Desde hace un tiempo vengo observando un comportamiento en redes sociales que imagino que siempre había estado ahí y que, o yo nunca me había parado a darle importancia, o bien sin las redes sociales no era tan evidente. El caso es que, ante la ruptura de algunas de las parejas más famosas de celebrities, como la de Angelina Jolie y Brad Pitt, Chris Pratt y Anna Faris o, en nuestro país de forma más reciente, Aitana y Cepeda o la presunta ruptura de Amaia y Alfred, la formación de bandos a favor de uno o del otro no se hacen esperar.
Esta misma mañana se publicaba una entrevista con Amaia en la que ella misma admitía que durante los últimos tiempos está recibiendo más "hate" del habitual. La tendencia que tenemos, cuando una pareja rompe, es la de ponernos de parte del dejado y demonizar a quien ha dejado. O a quien presuntamente ha dejado, porque nadie sabe lo que ocurre realmente en una relación ajena por muy famosos que sean.
En cualquier caso, esa situación me ha llevado a reflexionar y a pensar en mí misma y en mi vida romántica. La realidad es durante mi vida me han dejado (varias veces), pero también he dejado (alguna que otra vez) y mi visión de la situación cambió radicalmente la primera vez que dejé alguien.
La responsabilidad en las rupturas
Pienso en mí cuando era adolescente y no había tenido prácticamente experiencia en el amor, más allá de algún enamoramiento platónico claramente no correspondido. En ese momento casi todo lo que sabía sobre el amor estaba basado en las películas románticas que me gustaban y en las canciones de amor y, sobre todo, de desamor que escuchaba sin cesar. En ese momento tenía claro que aquel a quien dejaban era siempre la víctima enamorada a quien habían destrozado el corazón y la persona que dejaba era el malo, egoísta, que nunca había querido a la otra persona y que no se preocupaba por ella, ¿por qué cómo iba a preocuparse si podía hacerle tanto daño?
Con esa filosofía en mente, viví mis primeras relaciones semirománticas y, por supuesto, las primeras rupturas de corazón que supusieron un absoluto drama y la total certeza de que las otras personas eran lo peor y yo no les había importado nunca. Pero entonces conocí a un chico, nos enamoramos - todo lo que se puede enamorar una a los 18 -, empezamos a salir, fuimos felices un año y yo dejé de estar enamorada. No de un día para otro, pero sí poco a poco, hasta que fue insostenible.
Y entonces me di cuenta de que tenía que dejarle. Y me sentí mala persona por hacerle eso. Pero también me di cuenta de que para mí no era fácil, de que la otra persona realmente me importaba aunque ya no estuviera enamorada y de que me partía el corazón hacerle daño. Me plantee intentar seguir con la relación y "esforzarme" por quererle, ¡ya ves qué absurdo! Pero entonces me di cuenta de que lo único que conseguiría así es ser egoísta y por no pasar yo por el mal trago, hacerle a él perder el tiempo con alguien que ya no sentía lo mismo y no estaba igual de involucrada que él en la relación.
Así que lo pasé mal y lo volví a pasar mal la siguiente vez que, años después, me encontré en la tesitura de dejar a alguien. A quién me pregunta qué me parece peor, si dejar o ser dejado, yo siempre digo que dejar. Porque cuando me han dejado he tenido el consuelo de responsabilizar a la otra persona, de culparla durante un tiempo e, incluso, asegurar que es una terrible persona.
Sin embargo, dejar a alguien supone no tener nada a lo que agarrarte. Estás tú sola con la certeza - a no ser que sea una decisión mutua - de que has hecho daño a alguien a quien has querido y a quien todavía quieres, aunque sea de una manera diferente. Y tienes que enfrentarte al hecho de ser la culpable y, posiblemente, la mala para esa persona.
Entender que dejar de estar enamorada no te hace mala persona
La realidad es que pasar por esa experiencia cambió cómo me enfrenté a el final de otras relaciones. Cuando, después de haber sido yo quien rompía una relación, me han dejado a mí, he sufrido. Pero también he sido más consciente de las posibles motivaciones de la otra persona. He entendido que dejar de querer a alguien no te hace automáticamente mala persona, ni egoísta ni cruel. A veces te hace justo lo contrario por mucho que le cueste verlo a quien has dejado.
Obviamente, hay personas que pueden ser malas o no preocuparse por el bienestar de la persona a la que han dejado. Pero, en esos casos, qué alegría que te dejen y así te liberen de su influencia. Sin embargo, en los casos de dos personas normales que comparten un tiempo bonito y que un día dejan de sentirlo, la situación me parece completamente diferente.
Por ello, cuando veo a tanta gente odiando, acusando y señalando a unos niños de 19 o 20 años por, presuntamente, haber roto una relación, no deja de sorprenderme y entristecerme. Porque las relaciones siendo tan jóvenes son difíciles y ser capaz de gestionar nuestras emociones, cómo cambiamos nosotras, cómo cambia la otra persona y cómo cambia lo que sentimos por los demás es muy complicado.
Y dejar una relación es todavía más complicado y duro. Porque a veces no se entiende que el que deja no solo no es, necesariamente, una mala persona ni egoísta, sino que puede ser todo lo contrario. La persona que va a dejar es, a veces, la que tiene el valor de tomar una decisión que va a doler, pero que va a solucionar algo que ya no funciona. Quien deja a veces es quien más piensa en el otro, no atándolo a una relación que ya sabe que no puede avanzar.
La persona que se va, en ocasiones lo hace sabiendo que va a ser la mala, pero que es lo único justo para los dos. La única manera de que algún día encuentren a otra persona que les haga felices y que esté involucrada al 100% en la relación. En la mayor parte de los casos, las personas involucradas en una relación son solo gente normal, que sufre, que se siente mal por hacer daño a los demás, que es buena persona y que quiere ser feliz y que los demás también lo seamos.
Normalmente, cuando una pareja rompe, lo que hay no son buenos o malos, sino dos personas que se han querido, y tienen que pasar el duelo y el sufrimiento de ya no quererse más y que buscan ser felices y desean lo mejor al otro.
Imágenes | 500 days of summer
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