Nos hemos acostumbrado a escuchar el término «millennial» demasiado a menudo ligado a connotaciones negativas, casi como si la brecha generacional en estos tiempos fuera más profunda que en décadas anteriores. Según un criterio comúnmente aceptado, la generación millennial comprende a aquellos nacidos entre 1981 y 1993, dejando para la anterior generación, la nacida entre 1969 y 1980 diferentes denominaciones; las más comunes: «generación X» o «generación EGB». Y nos podemos evitar preguntarnos... ¿somos tan diferentes? ¿En qué? Hablamos con dos hermanas separadas por esa brecha generacional y con una socióloga para que nos lo expliquen.
El poder de los millennials
La socióloga Anna Rivera lleva años estudiando las diferencias entre generaciones y su situación concreta en España. Y comienza señalando algo que puede tener más importancia de la que parece: «Los millennials tienen el poder de ser la primera generación que tiene conciencia de serlo e incluso un nombre para nombrarla. La división en generaciones de los nacidos en épocas anteriores llegó a posteriori, pero los millennials saben ya a qué generación pertenecen y con qué iconos de esta deciden o no identificarse».
Laura y Julia son hermanas. Laura nació en 1979; Julia, en 1990. Según nos dice Laura, «Julia es millennial, pero yo ni siquiera tengo claro a qué generación pertenezco». Le mencionamos los términos «generación X» o «generación EGB» y se siente más cómoda con este último, más nostálgica de algo común compartido, aunque solo sea el nombre de un plan de estudios. Siente que su generación es la gran olvidada, la que sufrió la crisis, la burbuja inmobiliaria y tantas otras cosas que los convirtieron en una generación «algo perdida».
Pero, nomenclaturas aparte, ambas sí son conscientes de que su entorno, su forma de vida y sus pensamientos son muy diferentes, a pesar de haberse criado en la misma casa, con los mismos padres. «Aunque tú bastante más mimada», se burla Laura. El primer estigma asociado a los millennials sale a la luz en forma de broma, pero ¿en qué más se diferencian las dos generaciones?
Estudios, formación, trabajo...
Laura tiene 39 años, estudió Derecho y trabaja en un despacho de abogados, como experta en relaciones jurídico-laborales. Julia, a sus 28, es graduada en Filología Clásica y trabaja a media jornada en una academia, pero complementa su sueldo con traducciones y correcciones para diferentes editoriales.
«En lo referente a los estudios y el trabajo, yo siempre digo que mi generación fue la gran estafada», confiesa Laura. «Nos dijeron que si estudiábamos mucho, aprendíamos idiomas, elegíamos una carrera que tuviera salidas y lo hacíamos todo bien, vendrían a buscarnos a la facultad para ofrecernos un trabajo. ¿Es un spoiler si digo que eso no fue así en absoluto?».
Julia, en cambio, reconoce que entró en la universidad sin demasiadas esperanzas de que el esfuerzo hecho en las aulas se reflejara en el futuro en un salario: «Nunca olvidaré el consejo que nos dio un profesor en el último año de instituto, que fue a la vez descorazonador y revelador. Nos dijo algo así como que, ya que nos tocaba hacernos mayores en plena crisis, ya nada tendría salidas, pero que eso traía asociada una muy buena noticia: que al fin podríamos estudiar lo que nos diera la gana, sin pensar en las salidas».
Y Julia lo hizo. Se graduó en una carrera que muchos dan por obsoleta y, aunque ahora trabaja en dos sectores directamente relacionados con ella, no siempre ha sido así: «Básicamente, he trabajado de todo. He sido dependienta, teleoperadora, monitora de tiempo libre, he escrito dos poemarios, he trabajado en un par de ONGs, en un proyecto no remunerado en la facultad y en otro que sí lo era y hasta he hecho de modelo de cuerpo en un curso de Arte».
«Y ella solo ha sido abogada», añade como coletilla hacia su hermana, que recibe el comentario entre risas, pero pronto se pone seria: «Es que yo ni siquiera trabajé en nada antes de los 24, y mi hermana a esa edad ya tenía un currículum de seis páginas. Yo fui de la generación del "estudia mucho y no pierdas el tiempo buscando trabajos que no te van a servir para nada". Esa era la consigna de mis padres. Ellos me pagaron todo, porque afortunadamente podían, hasta que acabé la carrera, el máster y me lancé al mercado laboral con cero horas cotizadas».
«Mucho se dice eso de que los millennials somos una especie de ni-nis que no queremos esforzarnos, pero a mis amigos y a mí nos parece alucinante que mi hermana, y muchas de sus amigas, no trabajaran ni un minuto antes de acabar la carrera. Supongo que nosotros asumimos pronto que más nos valía tener experiencia laboral en todos los campos posibles para salir adelante», apunta Julia.
La brecha generacional de las relaciones
Pero no solo en la forma de gestionar su formación académica y laboral se sienten diferentes Laura y Julia. También en lo que se refiere a las relaciones, el sexo, el matrimonio... «No sé si soy el mejor ejemplo millennial», apunta Julia. «Yo llevo con mi novio desde el instituto».
Y Laura reconoce que su forma de ver la vida personal ha cambiado en los últimos años. «Hace unos años, todas mis amigas cercanas y yo seguíamos el mismo patrón. Nos habíamos casado, algunas habían sido madres y formábamos un grupo bastante clásico en eso. En cambio, al acercarnos a los cuarenta han empezado a llegar los divorcios y ya no tenemos tan claro que el modelo de pareja que siempre asumimos como natural sea la opción más correcta. O la única opción, de hecho».
