Lo llaman el chic francés. Aunque también se usa el descriptivo término “je-ne-sais-quois”. Sea lo que sea, hay algo en las chicas francés que nos encantaría copiar. ¿Es su estilo? ¿Su actitud ante la vida? ¿Comer queso a todas horas? ¿La forma de colocarse la boina? Averigüémoslo.
Presumen de que comen lo que quieren y están delgadas. Son las más elegantes, incluso cuando salen a pasear con sus peores vaqueros y les cae un chaparrón encima. Son caóticas, desordenadas y están llenas de contradicciones. La principal: ¿cómo se puede ser tan chic con tan poco esfuerzo?
Pero en el fondo hay un truco; una serie de máximas que lo rigen todo y que suponemos que deben pasarse de una generación a otra entre susurros. Pues bien, vamos a intentar descubrirlo.
Claro que se cuidan, pero también se cuidan de que no se note.
Las francesas cultivan el arte del fino equilibrio. En un país que presume tanto de una excelente gastronomía es difícil no resistirse, pero ellas lo han conseguido. Hace muchos años fui víctima de la fama del libro de Mireille Guiliano, Las francesas no engordan y me lo bebí. En el fondo no aprendí nada que no me hubiera podido contar mi abuela. Las francesas practican la sensatez y la moderación a la hora de comer. Y la dieta mediterránea a tope. Disfrutan de los buenos productos con mesura, de cocinar ellas mismas, del menos es más y en general, de no prohibir sino reducir sin dejar de disfrutar.
No es estilo, es actitud.
Siguiendo en mi búsqueda por encontrar el auténtico chic francés, el mes pasado me compré también el libro Cómo ser parisina, estés donde estés, de Anne Berest, Audrey Diwan, Caroline de Maigret y Sophie Mas. Y entonces lo entendí todo: ser francesa (ya, ya sé que en el título pone “parisina”, pero ¿no es eso el epítome de todo lo francés?) es cuestión de actitud. De una serie de tips de lo más caóticos, pero fáciles de seguir. Algunos son muy locos, como "córtate el pelo a ti misma", otros son muy lógicos, "Aligera, reduce, sé minimalista" y otros son simplemente verdades como un templo, pero que jamás había escuchado.
“Encuentra tu perfume antes de los treinta años. Llévalo los treinta años siguientes” Es así de sencillo. Las francesas hacen suyas las cosas. A muerte.
“Nada de canas. O todo canas”. Son extremistas, defensoras al máximo de su postura. Odian o aman, no se quedan en las medias tintas. Sólo así se consigue destacar.
“Tú eres tu propia heroína. De entrada”. Bravo. Arriba la autoestima. Nos enseñan a ser modestas y resulta que el truco está en convertirse en leyenda o creerse que una misma es un modelo a seguir.
"Debes estar siempre deseable. El domingo por la mañana en la panadería, comprando cigarrillos en mitad de la noche o esperando a los niños delante del colegio. Quién sabe..." No abandonarse a sí misma, quererse como modo de vida. Sentirse bien por qué sí. Porque tú lo vales, como dice esa marca de cosméticos.
Abandonarse a los pequeños placeres, la clave.
Una francesa no renuncia a esas pequeñas cosas que nos hacen felices cada día, aunque tengo la impresión de que tampoco renuncia a las grandes. Pero es disfrutona al máximo y no se priva de ningún capricho: desayunar en una terraza, leer el periódico mientras come sola, disfrutar de una copa de vino al llegar a casa, convertir los lunes en viernes o sentir la sensación de la ropa interior bonita sobre la piel.
Lo inesperado es lo que las hace tan especiales. Hacer crêpes ahora mismo, autoregalarse un ramo de sus flores favoritas, perderse en un mercadillo de frutas y verduras de barrio, llevar tacones hasta el último mes del embarazo,...
Cualquier aventura arriesgada merece la pena, porque su lema es “porque tengamos una sola vida no debemos tener miedo de estropearla”. En resumen, si queremos ser francesa vamos a tener que esforzarnos por estar un poco locas, escribir cartas que no enviaremos nunca, enamorarnos de alguien imposible y sentir lo bonito que es estar vivas.
Las reinas del effort-less chic.
Cuidarse y quererse a sí misma es un buen primer paso, pero reconozcámoslo, lo que más nos gusta de las chicas francesas es su allure. Su forma de convertir cualquier prenda, hasta los más sencillos vaqueros, es una pieza de Alta Costura. En mi búsqueda por empaparme de todo su savoir faire, me hice también con un ejemplar de La Parisina. Guía de estilo de Ines de la Fressange, donde esta dama del chic nos cuenta todos sus secretos para ser una experta en estilo sans effort. De todos los que nos sopla en su best-seller me quedo con los siguientes:
-El pañuelo de seda es una pieza clave en tu vida, sirve para convertir un atuendo soso en algo espectacular, para ponértelo con estilo sobre la cabeza cuando llueve y para dar color al día más gris.
-La camisa blanca no falla nunca.
-La americana negra puede convertir unos vaqueros sucios en el atuendo perfecto para ir a un cóctel.
-El bolso no es un accesorio, es parte de tu vida, algo parecido al de Mary Poppins donde puedes encontrar casi cualquier cosa
-Hazte con una camiseta básica, que también será de la marca más cara que puedas pagar y que te costará eones encontrar.
-No te olvides de llevar unas gafas de sol enormes, especialmente para lucirlas en cualquier ocasión (¡viva la contradicción!): cuando llueva, cuando estés triste, cuando te sientas de guapo subido…
-Imprescindible el jersey grueso y preferiblemente de cachemir que te envuelva, pero que deje un hombro al aire de manera muy sexy.
Fotos: CityGirlinredlipstick, Louise Roe, Rackkandruin, Mode and the city, Garry Knight y Raphaël Labbe.
En Trendencias|Para conseguir la elegancia de la mujer francesa apuesta por marcas del país vecino
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