Las redes sociales nos han cambiado la vida. Es algo que tenemos que ir asumiendo, si no lo hemos hecho ya. Incluso esos pocos valientes que permanecen ajenos a ellas han visto su realidad alterada por su presencia. Algunos no podemos ya vivir sin ellas. Bueno, vivir podríamos, pero las echaríamos mucho de menos. Eso sí, recuperaríamos algunas cosas de nuestras vidas porque, nos guste o no, debemos reconocer que las redes sociales nos han robado cosas, ¿verdad?
La posibilidad de vivir sin miedo al ridículo público
Hay días en que la vida te exige volver a casa con los zapatos en la mano y acabar remojando los pies en una fuente pública. Y no, no en plan glamuroso. Más bien en plan... la noche se me ha ido de las manos. No me preguntéis por qué, pero ocurre. Y ahí aparece la simpática de turno con su smartphone, te sube a Instagram, te etiqueta, pulsa el maligno botón "compartir en Facebook" y... de tu tontada pública se acaba de enterar hasta aquel chico tan mono con el que saliste en 2º de B.U.P.
El derecho al olvido
¿Puede alguien, si puede ser Mark Zuckerberg, explicarme a qué ha venido eso de "Facebook te recuerda..."? Y digo más, ¿de dónde se ha sacado Facebook la capacidad para recordarnos siempre las cosas que más nos apetece olvidar? Que Facebook ya no tiene dos años de vida, señores... Que nos está recordando cosas ¡¡de hace siete años!! Habrá heroínas que sigan con la misma pareja y hasta puede que el mismo peinado, pero a la gran mayoría nos está amargando la vida con tanta memoria.
La naturalidad de las fotos espontáneas
Hubo un tiempo en que todos sabíamos cómo eran nuestros amigos. Tenían sus fotos buenas, sus fotos malas y sus fotos espantosas. Ahora no. Ahora ni reconoces a tu señora madre en su foto de perfil. Porque... que levante la mano la que no le haga un par de recortes + repaso con mejorador automático + filtros múltiples. ¿Y qué tiene esto de malo, os preguntaréis? Pues que esa gente luego te ve en persona y se decepciona. No nos engañemos, no hay maquillaje que mejore al filtro Valencia.
Las reuniones "de repaso" con amigas
¿No añoráis aquellos tiempos en que, después de un sarao, os reuníais todas en casa a ver las fotos? Ni siquiera me voy a la melancolía de la fotografía analógica. Me valen los primeros tiempos de la fotografía digital, cuando nos juntábamos un domingo por la tarde, en plena recuperación de la noche anterior, a repasar los looks y despellejar un poco a las no presentes. Ahora, casi sin haber abierto del todo el ojo, ya están todas las fotos colgadas en Facebook. Sin censura. Sin poder hacer comentarios tremendamente ofensivos. Sin emoción, en definitiva.
La emoción de descubrirlo todo sobre él
Pongámonos en el maravilloso escenario de haber conocido a un chico que nos gusta. En el pasado, nos dedicábamos al vil cotilleo a través de conocidos comunes, íbamos descubriendo sus defectos y sus virtudes cita a cita y guardábamos como un tesoro las escasas fotos que teníamos de él. Ahora, a los cinco minutos de conocerlo, ya sabemos que en el 2008 votó a Zapatero, que en el 2010 tenía una novia demasiado guapa para nuestra salud mental y que en el 2013 hizo un viaje en plan mochilero. Y tienes a tu alcance 2.492 fotos de él. Emoción... cero.
Pero la cosa va más allá. Como el (pobre) chaval sea un poco ajeno a las redes, vivirás una decepción constante. Porque al día siguiente de una cita especialmente romántica, tú has soltado una indirecta preciosa en tu estado de Facebook. Y él no le ha dado a me gusta. ¿Por qué? ¿Es que no significó nada para él? ¿Dónde está mi me gusta?
La cruda verdad
El postureo es ley en las redes sociales. Lo optimista de un estado en Facebook, una foto en Instagram o un hashtag en Twitter es, muchas veces, inversamente proporcional al estado anímico real del que lo sube. "Sol, terraza y mojito. La vida es maravillosa. #enjoylife #happySunday" suele traducirse fácilmente por "Vaya asco de día, menos mal que ha salido un rayo de sol para hacerme la foto. Voy a ver si mejora tomándome una copa yo solo".
Si nos fiamos de lo que vemos en las redes sociales (aquí Instagram se lleva la palma), todo el mundo tiene una vida maravillosa en la que todo les sonríe, hasta el clima. Yo, que vivo en Galicia, ni siquiera sé de dónde sacan tanta foto soleada. Sospecho que hacen archivo en verano y las van distribuyendo a lo largo del año. Si no eres un poco espabilada traduciendo fotos, y si tienes un mal día, ver tanta felicidad impostada a tu alrededor puede llegar a machacarte un poco el estado anímico.
Sería absurdo negar que las redes sociales nos han abierto puertas con las que ni siquiera soñábamos cuando empezamos a oír hablar de ellas. Para mí, sin duda, tienen más ventajas que desventajas. Pero no deberíamos perder de vista que hubo una vida anterior a ellas en la que éramos igual de felices y en la que no nos teníamos que enfrentar a estos dramas de la vida moderna.
Fotos | Pixabay, Fashion Me Now, Jeanne Damas, Mr Boho, & Other Stories, Fashion Gone Rogue, Hazel & Pine.
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