Uno de los problemas de salud mental más habituales en los últimos años son los altos niveles de estrés y de ansiedad que muchas personas padecemos en alguna ocasión de nuestras vidas.
Lo más habitual es que, cuando pensamos en momentos de estrés, imaginamos épocas difíciles y cosas negativas que nos hacen sentir mal y de ahí aparece la ansiedad y el estrés. Sin embargo, en ocasiones nos encontramos que las buenas noticias y las cosas buenas que nos pasan en la vida también nos generan ansiedad.
Cuando son las cosas buenas las que nos generan ansiedad
En ocasiones, especialmente la personas que padecemos ansiedad de manera habitual, tendemos a pensar que cuando todos nuestros problemas se arreglen - un pensamiento bastante poco racional ya que es difícil no tener nunca ningún problema - nuestros niveles de estrés y de ansiedad desaparecerán y se verán reducidos.
Es por tanto, bastante shock para muchos cuando estamos en una buena etapa de nuestra vida, hemos recibido buenas noticias y nos están pasando cosas buenas y, sin embargo, sentimos altos niveles de ansiedad o de estrés.
Así, en ocasiones las cosas que se supone que deberían hacernos felices - y únicamente felices - a algunas personas puede causarles elevación en sus niveles de ansiedad. Situaciones vitales como casarse, mudarse con su pareja, empezar a trabajar en el trabajo de sus sueños o tener hijos puede convertirse en una fuente de estrés para personas como yo, cuando para otros son únicamente motivo de felicidad.
Aquí se une al malestar de la ansiedad, el sentimiento de culpa y de que algo no está bien en nosotros que nos puede aparecer. Y es que, cuando nos sentimos agobiados y estresados ante las cosas buenas e ilusionantes de la vida, podemos sentir que estamos siendo exagerados o desagradecidos.
Se supone que casarte o encontrar el trabajo de tu vida únicamente debería hacerte inmensamente feliz, deberías disfrutar del proceso y, por supuesto, deberías estar inmensamente agradecido de estar viviendo ese momento tan bueno. Cuando ante una situación así nos sentimos estresados, la culpa por no sentirnos como se supone que deberíamos sentirnos y el no querer contar lo agobiados que estamos por no parecer desagradecidos puede hacer que la ansiedad empeore.
No me malinterpretéis, no es que no seamos felices. Sí que lo somos. Y mucho. Pero algunas personas con tendencia a padecer ansiedad o altos niveles de estrés, también tendemos a tener altos niveles de necesidad de control y bajos niveles de seguridad en nosotros mismos. Esto quiere decir que queremos controlarlo todo absolutamente para que salga bien, en parte porque no confiamos en nosotros mismos.
Imaginemos una persona así consiguiendo, por fin, el trabajo de su vida. Estará feliz, pero probablemente también tendrá miedo a que ahora que lo ha conseguido haga algo que lo estropee. Probablemente pondrá en marcha estrategias de control para medir y vigilar todo lo que hace, intentando evitar los posibles problemas que su cabeza haya anticipado. Queramos o no, esto se convertirá en una fuente de ansiedad.
Alejarnos de la culpa y aceptar nuestras emociones
Es probable que cuando nos encontramos en una situación así, algunas personas de nuestro alrededor - normalmente con la mejor intención del mundo - nos digan que no nos agobiemos con estas cosas, que las buenas noticias están para disfrutarlas y no para preocuparnos.
Sin embargo, una de las primeras cosas que debemos recordar con certeza es que nuestros sentimientos son perfectamente válidos. Cada uno de nosotros vivimos las cosas de una manera diferente, tenemos contextos diferentes y respondemos a las mismas situaciones de formas distintas y todas ellas son válidas.
Aceptar nuestras emociones y comprender que son perfectamente válidas y respetables nos ayudará a darles el lugar que merecen y a validarlas. Una vez que entendamos que, nos digan lo que nos digan, las buenas noticias también pueden generarnos estrés y ansiedad, reduciremos nuestro nivel de culpa y el sentimiento de que no funcionamos bien.
Trabajar nuestra autoestima es clave en estos casos, ya que cuando tenemos la confianza suficiente en nosotras como para saber que tenemos recursos y capacidades para enfrentarnos a los nuevos restos, sentiremos menos estrés. También aprender a delegar en los demás y no intentar controlarlo todo nosotras es muy importante.
Aceptar ayuda no nos hace más débiles ni menos capaces, sino que nos hace lo suficientemente valientes y válidos como para saber cuando colaborar con otra persona puede ser más eficiente.
Y, como siempre, no hay nada malo en buscar ayuda profesional. Estas personas nos ayudarán a tener las herramientas para enfrentarnos a los retos. Incluso a los que nos hacen felices.
Imágenes | Jane the Virgin, Giphy
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