¿Me queda bien?, ¿crees que debería comprármelo?, ¿crees que debería ir a esa comida con mi familia política?, ¿debería pedirle perdón?... Estas y otras muchas cuestiones son disparadas cual lanzas envenenadas hacia nuestras personas, día tras día, frente a un café, desde el otro lado del teléfono o vía Whatsapp. Los debates internos de nuestras amigas no tienen límites. Nuestra capacidad para sortear situaciones incómodas, sí. No continúes soñando con él, he aquí el manual para sortear estas y otras preguntas y salir airosa.
¿Qué me pongo para esa cita con aquel chico tan mono que conocí el otro día?
Temblad, apagad el móvil, desconectad el teléfono fijo, ni se os ocurra mirar el correo electrónico y por supuesto, no descolguéis el telefonillo de casa. La pregunta de las preguntas, la temida QMP – qué me pongo – ha hecho su aparición y no querida, no, no estás preparada para ello.
Toneladas de ropa sobre la cama, horas frente al espejo, miles de pegas, problemas con las tallas, longitudes y escotes sobrevuelan a tu alrededor. Huye. Sabes que te pasarás una tarde entera (sino dos o más) aconsejando a tu amiga sobre qué ponerse para la cita, para que tras larguísimas horas de disquisiciones varias, llegue a la conclusión de que era el primer look el que mejor le sentaba. O decida irse de compras, no sin antes rogarte que le acompañes.
¿Crees que debería comprarme este bonitísimo (pero carísimo) vestido que posiblemente jamás me ponga?
Perdonad, la pregunta original sería algo similar a un simple pero efectivo ¿me lo compro?, no sin antes ponerte ojitos del gato con botas de Shrek, mirarlo y remirarlo con deseo, probárselo mil y una veces y considerar todos los pros y contras del dichoso vestido. Está claro, tu opinión aquí no tiene validez, va a comprárselo de igual manera, pero ojo, tu respuesta puede desencadenar una situación no buscada: la indecisión.
La indecisión es inherente a una mujer en un probador (escrito con conocimiento de causa), no la aumentes si no quieres pasarte el resto de la tarde en la misma tienda. Y cuidado con los apostillamientos del estilo “¿no crees que es un poco caro?” o “¿pero ya le vas a dar uso?”, aumentarán su confusión, y no, no buscas eso. Tu amiga lo tiene decidido,** limítate a que sea ella quien se dirija al mostrador**.
¿Debería ir a esa comida con mi familia política que por otra parte no me apetece nada?
El gordo de la Lotería de Navidad, el pleno al quince en la Quiniela y el sueldo para toda la vida de Nescafé, has tenido suerte, con esta pregunta te han tocado todos a la vez. He aquí la pregunta del millón, ir o no ir a esa comida con su familia política, está claro que tu amiga no quiere ir, te lo ha repetido por activa y por pasiva, y tú no quieres oír más del tema.
Ella debería ir pero prefiere no ver a la prima de su chico, esa que tanto le saca de sus casillas, menos aún a su suegro, jamás ha congeniado con él, y tú llevas ya dos horas colgada del teléfono escuchando miles de historias al respecto. Escabúllete, no es tu batalla, dile que lo hable con su pareja, al fin y al cabo es su familia ¿no?, a lo mejor así consigue asistir sólo a la comida y saltarse el café. El truco está en el win-win y tú ahí no pintas nada.
¿Acepto su perdón?
Una cuestión dura y difícil donde las haya. Como en casi todas las situaciones anteriores tu gran amiga del alma sabe en su fuero interno qué es lo que quiere. Aceptar su perdón o no no te incumbe a ti, pero tus dotes como gran amiga han soportado su interminable perorata.
Ahora te toca actuar, dile que recapacite, que piense, que deje de dar vueltas en círculos y que haga lo que realmente desee hacer, la decisión la tiene más que tomada, sólo debe sentarse y pensar, pensar en si realmente merece la pena perdonarle.
¿Piensas que me vendría bien apuntarme al gimnasio/hacer dieta/dejar de comer chocolate?
Normalmente esta pregunta no se formula de forma tan directa, viene seguida de o bien de la primera o la segunda situación. Las mujeres cambiamos, nuestros cuerpos cambian, la vida los hace cambiar y es bonito. Dile a tu amiga que no haga locuras, que se mantenga sana, viva feliz y coma lo que le apetezca dentro de unos límites.
Eso sí, que jamás se salte las tardes de chicas, esas cucharilla y tarrina de helado en mano junto a una película ñoña que tu pareja jamás accedería a ver. Es sagrado, se ponga como se ponga. (También adaptables a los vinos un jueves por la tarde o las noches de tapitas por el centro, lo sentimos, pero aquí no hay dieta que valga)
¿Le llamo o no le llamo?
Cuidadín con esta pregunta, es un posible desencadenante de casi todas las situaciones anteriores. Parece un juego de niños, pero no lo es. Valora su relación hasta el momento, hazle pensar a tu amiga del alma, poned en una balanza los pros y los contras de llamarle. Y oye, si decide no hacerlo pasad al punto de las tapitas por el centro, los vinos al atardecer o los helados frente a una película.
Amigas, ese gran tesoro generador incansable de preguntas comprometidas.
Foto de portada | Cordon Press
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