Han perdido tu maleta en el aeropuerto. Tu chico ha olvidado algo importante. Hace calor y tú estás deseando que llegue, de verdad, el otoño. Cuando las cosas no salen como esperamos, como queremos o como necesitamos... nos quejamos, y eso nos alivia. Pero los beneficios de la queja duran poco y sus inconvenientes son muchos. ¿Y si dejamos de quejarnos para pasar a la acción?
Quejarse no es más que expresar verbalmente (o con gestos) nuestro disgusto, rechazo o malestar. Y sí, libera (estrés, nervios...). Todo lo que sea exteriorizar nuestras emociones, sacar hacia fuera lo que nos molesta o nos hace sentir mal es absolutamente positivo. Ahora bien, no es oro todo lo que reluce: ni tenemos que decir todo lo que sentimos, ni quejarnos es la mejor estrategia en muchas ocasiones.
De hecho quejarnos nos puede hacer sentir más mal que bien y lejos de ayudarnos lo que va es a alejarnos de nuestros objetivos y necesidades.
Quejarse sienta bien (porque tiene sus beneficios)
Verbalizar nuestro malestar no solo es absolutamente sano, también es recomendación básica de todo terapeuta. Quejarse, en su justa medida y de una manera no agresiva, es característico de ser asertivo, y la asertividad* nos sienta genial (*saber defender y expresar nuestros derechos al tiempo que empatizamos con los de los demás).
Pero además de esto, la queja tiene otras ventajas, de ahí que, a pesar de sus inconvenientes (que encontrarás más adelante en este artículo), siga siendo el segundo deporte nacional (detrás de la crítica, que tiene indiscutiblemente el podio). Algunas de ellas son:
Cuando tenemos un tema común, y la queja ante algo que no nos gusta es uno muy bueno, tendemos a simpatizar y socializar: quejarse en común une mucho. Por ejemplo: si estás en un festival que no está yendo como debería, al quejarte seguramente alguien más se te una a la conversación, aunque no os conozcáis de nada.
Además al quejarnos recibimos atención, se nos hace caso, lo que nos lleva a sentirnos validados, respaldados, atendidos, y eso es realmente agradable. Ejemplo: nos quejamos ante nuestra pareja de lo mal que nos ha ido el día en el trabajo por culpa de nuestro jefe, y para reconfortarnos, nos abraza. La queja nos ha ayudado a conseguir atención y afecto, aspectos ambos importantes.
Hay algunos contextos en los que la queja realmente nos ayuda a lograr un objetivo. Siguiendo con el ejemplo del principio, si nos pierden la maleta en el aeropuerto y no protestamos... nos quedaremos sin maleta.
La “mala” queja
Sí, quejarnos a veces sienta fenomenal, pero no siempre es así, porque una cosa es quejarnos puntualmente y otra convertirlo en estilo de vida. Una cosa es protestar por algo para conseguir lo que de justicia es nuestro y otra estancarnos en protestar sin hacer nada para cambiarlo. La queja son palabras, y nosotros necesitamos hacer (acción) para sentirnos bien, para lograr lo que queremos.
Por otra parte, la queja en sí misma alivia a corto plazo pero genera malestar a largo plazo porque hace que tengamos fresco en la memoria eso que nos hace sentir mal, eso que no nos gusta (digamos que nos impide pasar página).
Si nos limitamos a quejarnos sin que ello vaya acompañado de una acción, de un plan para cambiar eso que nos genera malestar, la queja se convierte entonces en un potenciador del mal: no solo no nos ayuda a cambiar sino que nos estanca en un lodazal.
Es como si hubiéramos abierto la caja de Pandora sin gafas ni traje de protección, ni un plan para controlar los rayos que de ella van a salir.
Pensar en lo que no nos gusta o nos molesta sin hacer nada para cambiarlo solo nos recuerda que estamos mal y crea, a medio plazo, una sensación de “desprotección”, de que no tiene arreglo la cosa, y podemos terminar por sentirnos indefensos ante lo que sucede a nuestro alrededor.
No funciona con la pareja
Lo que las quejas esconden en la muchas de las ocasiones son ,en realidad, necesidades, demandas. El problema es que al lanzarlas como quejas, y más cuando lo hacemos hacia terceros (por ejemplo comentando con un tercero delante de tu chico: “Es que -nombre de tu chico- nunca...”) es que no son efectivas, no nos ayudan a conseguir lo que necesitamos.
Reflexión: párate un segundo a pensar en qué sentiste en aquella ocasión en la que escuchaste a tu chico, tu madre o tu amiga, quejarse de algo con respecto a ti, delante tuya pero sin dirigirse a ti. ¿Hizo que rápidamente quisieras cambiar y restituir “la falta” o más bien te hizo daño y te puso a la defensiva?
La queja tiene un formato que no ayuda a que el otro, el objeto de la queja, se predisponga a cambiar. Más bien es al contrario: lo que hace es ponerlo a la defensiva o hacer que se sienta mal, nada que favorezca la predisposición a atender tus ideas.
Para que los demás entiendan qué necesitamos de ellos, qué cambios esperamos o qué cosas han de eliminarse porque nos hacen daño, tenemos que decírselo explícitamente, no con la indirecta de una queja “impersonal”.
Detrás de la queja sin acción puede haber también miedo a la confrontación o falta de herramientas para hacerlo: Me quejo porque esta situación no me gusta, pero no afronto directamente, no tomo las riendas porque tiene un coste o necesita de algo que yo no tengo.
Si es así, busca la manera, porque si hay algo en lo que los psicólogos insistimos es en que “evitar” solo conduce a malestar. La manera más sana, la que nos lleva a estar bien, es tomar el control y afrontar las cosas directamente.
Si te vas a quejar, intenta...
Si has tenido un mal día en el trabajo, si te ha tocado comerte otra vez un atasco o tu chico no ha estado fino, venga, puedes quejarte, pero solo un poco. Y para que la cosa acabe bien, en lugar de sintiéndote peor, además de quejarte...
- ¿Lo que te ha sucedido tiene rango de problema? Si es que sí lo que hay que hacer es solucionarlo. Para ello párate un momento a pensar soluciones posibles, elige la que mejor consideres y ponla en práctica. Si tu problema no tiene solución... es que no es un problema (esto suena a tópico, pero... es así).
- Si no tienes mucho margen de mariobra o lo que ha sucedido no se puede cambiar (cosa la mar de habitual) recompénsate para contrarestar ese malestar que has tenido. ¿Cómo? Haciendo algo que te apetezca, dedicándote un mimito... La cuestión es que si eso ya no tiene arreglo lo que no nos vale es que darnos encallados en lo sucedido. Como dicen en Frozen: let it go!
- Si la queja es con respecto a algo que ha hecho tu pareja, párate un momento a pensar en cómo comunicárselo. En lugar de lanzar la queja al aire (ya has visto que no ayuda) díselo directamente, exprésale cómo te sientes y qué necesitas (asertividad), pero hazlo con primor, que siempre es mejor.
Protestar de vez en cuando sienta genial, quejarse para soltar también, pero si nos quedamos solo ahí perdemos más que ganamos. Si hay algo que no ha ido bien mejor hacer que protestar. Toma el control y dale caña, te va a sentar genial.
Fotos: Taylor Swift (Blamck Space), Giphy.com
En Trendencias: Si eres indecisa, estas son las claves que te pueden sacar de tu "tortura" (y a todos los que viven contigo tambien)
Ver todos los comentarios en https://www.trendencias.com
VER 0 Comentario