5 verdades que no lo son siempre (y que nos creemos de tanto repetirlas)

Nos lo creemos todo. Estamos rodeados de opinólogos, en los medios de comunicación y en nuestra vida diaria. Repiten ideas escuchadas a su vez a otros, y entre todos acabamos convirtiéndolas en dogma de fe. Si no las meditamos demasiado, esas normas no escritas acaban conformando nuestra zona de confort; una enorme zona de confort en la que nuestras decisiones nunca son cuestionadas porque nunca sacamos los pies del tiesto de lo políticamente correcto.

Pues yo sí que las he meditado. Bueno, meditado, experimentado y sacado los pies de esa zona de confort. No voy a decir que sea fácil. Contradecir tópicos tan asentados conlleva críticas, comentarios y cuestionamientos varios. Pero, ¿de qué tópicos estoy hablando?

Hay una edad para cada cosa

«Ya no tienes edad para salir todos los fines de semana». «Mírala, casi cuarenta y enamorada como una adolescente». «A partir de cierta edad, hay que cambiar de prioridades». ¿Cuántas veces hemos oído estos comentarios? Cientos. Pero el problema no es cuántas veces lo hayamos oído, sino cuántas veces habremos descartado algo que nos habría hecho felices por pensar que ya no es nuestro momento.

¿Quién ha escrito esas normas? ¿Cuándo permitimos que se guionizara nuestra vida? Si a los cincuenta y tres años te apetece coger una mochila y recorrer mundo, ¿quién se atreve a juzgarte?

No hay que mezclar los negocios con el placer

Dicen las estadísticas que el entorno laboral es el lugar donde surgen la mayoría de relaciones. Normal, por otra parte, dado que es donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. Sin embargo, nos siguen repitiendo hasta el hartazgo esa frase tan cutre de «donde tengas la olla…».

Creo que a ninguno se nos escapan los problemas que pueden surgir al iniciar una relación con un compañero de trabajo, jefe, empleado, etc. Pero, ¿qué relación está exenta de riesgos? Ninguna. Y la que lo esté seguramente no merecerá la pena.

Los padres no pueden ser amigos de sus hijos

No digo que esto funcione a cualquier edad. Hablo de la edad adulta. He escuchado cientos de veces eso de que «los padres siguen ejerciendo toda la vida» y no acabo de tener claro que me guste la idea. No me veo yo en edad de recibir una bronca si me paso con los gintonics.

Cuando alguien dice eso de que «tus padres no pueden ser tus amigos», siempre hay un cierto deje de desprecio en la palabra amigo. Un amigo –un buen amigo, al menos– es alguien que te apoya en las horas bajas, que celebra contigo las altas, que te escucha incondicionalmente, que te dice las verdades que duelen y que mataría por ti en un duelo al amanecer. ¿En serio son esas funciones tan diferentes a las de unos padres?

La amistad con un ex es imposible

¡Qué manía con escoger a nuestros amigos tiene todo el mundo! Por supuesto, a algunos ex no queremos verlos ni en pintura porque, probablemente, nunca nos cayeron bien fuera de las sábanas. Pero se me ocurren muy pocos candidatos a buen amigo mejores que una buena expareja. Si hubo un día en que le entregamos a esa persona nuestros sueños de futuro, ¿qué puede ser tan grave como para eliminarla por completo de nuestras vidas cuando el amor romántico se va?

Siempre he pensado que no hay sentimiento más puro que la amistad. Mucho más que el amor romántico. Si quisimos a alguien hasta el punto de compartirlo todo, si sigue siendo la única persona con la que nos comprendemos con una mirada, ¿cómo va a ser más natural odiarlo que incorporarlo al club de personas más importantes de nuestra vida?

Busca un trabajo para toda la vida

Con los niveles de paro que nos asolan, es difícil no parecer frívolo al decir «no quiero un trabajo para toda la vida». Que quede claro: sí quiero trabajo toda la vida, pero no UN mismo trabajo toda mi vida.

Elegimos nuestra carrera a una edad en la que no sabemos nada de la vida. Nos dejamos guiar por aquello que nos dicen que tiene más salidas laborales. Y así nos encontramos, años después, metidos en una oficina que no se parece en nada a lo que soñábamos cuando éramos más jóvenes, cuando aún soñábamos. Un trabajo que no nos gusta, pero que tiene una cierta estabilidad es la guinda al pastel de la zona de confort. ¿Y si dejamos de soñar con que nos toque la lotería para darle una patada al jefe y tomamos las riendas del resto de nuestra vida laboral?

Los tópicos ayudan a sobrellevar el día a día. Vivir conforme a unas normas que marcan los demás es socialmente aceptable y, sobre todo, cómodo. De nuevo, zona de confort. ¿Y qué hay fuera de esa zona? Más allá de los tópicos, están las oportunidades, los retos y las posibilidades de cambiarlo todo. La posibilidad de vivir nuestra historia, la que nosotros escribamos. Fuera de la zona de confort, está nuestra vida.

Fotos | & Other Stories, Collage Vintage, Picjumbo, Dust Jacket, Megan Jennifer y Lean & Meadow.

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