Si te preguntas por qué te enamoras siempre de personas completamente opuestas a ti o qué tipo de MM (maldición magnética) ejerces en los hombres que no te convienen, atenta: quizá encuentres las respuestas aquí.
Teoría de los polos opuestos, modelo 1:
Chica buena conoce a chico malo. Chico malo pasa de ella por completo, pero tras mucha paciencia y encanto femenino, después de un tiempo… ¡CHAS! Se transforma en un santo varón y le tiene comiendo gominolas en su mano.
Teoría de los polos opuestos, modelo 2:
¿Recuerdas ese tipo de la oficina de cuyo nombre nadie es capaz de acordarse? ¿El tímido con pelo graso, pintas de nerd y un cerebro superdotado para los jefazos? ¡Sí! Exactamente ese. Pues bien, corren rumores de que el gafapasta aquel bebía los vientos desde hacía siglos por la guapísima y desbordante secretaria de dirección. Sí, sí, la misma que se pasaba horas y horas comprando en la página de Asos. Casualidades de la vida, una mañana colisionaron en ese cuartucho que la empresa denomina cocina. Papeles revoloteando por los aires. Una risita coqueta. Salpicones de café en la camiseta de Breaking Bad de él. Ella se disculpa con una sacudida de melena seductora. Él se carboniza la barba con su propio rubor y… voilà. Dos semanas después les he pillado comiéndose a besos en el ascensor de la empresa. ¿Te lo puedes creer?
La literatura y el cine están repletos de historias sobre parejas dispares, relaciones complicadas o la redención de un rompecorazones cuando encuentra el verdadero amor. Pero en la vida real ¿nos podemos enamorar de alguien completamente opuesto a nosotros? Y lo más importante: ¿ese tipo de relaciones tienen final feliz?
La clave reside en cómo percibimos al otro
En la investigación realizada por Nathan Hudson y Chris Fraley sobre el grado de satisfacción entre parejas similares y parejas totalmente opuestas, se comprobó que aquellos miembros que comparten rasgos similares en cordialidad y estabilidad emocional se sienten más satisfechos en su relación que aquellos otros con rasgos de extroversión, apertura de miras y responsabilidad en común. A su vez, y cómo dato inesperado, descubrieron que el hecho de percibir a nuestra pareja muy parecida a nosotros también despertaba ese sentimiento de felicidad y satisfacción sentimental, aunque dicha similitud de rasgos no siempre es real.
Iguales en esencia, diferentes a simple vista
De la anterior investigación podríamos deducir que encontrar semejanzas con el otro, aunque sea una mera fantasía, nos aporta seguridad en nuestra relación. Sin embargo, hemos consultado a Carolina Aita Franceschini (coach y experta en Inteligencia Emocional) sobre el tema de los opuestos y asegura que el juego de las parejas no se rige por las mismas reglas y en algunas ocasiones nos vemos atraídos por ese “otro” diferente.
En base a su experiencia profesional, la coach emocional afirma que “la mente humana tiende a buscar aquello en lo que nos diferenciamos en los otros mientras que en cuestiones afectivas ponemos énfasis en buscar las coincidencias. El hecho de ser diferentes permite a la pareja que cumpla su propósito de ser nuestro espejo, de complementarnos y ayudarnos a crecer; pero en ciertas cuestiones, como los valores, éstos deben ser compatibles para que la relación funcione”. También hace hincapié en saber diferenciar entre valores y conductas dentro de las relaciones interpersonales. “Aunque en valores y esencia buscamos personas similares a nosotros, nos suele resultar más atractivo comportamientos que sean distintos a los nuestros”.
Cuando tropezamos con la misma piedra
Quizá tienes un amigo/a tipo Marnie de Girls (con un extenso currículum en fracasos sentimentales) que se lamenta sobre su mala suerte en el amor. Se queja de que siempre se enamora de personas que no le convienen o que no le entienden; y, a pesar de todo, vuelve a reincidir con el mismo tipo de pareja: su completo contrario.
“En general, la repetición de patrones responde a creencias arraigadas en nuestra mente con respecto a la pareja”, explica Carolina Aita. “Todo lo que hemos absorbido como modelos durante nuestra infancia y adolescencia puede determinar el tipo de hombre o mujer que elegimos. Inconscientemente podemos sentirnos atraídos por alguien con el que va a ser complicado que funcione una relación y con ese justo propósito: que no funcione”. Los motivos para autocondenarnos al fracaso pueden ser muy diferentes: desde el miedo al compromiso hasta no creer en las relaciones sentimentales por miedo a fracasar. “También puede suceder que las personas se embarquen en una relación tras otra sin analizar realmente qué han aprendido de ese vínculo anterior; y no debido a una falta de madurez”, apunta Aita; “más bien se debe a una falta de inteligencia emocional con todo lo que supone: autoconocimiento, gestión de emociones y de relación con los demás”.
Chica buena conoce a chico malo
En el artículo ‘¿de verdad nos gustan más los chicos malos?’, Rebeca Rus nos cuenta cómo la ciencia ha dejado evidencia de que la mujer actual no prefiere a los hombres "malotes", sobre todo cuando desea relaciones a largo plazo. Sin embargo, durante la adolescencia y primeros años de juventud no es nada extraño sentir fascinación por el chico duro y peligroso, ese que no atiende a normas y que va saltando de flor en flor (o aplastándolas) a su paso.
“Elegir hombres que no nos convienen viene determinado en muchos casos por nuestra autoestima”, nos comenta Carolina Aita. Cuando la mujer adulta sigue buscando a los chicos malos de manera repetida (aún contando con malas experiencias ya vividas con ellos), “dicha preferencia responde a cuestiones más profundas de nuestro árbol genealógico y el inconsciente familiar”. Según nos argumenta, muchas de nuestras elecciones y decisiones en la vida adulta vienen determinadas por los modelos y creencias con los que hemos crecido y “el papel que haya desempeñado la figura femenina en la familia a veces es causa de que su relación de pareja funcione con éxito o no; de la misma manera, que también influye en las expectativas acerca de la pareja y el sentido que se le otorgue a esta.”
De almas gemelas a polos opuestos: ¿qué nos ha pasado, amor?
El paso del tiempo. Que a veces pasa; y otras, nos sobrepasa.
Con el transcurso de los años no sólo las personas van cambiando algunos rasgos de su personalidad, valores y estilo de vida. La relación de pareja también evoluciona y, a veces, en ese camino atropellado hacia el futuro aquellos que se sentían complementarios se descubren antagónicos: dos polos opuestos en este caso no cumplen la teoría magnética.
“Entre los muchos motivos para que suceda algo así, uno de ellos puede ser que la relación se haya basado en razones equivocadas; otro, que los miembros de la pareja no han trabajado responsablemente en el vínculo”, afirma Aita. “No tener nada en común es casi imposible si esa relación ha sobrevivido con el tiempo. Así que el problema podría residir en la falta de interés por buscar los puntos en común”. ¿La solución? Reencontrar todo aquello que nos gustaba y que todavía nos atrae del otro.
Conclusión: si las parejas opuestas no suelen ser tan opuestas como piensan, la afinidad puede ser una percepción subjetiva más que una realidad y, por mucho que culpemos al destino, es cosa nuestra que nos atraigan de manera recurrente las personas equivocadas, parece evidente que el enamoramiento sea capaz de nublarnos la razón y el sentido.
Fotos| A tres metros sobre el cielo, 50 sombras de Grey, Big bang theory, Yo antes de ti, Girls, Gossip Girl, Blue Valentine.
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