Anna Rivera, como socióloga, tiene clara la importancia de lo que han visto en casa una y otra generación: «Aunque las generaciones son permeables y, obviamente, hay de todo en todas, la realidad es que la generación EGB son hijos de los baby boomers, que en lo referente a la vida familiar fueron todavía muy clásicos, matrimonios para toda la vida y bastantes hijos. En cambio, la nueva generación ya se ha criado con padres divorciados, familias monoparentales y mucha más diversidad. Sus referentes son otros».
Julia confirma esta teoría: «La mitad de los padres de mis amigos están divorciados. Y mis amigos... pues hay de todo. Solteros que no quieren dejar de serlo, solteros que buscan pareja, parejas estables, parejas nada estables, heteros, gays y hasta una experiencia de poliamor».
Un mundo sin fronteras
Julia, con 28 años, ha vivido en Polonia (de Erasmus), en Irlanda, en Grecia, en Perú y en Holanda. Se ha ido tres veces de Interraíl y sus veranos consisten en saltar de festival en festival en la furgoneta de un amigo. «A mí me mandaban en verano a estudiar inglés a Londres y me sentía la más cosmopolita del mundo», se ríe su hermana.
Laura cree que una de las grandes diferencias entre las dos generaciones es la visión del mundo como un lugar sin fronteras que tienen los millennial. «Reconozco que si a mí me hubieran ofrecido un trabajo en el extranjero, solo pensaría en los beneficios económicos, en lo que me aportaría al currículum y en que me pagaran la vivienda y los gastos básicos. Sin embargo, mi hermana y muchos de sus amigos se han ido a la aventura, con poco más que una mochila... y no les ha salido tan mal, aunque hay de todo, claro».
«No sé qué habrá influido en que seamos así», reflexiona Julia. «Pero es cierto que yo no siento que tenga raíces. Ahora, circunstancialmente, vivo en la ciudad en la que nací, pero me he pasado muchos años de acá para allá y sé que aún me quedan muchos lugares en los que me gustaría vivir. Quizá por eso tampoco los hijos entran en mis planes; ni mi pareja ni yo queremos que nada nos ate a un lugar, ni siquiera nuestra propia relación».
Anna Rivera menciona varios factores que influyen en ese salto generacional: «Aparecieron los billetes de avión de bajo coste, internet rompió las fronteras, se han ido desde muy pequeños a estudiar inglés fuera, cuando pocos años antes era algo que pocas familias podían permitirse... Tienen un acceso a la información que, además de otros muchos aspectos positivos, ha hecho que se interesen por lugares que a generaciones anteriores les sonaban tan remotos que ni se planteaban visitarlos, mucho menos vivir en ellos».
Las formas de comunicación... ¿brecha o no?
Una de las primeras imágenes mentales que nos hacemos de un millennial es la de alguien con un smartphone en sus manos. ¿Es muy diferente la forma de comunicarse entre generaciones? «En mi caso... en parte sí y en parte no», nos dice Laura. «Yo uso el WhatsApp tanto como mi hermana (o más). También Twitter, Instagram, Facebook y alguna otra app de comunicación o redes. Lo único que sí noto es una cierta sensación de llegar tarde. Cuando yo me entero de que existe, por ejemplo, alguna nueva funcionalidad en Instagram... siempre es porque he visto a Julia usarla».
«Pero creo que no es así en todos los casos. Yo, por ejemplo, tengo un par de amigos que se autodenominan "analógicos", porque no quieren usar redes sociales, aunque sí tienen móvil y WhatsApp», dice Julia. «Es que quizá hay de todo en las dos generaciones», añade su hermana. «Yo aún tengo amigas que, pese a usar el WhatsApp a diario, en mi cumpleaños no se quedan tranquilas si no llaman por teléfono a la vieja usanza. Sin embargo, creo que nunca he oído el tono de llamada del móvil de mi hermana porque el cien por cien de su comunicación es escrita».
Aspiraciones, sueños y su propia percepción como generación
«Yo aspiro a viajar por el mundo y saltar de trabajo en trabajo mientras eso sea lo que quiero hacer. No hay mucho más que eso». reconoce Julia. Laura, en cambio, confiesa que su concepto de sueño ha cambiado un poco en los últimos años: «Hace una década te habría dicho que mi sueño es lo que tengo hoy. Una pareja estable, un trabajo bien remunerado y que me gusta, pero... creo que otra diferencia entre las dos generaciones es que soñamos distinto».
«La generación millennial se pone menos límites en sus aspiraciones», explica Anna Rivera. «Son la primera generación global, es decir, comparten aspiraciones con jóvenes que están al otro lado del mundo, dentro del hemisferio occidental. Sueñan con lo más alto, pero ojo, porque eso también puede llevar a la frustración de creer que una vida más pausada y clásica es un fracaso, y no tiene por qué ser así en absoluto».
«¿Qué es lo mejor de vuestra generación?», les preguntamos a Laura y a Julia, para concluir. Se lo piensan bastante, pero al final parecen tenerlo claro.
«Nos educaron en el esfuerzo y el mérito y, aunque nos hemos sentido decepcionados muchas veces, seguimos trabajando cada día para conseguir nuestros objetivos. A pesar de crisis, de fracasos y de que muchas cosas no son como nos prometieron, seguimos luchando y amoldándonos a nuevas realidades a diario», dice Laura.
«Lo que muchas veces se nos achaca como crítica es en parte nuestra mayor fortaleza. No es que seamos unos vagos demasiado exigentes, es que ya no estamos dispuestos a pasar por aros con los que otras generaciones tragaron, sobre todo en lo laboral o en las relaciones de pareja. Y no es que seamos unos raros y unos hipsters, es que los raros ya no tienen por qué sentirse como tal entre nosotros», apuntilla Julia.
En Trendencias | Hemos descubierto lo que de verdad hace felices a los millennials (después de empollarnos muchos estudios, claro)
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