Inventora, empresaria y primer gran estrella de Hollywood: así es la fascinante historia de Florence Lawrence

Con 280 películas en su haber, esta actriz fue pionera también de uno de los principales elementos de seguridad de los autos de hoy en día

Hablar de mujeres que cambiaron la historia nos hace pensar en las pioneras de la medicina, las matemáticas o de descubrimientos que cambiaron el rumbo de la humanidad, sin embargo, a lo largo de los años, hay nombres que vale la pena rescatar del olvido, como el de Florence Lawrence, una actriz que pasó del anonimato del cine mudo a convertirse en la primera gran estrella del Hollywood de los años veinte.

Nacida como Florence Annie Bridgwood el 2 de enero de 1886 en Hamilton, Ontario, Canadá, Lawrence fue una actriz cuya fulgurante carrera en el cine mudo la convirtió en una celebridad internacional, pero también fue una mujer innovadora que ideó mecanismos precursores para los automóviles que ahora son un referente de seguridad para cualquier vehículo.

Nacida en el seno de una familia de artistas, Florence se vio desde pequeña envuelta en el mundo del espectáculo: su madre, Charlotte A. Bridgwood, era una actriz conocida como Lotta Lawrence, y su padre, George Bridgwood, también tenía experiencia en el teatro.

En 1906, con tan solo 20 años, Florence debutó en el cine con la película "The White Rose of Leadville". Su talento y carisma la catapultaron rápidamente a la fama, convirtiéndola en una de las actrices más solicitadas de la incipiente industria cinematográfica estadounidense.

En 1910, Florence firmó un contrato histórico con la compañía cinematográfica Famous Players Film Company, convirtiéndose en la primera actriz en recibir un millón de dólares por sus servicios. Este acuerdo la consolidó como la estrella más importante del momento y la posicionó como un ícono de la cultura popular, convirtiéndose así en la primera súper estrella de Hollywood.

Un camino fuera de las cámaras

A pesar de su éxito en el cine, Florence no se limitó a la actuación. Gracias a su fortuna amasada a raíz de su trabajo en el cine, uno de los primeros bienes que adquirió fue un coche. En aquella época, tener un automóvil era una extravagancia económica y social que muy pocos podían permitirse, ya que los automóviles no estaban al alcance de cualquiera, además, porque era muy raro que una mujer que se interesara por los autos.

Lo que más le fascinaba de los vehículos era que "un coche para mí es algo que es casi humano, algo que responde a la amabilidad, la comprensión y el cuidado, al igual que la gente", de ahí que, debido a su entusiasmo y del uso continuo de su vehículo, notó que había algo que mejorar respecto al entorno en el que se movía con su auto, fue entonces que nació uno de los inventos más aprovechados por la industria del automóvil: los indicadores de dirección.

Antes de que se contaran con las luces parpadeantes que ahora todos conocemos, los vehículos de aquella época carecían de un indicador que diera a conocer a los demás automovilistas el rumbo que tomaría un conductor al girar su vehículo, fue entonces que, con el ingenio a flor de piel, Lawrence diseñó unos dispositivos mecánicos en forma de brazos que se erguían con un banderín desde el paragolpes trasero del vehículo, una idea que dio pie a las direccionales modernas y por la que Florence nunca tuvo el crédito que merecía.

Pero su atribución al automóvil no terminó allí: su siguiente innovación en la misma línea fue lo que con el tiempo se convertiría en la luz de freno moderna. Inspirándose en las señales de brazos para indicar un giro en el vehículo, una señal montada en el parachoques trasero con la palabra "STOP", se levantaba automáticamente cada vez que se presionaba el pedal del freno, indicando al tráfico que el coche que iba delante estaba reduciendo la velocidad o deteniéndose.

Si bien Lawrence nunca vio las ventajas comerciales de patentar estos dos inventos a su nombre, continuó con su afán por los autos, sin saber que, en 1925, Edgar Walz Jnr patentaría una luz con dos flechas que servían como indicadores y como luz de freno, apropiándose de la idea original de la actriz.

A la par de su exitosa carrera en el cine, Florence se dio tiempo para encontrar el amor, casándose en 1908 con Harry Solter, para cuando ella ya había filmado unas 60 películas. En ese tiempo consiguió que le pagaran semanalmente en lugar de al día, y recibió el doble del sueldo normal.

Buscando aún más ingresos por su talento, Lawrence y Solter empezaron a buscar trabajo en otros estudios (mientras que, al mismo tiempo, se convirtieron en empresarios de una firma de cosméticos), escribiendo a la compañía Essanay para ofrecer sus servicios como actriz principal y director respectivamente. Pero Essanay informó de esta oferta a Biograph, que entonces era su estudio principal y fueron inmediatamente despedidos.

Al quedar libres, Lawrence y Solter se unieron a Independent Moving Pictures Company of America, una compañía fundada por Carl Laemmle, dueño y fundador también de Universal Pictures, en donde buscaba actores y directores con experiencia; por lo que atrajo a Florence con la promesa de una marquesina con su nombre, aunque la fama de Lawrence se debió a un falso rumor, ya que se dijo que Lawrence había muerto atropellada por un coche en la ciudad de Nueva York, algo desmentido por la misma actriz en los anuncios que mandó a poner en el periódico.

Tragedia, desamor y muerte

Después de que ella cumpliera su sueño de comprar una propiedad en River Vale, Nueva Jersey, la pareja entró en crisis, por lo que se separó en agosto de 1912, sin embargo, volvieron a estar juntos y fue cuando Florence anunció su retiro de la actuación.

A pesar del anuncio de su retiro, Lawrence volvió a la actuación en 1914 con un papel que le cambiaría la vida, ya que un incendio preparado para la filmación, se extendió por el set, en el que Lawrence se quemó parte del cuerpo y el pelo y sufrió una grave caída que la mantuvo en cama varios meses.

Además de culpar a su entonces esposo por haberla obligado a filmar dicha escena, se sintió traicionada por el estudio, ya que éste se negó a pagar los gastos médicos de dicho incidente.

A partir de entonces, vendría una serie de tragedias: en 1920 su marido murió. Al año siguiente se casó con Charles Byrne, un vendedor de coches, pero se divorciaron en 1931. En 1933 se casó por tercera vez con Henry Bolton, un hombre violento que la golpeaba.

El final de su carrera estuvo marcado por papeles menores y actuaciones secundarias, una situación que la dejó en la ruina a la par de su consumo de la droga de moda: el crack y la gran depresión que hundió la economía de Estados Unidos, por lo que Lawrence decidió tomar la salida errónea para acabar con sus problemas: suicidarse ingiriendo veneno para hormigas, causa de su muerte en 1938.

A pesar de los altibajos de su vida, su legado como pionera del cine y mujer innovadora sigue vigente. Su nombre está inscrito en el Paseo de la Fama de Hollywood como un recordatorio de su invaluable contribución al séptimo arte y, además, desde 1991 el actor Roddy McDowall se encargó de inmortalizar a la primera gran estrella de Hollywood, colocando una placa sobre la sencilla sepultura de la actriz que dice: “La Chica Biograph / La Primera Estrella de Cine”, en alusión a aquella mujer que marcó el camino para el reconocimiento de los actores en pantalla que la industria quería mantener en secreto para evitar que pidieran salarios más altos.

Imágenes de Wikimedia | IMDB

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