fiesta es una representación más de la idiosincrasia de una ciudad de lo más peculiar, algo que también se traduce en el código de vestimenta exigido a medias para participar de ella.
El código de vestimenta de la Feria en unos sencillos pasos: haz lo que yo te diga
No, querida, por mucho que hayas visto estos días, estas pasadas semanas, en redes sociales, no es necesario que vayas a la Feria vestida de flamenca ni que saques del guardapolvos tu traje de la confirmación para hacer acto de presencia en el Real.
De verdad, no hay ningún segurata de la moda en la portada que te vaya a dar el carné de aprobado o suspendido por llevar traje, chinos y camisa o unas Total 90. Pero te mentiría si te dijera que en el dress code de la Feria de Sevilla no está todo escrito. Y mira, a mí me encanta ver a un hombre con traje, si es cruzado, más, pero oye, que un pantalón de chándal gris también tiene su aquel (guiño, guiño, codazo, codazo).
Venga, ahora en serio. Seguro que has escuchado por mil y una vías que para pisar albero tienes que llevar si eres chico y encajas en los estándares que tradicionalmente se asocian al género masculino, un traje de chaqueta. Y esto es verdad a medias.
Como puede que sepas, en Sevilla la mayoría de casetas son privadas, por lo que cada una se guarda el derecho de admisión, como en las discotecas o ciertos restaurantes. Y sí, hay algunas en las que ni siquiera te dejan entrar si no llevas americana, haga 25 grados o 40. Ten claro cristalino que si no la tienes te vas a llevar muchas miradas por encima del hombro. Digamos que no se trata de una norma oficial pero sí oficiosa. Y una vez más el problema no está en la ropa que decidas llevar, sino en el ojo del que mira.
En estos días hemos visto varios vídeos que se han popularizado bastante en redes sociales y que han resultado polémicos. El primero es de una sastrería, Bund Company. Un chico aparece dando una serie de tips sobre cómo acudir vestido a la Feria. Un contenido que refleja muy bien las expectativas de estilo para los chicos, con la acepción que antes he comentado, en la Feria de Sevilla.
Ha habido muchos comentarios negativos a raíz de esta publicación, especialmente en X. Sin embargo, no pienso que se trate del post más candente. Lo que personalmente me fastidia, por experiencia, es lo mucho que se mira lo que llevamos y lo poco que importa cómo nos comportemos luego en la Feria.
Te puedo decir que me he llevado yendo durante muchos, muchos años, a una de las casetas con socios con más poder adquisitivo de todo el Real y no sabes todo lo que se ve allí. Mi parte favorita era observar a gente que debía mucho dinero con vestidos de 400 euros (no trajes de flamenca, vestidos), bolsos de 1200 y sandalias de 800. Y es que al fin y al cabo hay cosas que nunca comprarán los billetes.
No obstante, el vídeo que me ha puesto la piel de gallina y que me ha generado mucha violencia ha sido uno que ha publicado la usuaria de TikTok @elenita.la.fantastica, cuya cuenta parece haber desaparecido sobre la faz de la plataforma.
En el mismo, una chica bastante joven se dedicaba a grabar sin permiso a muchas flamencas de las que estaban a su alrededor, criticándolas con comentarios muy hirientes sobre los diseños que estas lucían. Y lo más gracioso es que ella sale con un pendiente menos, la flor doblada, muy despeinada y con un mantoncillo que no se atiene nada a esos estándares estéticos que marca la Feria de Sevilla.
Si hay algo que representa el traje de flamenca es la diversidad, el color, el trabajo de lo hecho a medida y la posibilidad de personalizar cada creación. Puede gustarte más o menos, pero en qué momento olvidamos algo tan básico como el hecho de que todo el mundo puede vestir como le plazca. Eso sí, está claro que el termómetro de la sevillanía no funciona a gusto de todos.
La Feria no es engagement
Esta frase la vimos en su momento en el Instagram de la influencer y diseñadora Rocío Osorno. Y es que la Feria de Sevilla y los sevillanos, nuestras tradiciones, nos hemos convertido en una especie de parque turístico del que todos pueden picotear a su antojo. Eso sí, lo de imponer una tasa turística para las estancias en alojamientos lo dejamos para otro día.
Puede que el orgullo de ser andaluces lo hayamos forjado a base de golpes y que aún no hayamos aprendido después de haber sido los artífices de la riqueza de otras comunidades que tanto sobresalen y que tantos golpes en el pecho se dan. Esas que podrían personificar la frase más capitalista de la historia de "ser un hombre hecho a sí mismo".
Siempre hemos sido los proveedores: de tierra, de buen tiempo, de mano de obra. Y ahora también somos el patio de recreo de los que tantas veces nos han menospreciado por un acento, por unas tradiciones y una forma de ver la vida que no es mejor, ni peor, simplemente diferente.
Cuando llega la primavera, desde el resto de España comienza el descenso de hordas de wannabes que claman al cielo diciendo que uno de sus bisabuelos nació dentro de nuestros fronteras. De esos que si nos despistamos comienzan a sesear o a cecear, al gusto, según convenga. Y que te sueltan un "qué gracioso hablas".
Los mismos que en verano han conseguido que un alquiler en El Puerto de Santa María se dispare a precio capitalino de barrio pijo, se manchan sus brillantes zapatos en el Real, mimetizándose, pretendiéndolo, con el resto de asistentes a la Feria. Y sí, si van "bien vestidos", lo mismo el sevillanómetro los quiere un pelín más que a un auténtico sevillano de El Cerro del Águila.
Pero tranquila, que al igual que el brillo de los ojos no se opera, el andalucismo no se compra.
Fotos | Cristina Sobrino Calado (@cristinasobrinoc)
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