La palabra “soledad” está muy mal vista en nuestra sociedad. ¿Comes solo? Qué pena. ¿Que vas solo al cine? Uy, uy. ¿Viajar solo? Madre mía, menuda aventura, ¿no? Sin embargo, pasar ratos con nosotros mismos no es tan malo como parece ni debería ser un estigma social. Al revés, es el momento perfecto para conocernos mejor, recapacitar y pasar un rato estupendo con una de las personas que mejor nos cae en este mundo: nosotros mismos. Y además, los últimos estudios científicos lo aconsejan.
“I want to be alone”, decía la gran Greta Garbo. Algo incomprensible para la prensa de entonces, que no terminaba de entender por qué la diva del cine huía de las reuniones sociales y de su fama para refugiarse en la soledad (o alejarse de los focos, más bien). Pero yo la entiendo. A veces, no hay nada mejor en esta vida que pasar un rato a solas conmigo misma.
No se trata de meditar ni de convertirme en un anacoreta. Tampoco soy una misántropa (bueno, últimamente un poco más que antes). Pero no, qué va, soy una persona tremendamente social y disfruto mucho de la compañía de otras personas, especialmente de aquellas que me caen bien.
Pero a veces necesito estar sola. Conmigo misma. Como la Garbo, pero sin parecer una rubia fría sueca de gesto adusto. Quizá por eso la gente no me cree tanto cuando les digo que me apetece pasar un rato conmigo misma. También es normal que no me crean, los seres humanos somos animales sociales y estamos acostumbrados a hacer las cosas en manada. En una época marcada por la vida en las grandes urbes, la tecnología que no te da ni un respiro y el trabajo colaborativo, es raro querer tener un rato para estar solo. Y poder. La soledad es el nuevo lujo.
La soledad tiene muy mala fama.
Y aún así, me asombra la idea de que hacer las cosas sin más compañía que uno mismo siga viéndose como algo raro. Actividades como comer, ir a una exposición, al cine, viajar… parece que sólo se pueden hacer en compañía de otros y, si por una casualidad, se te ocurre hacerlo contigo mismo dará la impresión de que estás triste, depre o no tienes amigos. Me pregunto si lo asociamos a algo negativo porque de pequeños cuando hacíamos algo malo nos castigaban al rincón de los aburridos.
En un mundo donde cada vez es más difícil concentrarse por el exceso de información que nos rodea, mensajes, pantallas de todos los tamaños y tipos a los que vivimos aferrados, considero un lujazo la oportunidad de poner un cartel mental de No Molesten y salir a pasear conmigo misma o disfrutar de una comida sin más compañía que mis pensamientos o la conversación de los que están comiendo en la mesa de al lado (sí, qué pasa, soy una voyeur social).
Los estudios psicológicos demuestran las virtudes de estar solo.
Cuando desconecto de todo y estoy sola es cuando mejores conversaciones tengo, la verdad. Cuando se me ocurren ideas para escribir novelas o artículos. Cuando me salta esa respuesta inteligente e irónica que debería haberle soltado a la entrometida de mi vecina haciendo honor al dicho ese de que “el español piensa bien, pero tarde”. No es cosa mía exclusiva. Cada vez son más los psicólogos que reivindican la importancia de estar solos, de trabajar en solitario y nos recuerdan que las grandes ideas parten siempre del esfuerzo individual, de la meditación o de la inspiración que despierta el aburrimiento.
Por ejemplo, los expertos Christopher Long y James Averill expusieron en su trabajo Soledad: una exploración sobre los beneficios de estar solo, que la creatividad en cada individuo es estimulada cuando se le otorga autonomía y se le libera de distracciones e interrupciones constantes.
No son los únicos que han hecho estudios sobre el tema de la soledad. Los psicólogos Mihaly Csikszentmihalyi y Gregory Feist publicaron un estudio donde explicaban que las personas son más creativas cuando disfrutan de privacidad y de un entorno sin constantes interrupciones. Es más: todos los grandes pensadores y creadores de la historia han sacado partido de la soledad, entre ellos Virginia Woolf, que incluso escribió un estudio titulado A room of one´s own, que hubiera sido un título perfecto para este artículo si no lo hubiera pillado ella antes.
El camino para saber quiénes somos realmente.
Estar solo no sólo es bueno para la creatividad y la concentración; es el camino para conocernos a nosotros mismos (qué peligro...). Muchas veces hacemos determinadas cosas no porque queramos, sino por la voluntad del grupo que nos rodea. La llamada presión social de hacer lo correcto es algo que nos impide avanzar hacia nuestro propio camino. Estar solos nos ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva y nos ayuda a formar nuestra propia opinión.
Estar solo con tus propios pensamientos es una manera estupenda de alimentar tu alma. Vale, y también de ser un poco egoísta y poder hacer lo que te venga en gana sin tener que contar con nadie más, pasarte dos horas en una tienda probándote todo lo que te apetezca sin preocuparte de que el otro se está aburriendo como un mono o no tener que discutir sobre qué película ver o qué primer plato compartir. De hecho, lo de comer solo se está poniendo de moda, como os contamos hace poco en este artículo sobre el restaurante Eenmaal de Londres.
Sí, se necesita un poco de coraje e iniciativa para hacer determinadas cosas en soledad y no todo el mundo está capacitado, pero también tiene ese punto liberador de ser tú mismo y de haber tenido el valor de hacerlo. Así que, amigos, disfrutad de vez en cuando de vuestra propia compañía y tatarear eso de “Alone again, naturally” de Gilbert O´Sullivan.
Fotos: Pixabay.com
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